Andrea Lozano: así es la música zaragozana que ha trabajado para Aitana y Lola Índigo

Con tan solo 21 años, esta alumna del Conservatorio Superior de Santa María de Zaragoza pasó una dura criba hace unos meses para formar parte del elenco de músicos de estudio de Sony

Andrea Lozano, hace unos días, en Zaragoza.
Andrea Lozano, hace unos días, en Zaragoza.
Guillermo Mestre

Andrea Lozano es zaragozana, tiene 21 años y estudia la carrera de Música Moderna en el Conservatorio Superior de Santa María, institución que acaba de cumplir medio siglo de trayectoria, pionera entre las instituciones privadas aragonesas a la hora de ofrecer esta preparación. Su expediente académico va viento en popa, y la alumna (que también es ‘profe’: da clases particulares de guitarra, con un método propio para que sus pequeños alumnos amen la música desde el principio) tiene la intención de llegar a término en este empeño, pero el éxito profesional también se ha cruzado en su camino estos últimos meses.

Resulta que el talento musical de Andrea suena (guitarra, pianos, asistencia de producción) en las canciones ‘1000 cosas’ de Lola Índigo y Manuel Turizo (salió el 8 de marzo: ya lleva más de30 millones de escuchas), y ‘Akureyri’, de Aitana y Sebastián Yatra (también recién estrenada: el pasado 26 de abril: 5 millones de 'plays' en la misma plataforma). Son dos duplas hispano-colombianas, curiosamente, con las chicas como parte española. “Con Lola no he llegado a coincidir, pero con Aitana sí, una vez. Fue muy agradable”, explica Andrea.

Un ejemplo de precocidad

¿Cómo se llega tan rápido a las entrañas de ese coloso musical? La interpelada responde por fases. “A finales de 2023 fui a grabar canciones con un amigo a un estudio y me presentó al responsable de la instalación. Me vio tocar y desenvolverme en el estudio, y elogió mi nivel con la guitarra, el piano y la composición. Ahí me animó a entrar en unas pruebas de Sony”.

Esas pruebas eran muy exclusivas, con 200 candidatos y pocas plazas finales. Acceder a ellas ya era muy notable; Andrea fue a probarse a Madrid con todas las ganas, una vez recibió el aval para entrar en la competencia. “Pensé que me tumbarían en la primera ronda, había un test teórico y otro práctico. No era fácil, pero en Santa María hay un nivel de exigencia muy alto, y estoy acostumbrada a los retos. No podías fallar ninguna pregunta de 10 en la parte teórica, con preguntas de composición, armonía… lño conseguí, y ahí ya se quedó fuera mucha gente que ni siquiera llegaron a probar interpretativamente”.

Fase tras fase

La criba dejó al grupo aspirante en 70 miembros: un proceso similar al ‘Juego del calamar’, pero sin sangre de por medio y con retos que no dejaban lugar al azar o la suerte. “Nos pusieron por grupos, con un producto asignado a cada uno, y el reto era trabajar una canción cada grupo. Hice un tema de jazz, género que me gusta mucho, con una base; quedó chulo, pero estaba muy nerviosa. Me pasaron a otra sala y vi salir a mucha gente: resulta que solo quedamos 10. Ahí sí me ilusioné”.

La última prueba era de transcripción. “Teníamos que escuchar una composición y pasarla al papel, en una sola escucha. En ese grupo ya era la más joven de lejos, todos tenían más de 30 años y experiencia profesional. Lo curioso es que la semana anterior había estado trabajando en esta tarea en el Conservatorio; lo que me falta de experiencia lo suplí con el hecho de que tengo fresco ese aprendizaje. La mayoría acabaron antes que yo: de hecho, me dejaron diez minutos más que al resto. Ahí ya era la única que no vivía en Madrid”.

Ahí quedaron ya únicamente dos personas. “Me llamaron para una última charla personal. Como había tardado más, pensé que era para despedirme de la prueba, pero resulta que no, que era para darme el sí. Me explicaron que valoraban especialmente el modo en el que había trabajado con el productor, y dijeron que me veían madura para ejercer como profesional, aunque no tengo la carrera acabada: he hecho los cinco años de elemental y uno de profesional, me queda bastante. Al otro chico lo cogieron como guitarrista para directos. Hago contratos por obra, con pluses dependiendo del rendimiento de las canciones”.

En Zaragoza, Andrea trabaja con el productor Burillo. “Me ha enseñado mucho a trabajar en el estudio: de hecho, la experiencia con él me ayudó a pasar esa prueba. Sigo aprendiendo: intento defender mis ideas, pero voy viendo que trabajar para una discográfica es formar parte de un equipo, y que el fin es sobre todo comercial. Si mi idea es buena, la valoran, pero se aplicará a que enganche más en ese plano, a que guste a mucha gente, lo que suena bien y mal a la vez. Lo mejor sería que lo que a mí me nazca conecte con los demás, pero también entiendo este camino y estoy muy contenta con todo lo que está pasando. A ver qué más pasa”, dice, sonriendo.

De toda su (corta) vida

La zaragozana lleva tocando la guitarra desde los cinco años. “En mi familia, especialmente mi padre y mi abuelo, me llenaron de música desde muy pronto: recuerdo escuchar los álbumes rojo y azul de los Beatles con mi abuelo. De hecho, llevo a los Beatles tatuados en el antebrazo. Mi padre me apuntó a clases de iniciación musical primero y de guitarra a los cinco años. También empecé entonces a jugar al fútbol en el Zaragoza femenino, he estado hasta los 17. Llevo cuatro años centrada ya en la música: probé un grado medio de Imagen y Sonido dos meses, pero no era lo mío y entré a Santa María”.

Andrea entiende que la dedicación exclusiva es necesaria si se quiere prosperar profesionalmente en el mundo musical. “En mi caso lo tengo claro, al menos: Música de la mañana a la noche. De hecho, he tratado de saltar pasos, haciendo varios años de elemental en uno. Con el piano llevo apenas tres años; me considero guitarrista, pero cada vez me voy desenvolviendo mejor con el piano”.

Su grupo y sus libros

Andrea tiene un proyecto musical propio, Color Lunar. "Somos dos chicas, ella canta y yo toco. Mi compañera Esther Laforga, de hecho, salió el año pasado por estas fechas en ‘Cover night’, un programa de Televisión Española que tenía a Mónica Naranjo y Miguel Bosé en el jurado. Lo hizo muy bien, la verdad. Hemos tocado en varias salas de Zaragoza, además de presentarnos en actividades con otras bandas, y estamos componiendo canciones actualmente”.

Andrea revela que aunque sus dedicación a la música es plena, también vuelca su inquietud creativa en la narración. En este caso, orientada a la autoayuda. “Fue un consejo de mi psicóloga, que leyó los escritos que le enseñaba y me animó a compilarlos y ordenarlos en un libro. Es un texto en el que vuelco historias del día a día y saco conclusiones tras cada una".

Andrea aclara sobre este nuevo impulso literario (es el segundo: el primero fue un poemario) que "aún tengo que trabajar bastante en él, pero voy a ponerme una fecha límite para tenerlo, porque si no seguiría corrigiendo y reescribiendo sin parar, me exijo mucho. Saqué un libro hace cuatro años, que comencé a escribir con 15, pero no tenía nada que ver con el que tengo ahora entre manos. Siento que con la escritura estoy haciendo algo que nunca me había planteado, y me costó dar el paso porque veía que era algo muy personal, pero me lancé y no me arrepiento".

La joven zaragozana se considera muy afortunada por las retribuciones espirituales que está obteniendo por seguir su vocación. "Creo que es muy bonito poder comunicarme con la gente haciendo lo que más me gusta".

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