Álvarez y el porvenir

Cristian Álvarez, en una de las porterías del Pinatar Arena, posa para HERALDO DE ARAGÓN.
Álvarez y el porvenir
Joaquín de Haro/LOF

Me encanta volver a La Romareda; es como meterse en Zaragoza. 

Fui en el partido contra el Villarreal B y ganamos; tarde redonda. Pegaba además un sol de justicia. Achicharrados y expectantes. Cánticos contra Carcedo y Torrecilla; a pesar de los goles. La Romareda, campo difícil. El Zaragoza, que debe volver a donde le corresponde. Lugares comunes para un espacio común en el mejor sentido: pertenece a todas las personas. El estadio es un presente para un equipo que vive para el futuro reflejado en su pasado. Y es ahí donde se dilucidan los mayores retos del fútbol, entre ellos, pertenecer. El equipo es la ciudad, para bien y para mal, para la gloria y la deuda, para la paciencia que arraiga desde el cariño. Un afecto que es peregrinar a La Romareda cada quince días; seguir al equipo desde cualquier parte del mundo; o recalar desde cualquier rincón del mundo en él y atarse.

En un Real Zaragoza que vive para mayor gloria en un lugar, el del fútbol, cada vez más global, cada vez más negocio, ese pertenecer exige un nuevo significado del zaragocismo más allá del chaval de la cantera o del socio bebé. Es un discurso que habrá que empezar a articular para que el club se dimensione de acuerdo a las nuevas formas de unirse a algo. Y como ejemplo de todo lo que debe ser ese Zaragoza del nuevo fútbol, conviene ensalzar la figura de Cristian Álvarez como significado perfecto del respeto a un club ganado a base de coherencia con las ideas, esfuerzo y adaptación a las maneras de un lugar que adopta a un extraño. La capacidad del jugador para entender este deporte adaptado a las peculiaridades mañas, la discreción que ha mantenido tras subirse a las montañas rusas de varias directivas, entrenadores y ‘staff’ de todo tipo, bien sirven para reconocer en su perfil un ejemplo en el que mirarse para construir un proyecto que debe tener más cabeza y corazón que egos y gónadas.

El fútbol, Zaragoza y el club, en proceso de transformación natural y directiva, tienen en el portero una manera de explicar que desde el talento, la honestidad, el esfuerzo y la alergia al exceso, se escriben en plazo las mejores maneras de construir no importa si un nuevo estadio o un equipo de siempre. No defraudar a referentes como él puede ser la mejor brújula de eso tan bueno que, dicen, está por venir.

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