literatura y pensamiento. ocio y cultura

Xavier Nueno: “Desde que hay escritura tenemos la sensación de que hay demasiado que leer”

El escritor e investigador presenta en Cálamo su libro ‘El arte del saber ligero. Una breve historia del exceso de información’ (Siruela)

Retrato del investigador y escritor Xavier Nueno.
Retrato del investigador y escritor Xavier Nueno ( Barcelona, 1990).
Archivo Siruela.

Permítame que le pregunte: ¿quién es Xavier Nueno, qué campos le interesan, cómo son sus colaboraciones con otros profesionales y creadores, dónde se siente más cómodo y más realizado, si puedo decirlo así?

Soy investigador en un sentido amplio y bastante libre (poco disciplinar). He vivido en varios países: Francia, Estados Unidos, México. Actualmente entre Lausanne, donde enseño en la Escuela Politécnica Federal, y Barcelona. Desde hace años me intereso por la variedad en las formas de conocer —y cada vez más de medio-conocer, intuir, o ignorar. Vamos, que me fascina casi todo... Tal vez por esta curiosidad desmedida me ha interesado la larga historia del exceso de información (el deseo de saberlo todo y acumularlo en algún sitio). Recientemente se ha publicado la primera parte de esta investigación en la editorial Siruela.

¿Cuáles eran las ideas de este libro, ‘El arte del saber ligero. Una breve historia del exceso de información’ (Siruela), que presetna el jueves 25 con Sergio del Molino, a las 19.00, en la librería Cálamo? No sé si es una depuración o el compendio de una tesis doctoral.

Este libro es una reescritura de mi tesis de máster que realicé en Paris entre 2012 y 2014. El año pasado, a punto de terminar la tesis doctoral en Harvard, decidí publicarlo. Cuando empecé a escribir este proyecto, en 2012, justo se popularizaban términos a los que hoy nos hemos acostumbrado como ‘big data’, inteligencia artificial y, en general, la percepción de que estábamos viviendo una avalancha informativa sin precedentes a través de los ‘smartphones’ y las redes sociales. Me interesó descubrir que esa percepción en realidad es prácticamente una constante a lo largo de la historia —de hecho, ya en Platón se advierte del riesgo que, con la invención de la escritura, el mundo quede sepultado por el texto. ‘El arte del saber ligero’ trata de entender esta percepción de la sobreabundancia en distintos momentos y describir de qué modo, en otros momentos de la historia, se ha respondido a situaciones de exceso de información.

¿Qué ha significado la Biblioteca de Alejandría en la historia de la Humanidad, y por reducción de la lectura y del libro?

Todavía hoy cuando Google tiene que describir su misión se puede referir a la Biblioteca de Alejandría como su principal modelo. En su mayor parte, la tradición humanística celebra su existencia y el relato de su incendio es recordado como uno de los momentos más traumáticos de la transmisión del conocimiento antiguo. Sin embargo, hay otra tradición que ha visto en ese incendio una oportunidad para aligerar el pasado, para empezar de nuevo sin todo ese conocimiento acumulado. En el mundo antiguo, esa perspectiva es típica entre los escépticos y vuelve con fuerza durante el barroco (otra época que identificamos con la sobresaturación y el exceso). Las vanguardias históricas tampoco fueron ajenas a esta pulsión y diría que hoy toma formas distintas a través del deseo de desconexión, la abstinencia de las imágenes, o los debates sobre qué partes de la memoria histórica hay que conservar y cuáles se pueden o deben suprimir.

‘"El arte del saber ligero’ trata de entender esta percepción de la sobreabundancia en distintos momentos y describir de qué modo, en otros momentos de la historia, se ha respondido a situaciones de exceso de información"

¿Desde cuándo nos ha interesado tanto la información, la acumulación de saberes, y en que se parece y se diferencia a la situación que estamos viviendo hoy?

De alguna manera, desde que hay escritura tenemos la sensación de que hay demasiado que leer. En el libro menciono a un escriba egipcio, Jajeperreseneb, que ya en el 2000 a.C. se quejaba de que todo estaba dicho: “Si tan solo pronunciase las palabras que nadie conoce, y los versos extraordinarios, en un nuevo lenguaje que nunca palideciese, libre de la repetición, ¡ni un verso desgastado por los antepasados!”. Aunque este tipo de lamento debía afectar a una clase muy reducida en Egipto, hoy esa percepción se ha extendido hasta el punto de que todos somos víctimas de este exceso de información. Uno de los argumentos del libro es que no es tanto un problema de exceso como uno de acceso: o, dicho de otro modo, el discurso del exceso aparece cuando cambia quién tiene acceso al conocimiento.

¿Cómo ve la actualización compulsiva de la información y eso que hacen ya muchos medios, de diversos actos o acontecimientos, del minuto a minuto?

Me preocupan las formas en las que la saturación nos insensibiliza. Más que con la cantidad de datos, me parece que el exceso de información tiene que ver con una disposición. Es el momento en el que perdemos la capacidad de distinguir entre las cosas. Esta sensación nos hace sentir abrumados, hastiados, deprimidos, carentes de una alternativa. Frente a esta pulsión grave, repetitiva, resignada, hay otra que se opone diametralmente que es la que yo llamo el “saber ligero”. Una forma de ver el mundo liviana, alegre, que colecciona diferencias y se apasiona por lo nuevo. Este tipo de saber hace que aquello que creíamos que solo puede ser de una manera deje de sernos familiar y lo veamos bajo una luz nueva.

Reflexiona mucho sobre la idea de los clásicos y los extractos. ¿Cómo nos han llegado, cómo es el proceso, y qué necesidad hay o qué intención hay detrás de esa operación constante en la historia de la divulgación de nuestro pasado?

A menudo pensamos en la transmisión cultural como aquello que se conserva entre generaciones. Pero, en realidad, siempre es mucho más lo que se pierde y se olvida. Ese olvido forma parte de la transmisión tanto como lo que se preserva. En el libro me propongo investigar cómo han cambiado las formas de perder y de olvidar. Tal vez estos artes del olvido nos indiquen algunas grietas por las que comenzar a escapar de este mundo obsesionado con la conservación, en el que hasta el último movimiento de la retina es capturado y vendido en un mercado global de datos.

"Me preocupan las formas en las que la saturación nos insensibiliza. Más que con la cantidad de datos, me parece que el exceso de información tiene que ver con una disposición. Es el momento en el que perdemos la capacidad de distinguir entre las cosas"
Xavier Nueno presenta en Cálamo su libro 'El arte del saber ligero'.
Xavier Nueno presenta en Cálamo su libro 'El arte del saber ligero'.
Archivo Harvard University.

¿Quiénes son los terroristas de los libros, desde cuándo vemos que el libro puede ser un instrumento de Terror?

En su mayor parte, la destrucción de obras es algo accidental, fruto de la desatención y la negligencia, pero en otros momentos ha sido una práctica realizada a consciencia. Inmediatamente nos vienen a la mente la inquisición y sus índices de libros prohibidos. Sin embargo, esta práctica era familiar también entre los ilustrados franceses quienes proponen escribir una obra —‘la Enciclopedia’— que haga prescindibles todas las demás. Aunque solemos asociar la Ilustración con el apogeo de la cultura libresca, a los ilustrados como Voltaire o Diderot, los libros solo les gustan si los han escrito ellos o sus amigos. El resto, la letra muerta, no hace sino entorpecer el acceso a lo verdaderamente importante. Poco tiempo después el sueño de un fuego expiatorio se realizó en las piras de la revolución francesa que tenían por objeto la liquidación de la memoria del antiguo régimen.

Recordando la cita final de Sócrates, que advierte de los misólogos y de los misántropos, ¿quiénes eran los misólogos y cómo obraban?

Esta tradición, amplia y difusa, cuenta entre sus más reconocidos exponentes clásicos a figuras como el propio Platón y su advertencia de que la escritura proporcionará olvido y no memoria; a Aristóteles y su diagnóstico del intelectual como persona melancólica; a Séneca y sus aviso sobre los riesgos de una lectura voraz para la tranquilidad del alma; a cínicos y escépticos de todo lugar y momento que no dudan en exponer la vanidad del estudio y del saber; o a autores satíricos como Luciano de Samósata, que ridiculizan la ignorancia de los bibliófilos. Sus fuentes no son solo grecolatinas, sino que pueden rastrearse también en el Eclesiastés («Hacer muchos libros no tiene fin, y demasiada dedicación a ellos es fatiga para el cuerpo») o en las 'Epístolas' de Pablo («La letra mata y el espíritu vivifica»). La lista de autores que han nutrido (y se han nutrido de) la tópica del Terror es interminable: ¿qué escritor puede asegurar no haberse quejado nunca de que es imposible escribir nada nuevo o de que cualquier literatura pasada fue mejor?

¿Cómo se explica una figura como Montaigne, que decía que había que permanecer el menor tiempo posible entre libros, y se convirtió en una referencia universal con sus ‘Ensayos’? ¿Cada libro intenta ser una biblioteca ideal? ¿Quién percibe eso?

A medida que me acercaba al final de la investigación, me preguntaba si no era algo pretencioso hacer un libro sobre los demasiados libros. Era como servirle en bandeja el argumento a un potencial crítico: ¡otro libro de más!... Mientras trataba de dar respuesta a la pregunta de porque escribimos libros si hay demasiados caí en la cuenta de que la literatura moderna parte de un ejercicio de reducción de las bibliotecas. Podríamos pensar en ‘El Quijote’ y el famoso escrutinio de la biblioteca, pero también en Montaigne. Montaigne es una figura tutelar en este sentido porque aseguraba pasar el mínimo tiempo posible entre los libros y, sin embargo, escribió una de las síntesis más formidables de la literatura clásica. De esa gran reducción de biblioteca que son sus ‘Ensayos’ se puede sacar una conclusión importante: un libro es siempre un intento de reducir una biblioteca, de hacer innecesarios todos los libros que uno ha leído para llevarlo a cabo. De manera que llegamos a la paradoja de que la única razón por la que escribimos es porque hay demasiados libros.

"La lista de autores que han nutrido (y se han nutrido de) la tópica del Terror es interminable: ¿qué escritor puede asegurar no haberse quejado nunca de que es imposible escribir nada nuevo o de que cualquier literatura pasada fue mejor?"

¿Puede establecerse algún vínculo entre la imprenta, internet y la Inteligencia Artificial? ¿Son comparables de algún modo?

Hay algo en lo que todas estas tecnologías se parecen y es que dividen a sus usuarios entre partidarios acérrimos y detractores apocalípticos: invención divina o máquina infernal. Me imagino que, para un alemán de Maguncia en 1453, la imprenta se debía ver como algo tan revolucionario e inimaginable como para nuestros padres internet y para nosotros la inteligencia artificial. Solo hay que pensar en el papel que jugaron las distintas culturas del libro y formas de leer durante las guerras de religión entre católicos y protestantes para intuir hasta qué punto la imprenta sacudió los cimientos de Europa...

¿Qué les debemos a los humanistas y a los eruditos?

Los humanistas suelen tener sus reservas frente a la erudición. Hay una cierta ansiedad frente a aquel tipo de saber que se acumula sin ponerse en circulación. Y toda una serie de patologías que se desarrollan por su culpa: la melancolía, el resentimiento, la desesperación, la indolencia, las ensoñaciones, etc. Creo que en un momento de fuerte crisis de las humanidades está bien recordar que no vale con acumular conocimiento y que hay que buscar formas de ponerlo en diálogo con lo que ocurre en el mundo contemporáneo. Me parece que defender las humanidades como la ‘utilidad de lo inútil’ es algo complaciente y con pocos visos de futuro.

¿Desde cuándo se entiende que la Universidad tiende al anquilosamiento del conocimiento? ¿Qué hay de verdad y de mito?

Ni el humanismo ni la ilustración ocurrieron en las universidades a pesar de que hoy sobreviven en ellas. De hecho, en buena medida fueron reacciones contra la cultura escolástica que se percibía excesivamente lúgubre, farragosa y polvorienta. Por otro lado, mi experiencia siempre ha sido muy afortunada. He tenido la suerte de trabajar en departamentos de vanguardia en los que había un interés real por conectar el conocimiento que se produce ahí con otras esferas y campos. Hay una tradición que entronca con escuelas experimentales como la Bauhaus, el Black Mountain College, o el departamento donde estudié mi doctorado en Harvard, el Carpenter Center for Visual Arts que concibe la universidad como un centro de vanguardia en la investigación artística y en humanidades.

"Creo que en un momento de fuerte crisis de las humanidades está bien recordar que no vale con acumular conocimiento y que hay que buscar formas de ponerlo en diálogo con lo que ocurre en el mundo contemporáneo"
Portada del libro de Siruela, subtitulado 'Una breve historia del exceso de información'.
Portada del libro de Siruela, subtitulado 'Una breve historia del exceso de información'.
Heraldo.es

¿Qué nos puede decir sobre la segunda parte de la investigación?

Precisamente entronca con tu última pregunta. En la segunda parte investigo el exceso de información en el siglo XX. ¿Cómo hemos aprendido a automatizar la búsqueda de información y cómo ha cambiado el mundo a raíz de esto? Uno de los capítulos trata sobre la burocratización de la universidad a partir del surgimiento de las métricas de impacto en la academia. Fue este sistema el que adoptó Google para su primer algoritmo, PageRank, pero eso ya es otra historia... ¡Espero que llegue pronto!

LA FICHA

'El arte del saber ligero. Una breve historia del exceso de información'. Xavier Nueno. Posfacio de Philippe Roger. Siruela: Biblioteca de Ensayo. Madrid, 2023. 247 páginas. [Presentación, 25 de enero de 2024. Librería Cálamo, 19.00. En compañía de Sergio del Molino.]

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión