'Dune, parte 2': Ciencia ficción imponente
El director Denis Villeneuve, en cuya destacada trayectoria ya había cobrado relieve la ciencia ficción como atestiguan la magistral ‘La llegada’ y ‘Blade Runner 2049’, solventó con notable alto el reto mayúsculo de plasmar el complejo imaginario creado por el escritor Frank Herbert. Un universo, con el desértico planeta Arrakis como símbolo, al que antes se acercaron David Lynch, con un filme tan de culto como fallido, y Alejandro Jodorowsky, al frente de un filme que nunca se rodó.
‘Dune’ (2021) desprendía un magnetismo reforzado por la ambición y el dominio materializados y por el aire denso y detenido. ‘Dune. Parte 2’ corrobora que Villeneuve está construyendo una saga cinematográfica grande y rotunda. Imponente y poderosa, instala en el interés y la inmersión, base con la capacidad de adquirir una carga todavía más potente y virtuosa en los momentos determinantes, envueltos en lo atrayente y lo emocionante.
Los elementos que aborda, aunque tamizados por el tono exigente, están emparentados con lo clásico, esencia que vuelve a representarse en primer término en la figura del elegido y en la cuestión del camino a tomar. Paul Atreides (Timothée Chalamet) se compromete con el pueblo Fremen y asume el liderazgo intentando que no se cumplan sus visiones. La realidad de que el destino se impone conlleva que en su evolución aumenten los matices, también reflejados en la madre (su oscuridad) y en la guerrera a la que ama, recelosa por el ambiente alrededor.
La película habla de lo que se disemina a través de las creencias religiosas para remitir con sugerencia a lo que hay por encima (y por debajo) de la política y la guerra, al poder verdadero en las sombras que influye mientras teje sus hilos. Los detalles que el desarrollo se come son lo de menos, sobre todo al pensar en los viajes encima de los gusanos de arena, en la fuerza del tramo en blanco y negro, en la arenga clave o en la resolución.
