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Antonio Soler: “No me obsesiona la violencia, sino su amenaza, la intimidación y el poder”

El  premiado escritor malagueño, tras el éxito de 'Sacramento', publica 'Yo que fui un perro' y desarrolla la sinuosa psicología de un maltratador

Antonio Soler, libro a libro, desarrolla una obra narrativa muy variada y poderosa, pródigas en asuntos y en compromiso.
Antonio Soler (Málaga, 1956), libro a libro, desarrolla una obra narrativa muy variada y poderosa, pródigas en asuntos y en compromiso.
Archivo A. Soler.

“Me llamo Carlos Canovas Merchán. Soy estudiante de Medicina y tengo una novia llamada Yolanda. Yoli. Yuli. También la llamo Lili, Yola. A veces, Yolona. Yolona es en el acto, en momentos de ansia, cuando lo hacemos y ella desvía los ojos. Los pone de un modo, casi vacíos, y sabe que eso me excita y me perturba. Me excita y me perturba. Me excita de mal modo, me excita lo bajo. Me lleva a no ser yo, a que aflore lo oscuro que tengo y que tienen todas las personas”. Así se presenta en el segundo párrafo de ‘Yo que fui un perro’ (Galaxia Gutenberg), de Antonio Soler, el joven que protagoniza este libro, escrito como un diario a lo largo de seis meses; la muchacha vive enfrente de su casa y la mira a menudo por el balcón. Una nueva novela del autor de ‘Sur’, ‘Bailarinas muertas’ o, entre otros títulos premiados y traducidos una docena de lenguas, la estremecedora ‘Sacramento’ (Galaxia Gutenberg, 2021), basada en un hecho real de abuso de autoridad y de infamia sexual que sucedió en Málaga. ‘Yo que fui un perro’ se presenta el lunes 9 de octubre, a las 19.00, en la librería Cálamo, aborda otros asuntos importantes: la obsesión de un manipulador que esconde a un maltratador.

¿Cómo se sale de una novela como 'Sacramento' (Galaxia Gutenberg) y cómo se afronta un libro como este?

De ‘Sacramento’ se sale agotado, al menos fue mi caso, esa es la novela que más me ha costado escribir. ‘Yo que fui un perro’ parte del hallazgo de las páginas de un diario hace bastantes años.

Lo recuerda en las últimas líneas. “Las cuartillas pertenecían a la agenda publicitaria de una empresa petrolífera (…) Las cuartillas correspondían a tres meses diferentes y la extensión del texto oscilaba entre las cinco líneas de la página más reducidas y las diecinueve de la más extensa”.

Sí. En su momento me impactó el tono de aquellas páginas y cuando hace un par de años volví a leerlas tuve la misma impresión. Así que traté de meterme en esa piel, en ese tono, y dar forma al personaje central y al mundo que lo rodeaba siempre desde su mirada, desde su punto de vista.

¿Le obsesiona la violencia como asunto que nos marca mucho o es un tema que se impone?

No me obsesiona la violencia. De hecho en esta novela apenas hay violencia. Me preocupa mucho más su amenaza, los mecanismos de control o de intimidación, en definitiva, de poder que unas personas tratan de tener sobre otras, en todos los ámbitos.

¿Cómo ha trabajado la personalidad de Carlos, con tanta sobriedad y sin ocultar su perfil maquiavélico?

Mimetizándome, desarrollando el perfil que encontré en aquellas páginas manuscritas y recordando comentarios y actitudes de jóvenes a los que en su día conocí. Rasgos que en su momento podían ser considerados como normales y que en el fondo encerraban formas de dominio.

"Traté de meterme en esa piel, en ese tono, y dar forma al personaje central y al mundo que lo rodeaba siempre desde su mirada, desde su punto de vista"

¿Bastan seis meses para descubrir un perfil tan complejo y hacerlo sin afectación alguna, sin efectismo? Al fin y al cabo su novela desentraña, paso a paso, la psicología de un maltratador.

Sí, a través de ese periodo de tiempo y teniendo en cuenta que es el protagonista quien habla, podemos ahondar en su personalidad. Él trata de describir a los demás pero al hacerlo, juzgando, analizando y censurando, lo que finalmente está llevando a cabo es un autorretrato.

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