El viejo rebelde

Bob Dylan, en un concierto en Salamanca.
Bob Dylan, en un concierto.
HA

Bob Dylan acaba de publicar un disco a los 79 años, edad que explica sus nuevas composiciones, en lo musical y en lo literario. Efectivamente, hoy Dylan suena a viejo y cuenta historias de viejo, pero un viejo que no mira al pasado con nostalgia, sino para entender y afrontar el presente. De este modo, este artista singular vuelve a ser pionero de un nuevo género musical, en una industria, la del rock, que ignora la vejez, o bien la disimula patéticamente en vano.

Llevando al límite dicho género, en las últimas canciones de Dylan, como en algunas de Bowie, Cohen, Springsteen, Prine, o nuestro Sabina, entre otras viejas glorias, está muy presente, no tanto la muerte en sí, cuanto su cercanía. Por ello, lejos de ser piezas funerarias o crepusculares, contienen un vitalismo urgente, desgarrador, iracundo y desvergonzado. Un vitalismo que se refugia en el amor sin concesiones propio de quien tiene "esqueletos emparedados de personas que tú conoces", según canta Dylan, consciente de que, "atravesado el Rubicón", no hay vuelta atrás.

Este nuevo estilo ansía conmover, no entretener. Es la actitud que expresa Fito Páez en su balada ‘Al lado del camino’, cuando dice que "no vine a divertir a tu familia, mientras el mundo se cae a pedazos". Pedazos que, en el caso de Dylan, conectando con mil referencias musicales, literarias y cinematográficas, remiten a la Roma de César y a la Norteamérica de la Guerra Civil, de Kennedy y de Trump. Pero, sobre todo, son pedazos de la descomposición del ser humano, frente a la cual, Dylan propone, dando ejemplo, rebelarse hasta el último aliento. 

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