Un jardín con vistas al Holocausto

Jonathan Glazer adapta la novela de Martin Amis y resucita el horror de Auschwitz manteniéndolo fuera de campo en una de las películas del año

La familia del comandante Höss, a cargo de Auschwitz, disfruta del verano en su jardín ajena al horror que tiene lugar tras la empalizada.
La familia del comandante Höss, a cargo de Auschwitz, disfruta del verano en su jardín ajena al horror que tiene lugar tras la empalizada.
Colpisa

No se ve una sola gota de sangre en ‘La zona de interés’. No aparece ni un acto de violencia. Y, sin embargo, el cuarto largometraje de Jonathan Glazer, desde hoy en los cines, aborda el Holocausto desde el mismo corazón de su abyección, el campo de concentración de Auschwitz, donde se calcula que el Ejército nazi exterminó a más de un millón de personas. El autor de ‘Sexy Beast’, ‘Reencarnación’ y ‘Under the Skin’ logró el Gran Premio del Jurado en Cannes y representa al Reino Unido en los Oscar con la adaptación de la novela homónima de Martin Amis, que murió de cáncer de esófago al día siguiente de la presentación del filme en el certamen francés.

¿Cómo hablar casi 80 años después de una de las barbaridades más execrables de la historia? Martin Amis se atrevió a abordarlo desde el humor negro. «Si lo que estamos haciendo es bueno, ¿por qué huele tan mal?», se preguntaba uno de los personajes de la novela. Glazer no fuerza tanto el tono de sátira y apuesta por un concepto esencial del cine, el fuera de campo, para incomodar al espectador.

Una pantalla en negro durante dos largos minutos nos da la bienvenida. Mientras, una música industrial y un trajín de factoría -el sonido es esencial en el filme- ceden paso al piar de los pajaritos. La familia del comandante Rudolf Höss (Christian Friedel) disfruta de un plácido día de verano en el campo. El disciplinado soldado que ha logrado convertir Auschwitz en cuatro años en una eficiente máquina de matar y cremar seres humanos disfruta de una bonita casa con jardín y piscina pegada al campo de exterminio.

Atendidos por un ejército de criados salvados de la cámara de gas, su mujer (Sandra Hüller) y sus cinco hijos vestidos de pequeños tiroleses disfrutan de una acomodada existencia burguesa. Todo el tiempo se escucha el runrún de los hornos, gritos de los presos y sus guardianes y fugaces disparos. Pero los Höss no parecen oírlos. El comandante es un padre paciente que lee cuentos a su hija por la noche. Juegan entre un césped cuidado y parterres de flores. Si levantan la vista, contemplan el alambre de espino y el humo de los hornos y del tren que trae puntualmente remesas de presos.

«Nunca tuve la intención de recrear ninguna atrocidad visualmente», afirma Johathan Glazer. «Quería hablar al espectador de la capacidad humana para la violencia, la que tenemos como especie, y también de la familiaridad de los perpetradores. Se trataba de ver a estas personas no como anomalías, sino como a nuestros vecinos, personas normales que acabaron convirtiéndose en asesinos en masa y estaban tan disociados de sus crímenes que no los veían como tales».

La banalidad del mal

El Obersturmbannführer Rudolf Höss existió en la vida real. Actuaba bajo la supervisión directa de Himmler, declaró en los juicios de Nuremberg y murió ahorcado delante del crematorio de Auschwitz. Glazer ha reproducido su hogar a partir de las fotos familiares. En ‘La zona de interés’, el protagonista nunca levanta la voz. Perfecciona la mecánica de incineración como si fuera un hombre de negocios y su vida solo se ve alterada cuando le anuncian un ascenso con el consiguiente traslado. Los Höss no quieren abandonar su edén.

La filósofa Hannah Arendt acuñó la expresión ‘banalidad del mal’ para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus acciones, solo por el cumplimiento de las órdenes. Jonathan Glazer viene a añadir que el mal se acaba metiendo dentro de nosotros, enfermándonos de manera física, como el hollín de los cuerpos quemados que acaba impregnando los pulmones de los miembros de la SS.

Un abrigo de pieles robado a un muerto, las botas manchadas de sangre que limpia diligentemente un judío, las piezas dentales con las que juegan los niños... ‘La zona de interés’ se va enrareciendo de manera progresiva hasta convertirse en un espejo en el que reflejarnos en el presente. Jonathan Glazer: «Intento mirar a estas personas como si fueran nuestros vecinos. Se trata de nuestra capacidad de la violencia y de la complicidad hacia ella. De cómo hacemos una disociación del mundo para proteger nuestro propio estado mental, nuestra seguridad, nuestro lujo y nuestras elecciones».

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