La sal común, recurso geológico y elemento cultural

El Museo de Ciencias Naturales de Zaragoza inaugura una exposición sobre el ‘oro blanco’ de la Antigüedad

La sal se explota en Aragón al menos desde época romana, y en puntos como Remolinos, donde se produce en gran cantidad y calidad, se considera inagotable. En Aragón hay minas, salinas, fuentes y lagos salados. Por eso el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza ha organizado una exposición que recorre el universo histórico, económico y social de la sal. La muestra, inaugurada este lunes por el rector, José Antonio Mayoral, y la vicerrectora de Cultura, Yolanda Polo, ha sido comisariada por Miguel y Guiomar Calvo.

"La idea de esta exposición surgió a raíz del proyecto ‘Recuperación de la memoria olvidada de las minas aragonesas’, que hemos desarrollado en los últimos años –señalaba esta tarde el director del Museo de Ciencias Naturales, José Ignacio Canudo–. Hemos querido abordar el tema de la sal desde el punto de vista geológico, pero también social y cultural". Todo, con un claro sentido didáctico, porque no en vano el museo lo visitan cada año miles de escolares.

La muestra ‘Una pizca de sal’ se aloja hasta el 3 de febrero en la sala Odón de Buen, algo reducida para lo mucho que da de sí el tema, pero José Antonio y Guiomar Calvo han conseguido reunir un centenar de piezas que cuentan infinitas historias. A cada paso, en cada vitrina, saltan numerosas curiosidades a los ojos del visitante.

Se exponen, por ejemplo, utensilios tradicionales como un retradero, un carburo, un especiero o una de las vagonetas que se utilizaban para llevar la sal de Remolinos a la estación de tren de Pedrola; un ukiyo-e en el que se pueden ver unas ‘Salineras’ japonesas o un grabado que sirve para explicar el singular modo en que se extraía sal en las minas suizas de Bex, en los Alpes. "Nuestra intención es mostrar que el mundo de la sal es bastante más complejo de lo que parece y tiene un importante entronque cultural e incluso turístico", añadía Miguel Calvo.

El visitante descubrirá la evolución de los saleros, qué es la sal ígnea o qué relación hay entre la sal y productos tan comunes como la lejía. Postales y fotografías antiguas, publicidad de época, curiosidades como un bracito de sal de los que se utilizaban hace décadas en los bautizos, una bola de sal de las empleadas para alimentar el ganado... Y sal en todas sus presentaciones. Hasta en la más reciente, ya que se expone un paquete de sal de la mina de Soledar, en Ucrania, destruida por los rusos al empezar la guerra. Se salvaron 20.000 toneladas, y se decidió envasarlas en paquetes pequeños y venderlas para recaudar fondos.

Una última curiosidad. Uno de los libros que se exponen es el ‘Commentariorum de sale libri quinque’, publicado por Bernardino Gómez Miedes en 1579. Está abierto por una página en la que el obispo de Albarracín habla del uso que en Zaragoza se hacía de la sal. En la transcripción de uno de sus párrafos se lee: "Y los zaragozanos, al tomarla, no solo condimentan de forma agradable sus cuerpos, sino que también de este condimento, por ventura, se deriva que casi todos se dejen llevar hacia las sales del espíritu más festivas y divertidas".

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