Por
  • Francisco Bono Ríos

Vacunación, empresa y negociación

Producción en serie de viales para una futura vacuna contra la covid-19.
'Vacunación, empresa y negociación'
MARTIN JOPPEN/EFE

En mi último artículo publicado en HERALDO, no pude resistir la tentación de criticar las sorprendentes actuaciones en los contratos de suministro de las vacunas anti-covid, en los que parece no haber reglas ni respeto a los compromisos adquiridos. Todo ello ante la absoluta impotencia de los ciudadanos.

Ha pasado más de un mes y las perspectivas parecen haber mejorado en lo que respecta al suministro de las dosis, pero permanecen muchas dudas y recelos sobre el comportamiento de los países y empresas implicados en esta gran operación. Eso sí, esta cuestión es un buen motivo para obtener unas cuantas lecciones acerca, por un lado, de cómo funciona el mundo, y por otro lado, actuar hacia el futuro conforme a lo aprendido.

Mientras que Europa negoció con las farmacéuticas como un cliente, Estados Unidos lo hizo como un socio industrial

Respecto de cómo funciona el mundo, es un buen momento para recordar determinadas cosas que nos han hecho caernos del guindo. La primera, que las grandes compañías farmacéuticas invierten ingentes recursos económicos en investigación (no siempre recompensados por sus resultados), por lo que deben optimizar sus ingresos una vez alcanzados los objetivos. Dicho en román paladino, no se trata de instituciones benéficas sino de empresas que se juegan su dinero, su prestigio y supervivencia, y cuya actividad es necesaria para el progreso de las sociedades, y ello sin demérito de los departamentos de investigación públicos, cuya función es también muy importante.

La segunda cosa a recordar es que las negociaciones mercantiles requieren experiencia y capacidad de gestión para llegar a buen término. Si se analiza el ritmo de vacunación de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel, por una parte, y el obtenido por Europa, se obtienen lecciones en dos vertientes: la agilidad y la visión panorámica de los costes y beneficios:

1.- En cuanto a la agilidad, poco hay que explicar que no se sepa. Los países antes citados gozan de una normativa administrativa mucho menos encorsetada que los europeos (tanto en cada país como en la UE), lo que facilita a los negociadores mayor fluidez y rapidez en los enrevesados procesos de acercamiento entre las partes de un contrato.

2.- En cuanto a la visión panorámica es muy posible que se haya olvidado un viejo principio, el análisis ‘coste-beneficio’, que consiste en evaluar los costes de una operación en función de los beneficios esperados tras ella, y este método es especialmente importante cuando se habla de beneficios para toda la sociedad. Porque, si se ha escatimado en los costes del contrato, ¿se ha pensado en cuánto pierde la economía de un país por cada día que se retrasa la inmunización?

Por supuesto, no todo deben ser críticas hacia la UE, ya que en su descargo debe decirse el acierto que supuso coordinar la acción compradora de dosis (imaginemos el guirigay en caso contrario), pero también hay que volver a lamentar la agobiante burocracia y el escaso acercamiento a los temas cotidianos del mundo económico.

Pero aún hay factores adicionales a considerar, y uno importante también tiene relación con la visión estratégica de un país u otro. El analista Pedro Larrasquitu (citado por Miguel Ors en LAE) señala una diferencia muy relevante al afirmar: "Washington se puso a trabajar con los fabricantes, les pagó el desarrollo y los ensayos y se comportó como un socio industrial. Europa, por el contrario, ha actuado más como un cliente". Huelga mayor comentario.

Los diferentes resultados están a la vista

¿Se obtendrán las debidas enseñanzas de cara al futuro? Me temo que deben cambiar muchas cosas tanto en la gobernanza pública como en la sociedad, y entre esas cosas está cambiar la visión estratégica de la investigación. Lo afirman muy bien Abhijit Banerjee y Esther Duflo, premios Nobel de Economía en 2019, en su obra ‘Buena economía para tiempos difíciles’ (citado en la solapa de ‘Papeles de Economía Española’ nº 166, 2020, de Funcas): "Muchas empresas de Silicon Valley invierten en personas inteligentes con la esperanza de que den con alguna idea brillante y vendible, y en ocasiones eso sucede de verdad".

Muchas empresas españolas siguen ese mismo criterio, entre ellas algunas aragonesas, y se aprecia en su desarrollo, pero debemos reconocer que queda mucho camino por recorrer como criterio general. A este lado del Atlántico, esto de invertir en gente que ‘solo se dedica a pensar...’ cuesta todavía lo suyo.

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