Suspenso en bachillerato

Pedro, de 17 años, ha suspendido una asignatura de bachillerato. Nada inusual si no fuera porque en su casa su padre considera un fracaso pinchar en una materia. Quiere que sus hijos hagan los mismos sacrificios que hizo él en su día para sacar la carrera médica.

Así que el joven, presa del pánico por la reacción que pueda provocar en su padre la calabaza cosechada, decide escapar de casa. Cree que poner tierra, e incluso océano, de por medio es la mejor manera de evitar el castigo. Y huye con un amigo hasta Francia, donde se embarca con destino a Sudamérica.

Seguro que algún agudo lector ya ha descubierto que esta historia no es ficticia, sino muy real, aunque ocurrió hace 150 años. Para más pistas, su padre se llamaba Justo Ramón, y su hermano mayor Santiago. Pedro Ramón y Cajal no ha pasado a la historia por catear una asignatura en bachillerato, sino por ser un destacado neurocientífico en quien se apoyó su querido y laureado hermano Nobel.

Al huir a pie de Huesca a Burdeos, Pedro se salvó del escarmiento de su padre, pero tuvo que superar una prueba de vida o muerte: cuando fue descubierto como polizón en el barco de vela ‘Queen’, fue sometido a la brutal costumbre marinera de ser pasado por la quilla: lo ataron a un cabo, lo echaron por la barandilla de un costado del buque y lo iban sacando por otro, pasándolo por debajo de la quilla. Tirado por los marineros que lo arrastraban por el casco lleno de salientes afilados, tuvo que resistir la apnea en un buceo forzado. Podía morir ahogado si el ritmo era lento, o bien desmembrado o decapitado si el balanceo era violento. Sobrevivió, pero seguro que en esos momentos se acordó de su padre.

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