Un espectáculo de magia con pedida de mano incluida

El ilusionista Jorge Blass logró que todo el público del Palacio de Congresos de la Expo ‘flipara’ con sus números

El ilusionista, en un momento de su actuación de este sábado en el Palacio de Congresos de la Expo
El ilusionista, en un momento de su actuación de este sábado en el Palacio de Congresos de la Expo
Toni Galán

Una ley no escrita del ilusionismo señala que un mago de verdad nunca emplea colaboradores camuflados entre el público. Esta es, en el mundo de la prestidigitación, la frontera que muchas veces separa a aristócratas de plebeyos.

El madrileño Jorge Blass es de los ilusionistas con título nobiliario, y bien que lo demostró este sábado. Pero en la función sí tuvo a alguien ‘compinchado’ entre el público, aunque lo había conocido poco antes y no tenía ningún papel en el espectáculo. Pasado el ecuador de la función, el ilusionista eligió a una pareja de la parte media del patio de butacas, Alejandro y Laura, y la hizo subir al escenario para que le ayudaran. Acabado el efecto, dio la palabra al joven. Alejandro contó que él y Laura se habían conocido tres años antes, al poco de salir del confinamiento, en un espectáculo de magia. Y que por eso había querido volver a ver otro ‘show’ con ella. Y allí, rodilla hincada en el escenario, le pidió que se casara con él. Llegó el sí, el beso y la ovación enfervorecida del público, aunque este dudó sobre si aquello era real o no.

Homenaje a Tamariz

Lo era. "Me gusta mucho la magia y hace tres años fui a ver un espectáculo, cuando todavía había restricciones de aforo –relataba Alejandro al término de la función–. Allí tuve la suerte de conocer a Laura, y por eso he querido hacer esto. El equipo que trabaja con Jorge Blass es genial y me lo ha puesto muy fácil".

Fue una más de las sorpresas de una función que está llena de ellas a lo largo de su hora y media de duración. ‘Flipar’, el espectáculo que ha traído Jorge Blass a Zaragoza (este domingo es a las 18.00, con entradas a 27-35 euros) no da un minuto de tregua al espectador. Se abre con el mago cantando una especie de rap en el que hace nada menos que 27 efectos, desde cambiar el color de la montura de sus gafas a lanzar al aire un cubo de Rubik desordenado para recogerlo milagrosamente resuelto. Y se cierra prácticamente igual, con una cabalgata de efectos inverosímiles.

"Flipar es sentir algo increíble e inefable –aseguraba el artista–. No puedes flipar cuando quieras, no está en tu mano. Pero os garantizo que esta noche fliparéis y que los que suben al escenario son espectadores de verdad, no actores". Y el público flipó. Tanto en los números de magia de cerca (en uno rindió homenaje a Juan Tamariz, su maestro) o en los de magia de escena. Hoy por hoy, Blass es el único que puede predecir que alguien elegido al azar, cuando se le pregunte cuál es su lugar favorito en el mundo, responda Ojos de Montil, un humedal de Rueda de Jalón. Así que al final de sus espectáculos, el público, atónito, se preguntaba: "¿Cómo lo hará?".

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