Pepe Lorente: "El mayor premio es estar en paz conmigo y con Mauricio Aznar"

Nacido en Zaragoza en 1980, el actor aragonés interpreta al músico zaragozano Mauricio Aznar Müller (1964-2000) en la película ‘La estrella azul’ de Javier Macipe, que se estrena el viernes en más de 80 salas.

Lorente, en Zaragoza, junto a la escultura de Aznar realizada por Joaquín Macipe y Daniel Elena
Lorente, en Zaragoza, junto a la escultura de Aznar realizada por Joaquín Macipe y Daniel Elena
Oliver Duch

Usted estudió Derecho, pero finalmente se decantó por la interpretación. ¿Cómo nació su vocación de ser actor?

Empecé en un grupo que se llamaba Quía Teatro, con Marian Pueo, y luego, a los 18 años, lo compaginaba con Teatro Che y Moche. Pero mi madre, muy hábilmente, me dijo: «Yo te voy a apoyar siempre, pero, ¿qué te parece si estudias algo mientras?» Y así fue. Finalmente, terminé la carrera, pero nunca hubo ningún atisbo en mí de querer ir por ese camino, aunque me ha ayudado porque el derecho da mucha disciplina para trabajar.

Ha aparecido en  series como ‘El Ministerio del Tiempo’, ‘Élite’ ‘Todo lo otro’, en películas como ‘El reino’, ‘La maternal’ y en varios proyectos internacionales...

Hice de apóstol en ‘Resucitado’ (Kevin Reynolds, 2016) y el año pasado rodé ‘Un asunto de honor’, un largometraje del actor y director Vincent Perez en el que doy vida a un espadachín. Y ahora, en marzo, voy a interpretar a un embajador español en la serie ‘Wolf hall: the mirror and the light’, con Mark Rylance (‘El puente de los espías’) y Damian Lewis (‘Homeland’).

Y ahora le vamos a ver en un papel que le ha marcado profundamente, el del músico zaragozano Mauricio Aznar en la película ‘La estrella azul’. ¿Le resultó complejo asumir este reto?

Fue un vértigo tremendo. Cuando Javier Macipe me dijo que quería que yo hiciera el papel sentí una alegría inmensa. Pero a la vez, siendo de Zaragoza y sabiendo quién era Mauricio, me entró un miedo atroz. Me debatí siempre entre el temor y el amor, y traté de que este último ganara.

No ha debido de ser fácil interpretar a un artista aragonés tan querido y recordado, con todas las miradas cercanas de familiares y amigos puestas en usted...

Siempre tuvieron una buena mirada hacia mí. Venía refrendado por Macipe, que conocía a la familia de Mauricio. Pero, claro, no me podía sustraer a la idea de que yo no me parecía físicamente. Javier insistía y decía que no pasaba nada, que se trataba de interpretarlo esencialmente. Pero yo tampoco era músico ni cantaba. Son muchas cosas las que hacían que el síndrome del impostor apareciera cada dos por tres en mi cabeza.

¿Cómo afrontó la preparación musical del personaje?

Javier buscaba a un músico a quien poder enseñar a actuar o a un actor que tocara lo suficiente como para instruirlo en los ritmos del rock y la chacarera. Yo le daba un poco a la guitarra y tenía ritmo porque tocaba de joven la batería. Macipe vio que yo lo podía hacer y fui aprendiendo con la ayuda de profesores como Iñaki Fernández, Pablo y Cuti Carabajal y el propio Javier Macipe.

¿Llegó a conocer en persona a Mauricio Aznar?

No, pero lo vi una vez por la calle y tuve la clara sensación de que era un poeta, con un halo místico. Lo vi parado con unos amigos y tuve la clara sensación de que aquella persona era alguien que venía de otro tiempo y de otro lugar, un ‘rocker’ en bicicleta.

El rodaje de ‘La estrella azul’ fue una aventura salpicada de dificultades. ¿No pensó nunca en tirar la toalla?

Siempre tuve la fe de que se iba a hacer. Veía a Javier tan comprometido y tan seguro de lo que quería que esa llama prendió en mí y pasó de ser un proyecto profesional a una misión personal. Cuando se caía y se volvía a caer era duro –el rodaje comenzó en marzo de 2020 y arrastró varias dificultades derivadas de la pandemia–. Pero ahí estábamos, como Quijote y Sancho yendo a la Ínsula Barataria.

De todos los elogios por su interpretación, ¿con cuál se queda?

Con el de Inge Müller, la madre de Mauricio. Cuando Javier fue a enseñarle la película a su casa, ella dijo que a los dos minutos se le había olvidado que era un actor y que solo veía a su hijo.

Que se haya hecho una película como esta ya es un triunfo. La cinta ha recibido varios galardones y aún tiene recorrido por delante hasta llegar a los Premios Goya en 2025...

Javier y yo nos dijimos desde el primer momento: «No trabajemos para los premios, sino para la esencia y para lo que estamos contando». El mayor premio para mí es estar en paz conmigo y con Mauricio, con su madre, con sus amigos, con Zaragoza, con Santiago del Estero, y que la película llegue. Y si vienen premios, bienvenidos sean.

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