Es posible perdonar y comprender a quien ha traicionado a los suyos, delatado a un amigo o, tras ser torturado, acaba por confesar y dar todo tipo de detalles sobre sus compañeros en la clandestinidad? Hace unas décadas, estas preguntas se escuchaban en debates varios en los que siempre había quien afirmaba que a los traidores, ni agua. Nunca he estado yo tan segura, porque nunca sabes, por muy honesto, leal y valiente que uno sea, hasta qué momento nuestra cabeza y nuestro cuerpo pueden resistir la presión y el dolor.

Hay muchas maneras de traicionar y una de ellas es la que se propone en ‘Stella, víctima y culpable’, producción alemana basada en un personaje y unos hechos reales que se desarrolla, inicialmente, en el Berlín de 1943. En ese escenario dominado por los nazis es donde discurre la historia de Stella, una joven judía que sueña con irse a Nueva York a triunfar como cantante de jazz, pero a la que la guerra y la furia hitleriana rompe todos sus sueños. Para sobrevivir, la única opción que encuentra es traicionar a sus vecinos y amigos.

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Interpretada con credibilidad por Paula Beer, ‘Stella, víctima y culpable’ nos enfrenta al dilema de negarse a colaborar, lo que implica acabar en un campo de concentración, o prestarse a ser un delator y seguir con vida. Esta es la propuesta de Kilian Riedhof, director que la desarrolla con un adecuado estilo narrativo, buen ritmo y una progresión dramática que nos permite descubrir la complejidad del personaje, una mujer brillante en muchos aspectos, amante de su familia, con ganas de vivir y triunfar, pero a la que todo se le pone en contra por ser judía, y acaba por dejarse llevar. 

Una película bien hecha y bien armada, que nos enfrenta a un dilema sobre el que es importante volver a debatir, con estupendos momentos musicales, algunos personajes definidos con mucho realismo y muy interesante.