'Agente X. Última Misión': Harlin y Eckhart siguen ahí
Los años 90 fueron la época de Renny Harlin en la industria estadounidense. El director finés estuvo detrás de ‘La jungla 2. Alerta roja’, ‘Máximo riesgo’, ‘La isla de las cabezas cortadas’, ‘Memoria letal’ y ‘Deep Blue Sea’. En los 2000 entró en otra etapa, si bien ‘Cazadores de mentes’, ‘Cleaner’ y ’12 trampas’ constataron su validez como profesional con oficio, etiqueta que retiene (así lo sugieren ‘Hércúles.
El origen de la leyenda’ y la hongkonesa ‘Bodies at rest’) aunque su variopinta trayectoria posterior haya sido desigual. Su implicación y la del actor Aaron Eckhart, quien también lleva tiempo a la baja, activan la curiosidad respecto a ‘Agente X. Última misión’ a pesar de su clara condición de película de acción de presupuesto limitado. Ambos ejercen su cometido de modo honroso en un ‘thriller’ en el que lo aceptable asoma a ratos entre la monotonía y lo formulario.
Este tipo de filmes generan afinidad a poco que atraigan los ecos de serie B y se detecten ciertas maneras y un nivel mínimo. En cambio, entretiene menos de lo que gustaría. Más que por su manido esquema central (el agente desligado de la CIA al que piden ayuda ante la amenaza que representa un excolaborador, hecho que le enfrenta a su pasado), la circunstancia se debe a su empeño en describir una gran trama y graves problemas (los trapos sucios de la Inteligencia americana al descubierto, la tensión internacional, las protestas) cuando su tratamiento es un ‘quiero y no puedo’.
No lograr sacar de lo funcional la relación entre el protagonista y el villano, antes íntimos. Asimismo, sorprende que la historia, basada en una novela, desaproveche tanto que el personaje se dedica ahora a la albañilería (dos apuntes malos y escasos) cuando podía constituir un rasgo vistoso y distintivo en las escenas de pelea. Sí que funciona mejor, por convencional que resulte, el vínculo con la joven compañera interpretada por Nina Dobrev.
