Ojo con el optimismo

Ambiente calles / 17-10-2020 / FOTO: GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
'Ojo con el optimismo'
Guillermo Mestre

Son días de subidón: al sol le cuesta cada vez más recogerse, la incidencia de la covid-19 baja y Aragón ya ha superado con holgura las 100.000 dosis de vacunas administradas. La situación, si tenemos en cuenta que además en unas semanas llegará la primera vacuna que solo necesita un pinchazo, invita al optimismo. El problema es que todos relacionamos la alegría tras este casi año ya de pandemia con recuperar la vida que teníamos antes; y eso a la covid le encanta. De hecho, no son pocos los médicos que están hablando ya de cuarta ola cuando todavía no hemos olvidado el confinamiento de Zaragoza y demás localidades, el cierre de la hostelería y tantas otras anormalidades que ayudan a contener la expansión del coronavirus. Pero lo cierto es que la covid necesita caos para hacerse fuerte y, por desgracia, para él la palabra caos significa abrazos, cantar, gritar, besarse, compartir entre varios un mismo plato de ensaladilla o un tenedor. Ese caos que nos da el significado de la vida y por el que tenemos que mantener las precauciones unos meses más.

Si algo nos han enseñado los datos de los boletines epidemiológicos es que la covid puede mandar a la UCI a personas de cualquier edad y que, siendo tan contagioso, al final muchos casos entre personas jóvenes podrían volver a poner en un compromiso a nuestra sanidad (es decir, a nuestros agotados sanitarios). La pelea en los próximos meses, por tanto, será la complicada convivencia con el virus y con unos datos que nos inocularán ese optimismo que nos devuelve a la esencia de lo que somos: ciudadanos libres. Pero no se despisten: el virus seguirá ahí, matando, ajeno a las retóricas políticas de victorias, de pebeteros con llamas o monumentos que recuerden a los caídos en una batalla contra un enemigo que nunca se ha marchado (ni pinta que lo vaya a hacer) pero al que con las vacunas reduciremos a un simple catarro. Un enemigo que ha seguido matando, añadiendo víctimas a homenajes pretéritos.

Por eso toca protegerse para proteger: reducida vida social, hostelería en terraza, mascarilla e higiene aun cuando queramos pensar que todo esto ya solo es un sueño. Toda precaución es poca cuando se acaba de conocer al enemigo o se le pretende entender con galones de humanidad a un bicho casi inerte pero devastador.

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