La vida de los libros

'Cien años de soledad' y 'Por qué leer los clásicos'.
'Cien años de soledad' y 'Por qué leer los clásicos'.
HERALDO

En apenas tres días de marzo tuve el privilegio de conocer dos buenas bibliotecas privadas. 

De la más importante, queda el impacto de los miles de libros atesorados por cuatro generaciones de lectores, en varias habitaciones en las que residen colecciones enteras, como la preciosa de Áncora y Delfín, o libros imprescindibles de nuestra historia. Pertenece a una saga de prohombres aragoneses que, afortunadamente para ellos, no entendían tener dinero sin cultura. De la segunda, al menos en tamaño, nos hemos ocupado además días después y tratado de buscar con sus herederos el mejor destino posible para los moradores de cada estantería. En ambos casos, con la compañía de mi buen amigo y gran bibliófilo José Luis Melero, creador él mismo de una de las bibliotecas más importantes de Aragón por la calidad, el criterio y el nivel de estudio de sus libros, atributos mucho más relevantes que el volumen, con ser este importante. Visitarlas con Pepe lleva gratificación añadida ya que con una mirada ve lo que los demás ni intuimos y, como en un cesto de cerezas, salta de un lomo a otro, en un disfrute continuo de erudición y pasión por los libros y quienes los hacen posible.

En la inmersión en esta segunda biblioteca, hemos acabado sintiéndonos, junto a los legítimos, unos ‘sobrinos’ más del tío Carlos y la tía Nazareth, grandes pedagogos que la conformaron desde un gran gusto y curiosidad intelectual. Ahora disfrutarán sus libros en la Universidad San Jorge, los IES Goya y Miguel Catalán, el colegio La Salle Gran Vía o la Escuela Municipal de Teatro, donde tendrán una nueva vida entre estudiantes. Atesoraban ensayos de vanguardia de cada momento sobre sociología, política, teoría literaria o teatro y todo lo deseable en literatura universal. En muchos casos, en primeras ediciones, tan del aprecio del amigo Pepe (sí: él ya las tenía…); y no tanto por bibliofilia como por la rapidez/avidez en adquirir las novedades. Allí estaba, por ejemplo, ‘Cien años de soledad’, de Editorial Sudamericana de Buenos Aires, en su quinta edición, de febrero de 1968, apenas nueve meses después de la primera, y con su sello de ‘importado’. Y dentro del libro, como hemos hecho tantos feligreses de Gabriel García Márquez, las notas del árbol genealógico de los Buendía, para no perdernos entre Arcadios y Aurelianos.

Porque entrar en una biblioteca es entrar también en las lecturas y anotaciones de su dueño, una profanación en este caso venial por perseguir salvar pedazos de un valioso legado intelectual. ‘Los tíos’ tenían autores de referencia universal de todas las épocas, como inspirados por Ítalo Calvino y su sugerente ‘Por qué leer a los clásicos’, que moraba entre ellos. En este clarividente ensayo, Calvino estudia a Ovidio, Balzac, Stevenson, Conrad o Borges para explicar por qué hay libros que resultan inolvidables e incluso perviven «escondidos en los pliegues de la memoria», como ruido de fondo, en cualquier tiempo y circunstancia: los clásicos.

El libro de Calvino recuerda el valor de la literatura como reflexión general sobre la vida, capaz de hacer universal lo particular y de contener el futuro en la representación del pasado. La novela, en fin, como «el arte de hacer ver personas y cosas» y la poesía como «un tocadiscos mental». Con Galileo evoca la creación del alfabeto como una de las grandes invenciones del espíritu humano, «una idea perfecta». «Quien sepa acoplar y ordenar esta y aquella vocal con esta o aquella consonante obtendrá las respuestas más verdaderas a todas sus dudas y extraerá enseñanzas de todas las ciencias y todas las artes».

La iluminación de los clásicos y la magia de la creación del alfabeto están, precisamente, en ‘El infinito en un junco’, obra creada en estado de gracia por Irene Vallejo, que hoy recibe la Medalla de Aragón. Un premio que reconoce el mérito de su obra, con la que reivindica los libros para defendernos de las inclemencias de la vida. Enhorabuena.

Que tantos millones de lectores hayan encontrado en la autora aragonesa esa pócima mágica merece toda nuestra gratitud y admiración. También como escudo ante el mundo que viene, en el que episodios como el de la élite del fútbol y su ‘que se mueran los pobres’ van a acecharnos constantemente. Ante tanto descuidero presente y futuro, vivan los libros.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión