LETRAS SUDAMERICANAS. OCIO Y CULTURA
Mariana Enríquez: "En mis cuentos no se salva nadie. Soy una psicóloga de fantasmas"
La escritora argentina suscitó una gran expectación en la librería Cálamo con su volumen de relatos 'Un lugar soleado para gente sombría' (Anagrama)
Hay escritores que parecen estrellas de rock, tenistas prodigiosas o criaturas que sojuzgan por su encanto y por su conexión con el terror que deriva de lo cotidiano. En pocas ocasiones ha estado tan llena la librería Cálamo como ayer con Mariana Enríquez: presentaba y firmaba ‘Un lugar soleado para gente sombría’ (Anagrama), su tercer libro de cuentos. La periodista y escritora Aloma Rodríguez dijo que se imaginaba “el espectáculo porque el libro es un placer total” y observó que veía a la escritora argentina superliberada, “más orgánica en la prosa y en las estructuras, desatada, disfrutona y con mucho humor”.
Mariana Enríquez se arrancó respondiendo a algo que no es una casualidad: sus libros de cuentos tienen todos doce piezas. “Concibo mis libros como discos. Pertenezco a la generación del CD, y suelo partir de once cuentos y un ‘bonus track’, por decirlo así. El doce es un buen número: es equilibrado”. Apuntó la escritora que para armar un libro tiene algunos cuentos más, “es bueno ponerse un límite y el doce también me sirve. Una vez que tengo los cuentos, empiezo a buscar las conexiones, los elementos comunes, de la forma más estrecha. Y seleccionar doce relatos es una buena disciplina, y yo soy muy disciplinada”.
Por sus atmósferas, por sus personajes extremados, por algunos hechos aterradores, el libro tiene algo de viaje a periferias infernales, a espacios marginales, donde la violencia y el terror se anudan sin contemplaciones. El escalofrío es de puro pavor o casi de incredulidad. Mariana Enríquez dijo que es suyo era un libro realista, marcado por lo ominoso, lo violento, la crudeza, la crueldad. En la superficie y en el fondo habla de los desaparecidos, de la espiral que no cesa de la dictadura. “En mis cuentos no quiero que se salve nadie. Soy una psicóloga de fantasmas, los fantasmas son reales. En las afueras cada vez hay más violencia. Y la doble lectura de mis cuentos, como relatos de género de terror y a la vez como crónica de un tiempo, lo está en la violencia como realismo, y los fantasmas son el subrayado”.
Recordó que ella escribe algo más que terror, “pero a la gente le gusta más el terror”. Recordó que a veces sus ficciones se retroalimentan de sus crónicas, “mi visión del realismo es la del realismo de la crónica, y por otra parte uso mucho en mis cuentos el periodismo cultural de la investigación. Yo no he hecho periodismo de lo real propiamente. A veces en mi narraciones tomo hechos de la realidad, cosas que han pasado, y las ficcionalizo”. Explicó que para ella la crónica es más abierta, se inclina más a la libertad de la forma y el cuento es más cerrado.
La explicación de los finales de sus cuentos le llevo a decir: “Creo que las cosas no terminan definitivamente nunca. No me gusta hacer un texto bonito, con moño, porque así tampoco ocurre en la vida. La literatura no tiene que imitar a la realidad y y a la vez no debe traicionar la experiencia sensible. Un final puede ser desolador o terrible o ir desvaneciéndose”, apuntó.
Un poco antes había repasado algunos de sus libros, como la novela ‘Cómo desaparecer completamente’, un canto casi objetivo de situaciones terribles; ‘Paseos al cementerio’, y la biografía ‘La hermana menor’, sobre Silvina Ocampo, cuyos cuentos filosos, irónicos y casi siempre perturbadores no son ajenos a su propia inspiración. La autora no se conforma: parece que siempre se atreve a dar un paso adelante.