La hostelería -hoteles, restaurantes, bares y otros locales de ocio y servicios turísticos- es el sector más duramente afectado por las restricciones impuestas para frenar la pandemia. Se comprende por tanto la frustración expresada en la manifestación de ayer en Zaragoza, que debe obtener una respuesta sensible y eficaz por parte de las autoridades. Hay en juego miles de empleos en un conjunto de actividades que están llamadas a seguir siendo parte importante de nuestra estructura económica y del estilo de vida de los ciudadanos.

Trabajadores y empresarios de la hostelería aragonesa expresaron ayer en Zaragoza su malestar ante las circunstancias que están viviendo a causa de las medidas adoptadas para contener los contagios del coronavirus, que parecen no tener fin y que han forzado ya el cierre definitivo de muchos negocios y suponen una seria amenaza para muchos más, con miles de puestos de trabajo en juego. Las autoridades adoptan una serie de restricciones con el objetivo de protegernos a todos, y parece confirmarse que son al menos parcialmente eficaces. Pero hay que ser conscientes de que esas limitaciones repercuten de manera desproporcionada contra los medios de vida y el futuro económico de personas y familias que no tienen ninguna culpa de la pandemia. Son necesarias compensaciones y ayudas acordes con el daño causado para evitar la destrucción del tejido empresarial del sector. Y ante la posibilidad de que, a pesar del comienzo de la vacunación, las limitaciones a la actividad hostelera sigan siendo necesarias, se requiere también indagar en los posibles medios técnicos para mejorar la seguridad de los establecimientos sin llegar a cerrarlos. La hostelería es esencial para el turismo y está imbricada en nuestra vida social, los ciudadanos demandan sus servicios tanto en su ciudad como cuando viajan; por eso, tiene futuro y hay que hacer lo necesario para preservarla.