LETRAS ESPAÑOLAS. ARTES & lETRAS

Una carta de su maestra de párvulos devuelve a Fernando Arrabal a España y al paraíso de su infancia

El dramaturgo, de 91 años, publica en el sello zaragozano Libros del Innombrable su última novela, 'Un gozo para siempre'  y viaja por el país

Fernando Arrabal fue invitado al Festival Periferias en 2008 y suscitó interés y atracción.
Fernando Arrabal fue invitado al Festival Periferias en 2008 y suscitó interés y atracción.
Javier Blasco/Heraldo.

El pasado 11 de agosto, Fernando Arrabal (Melilla, 1932) cumplía 91 años. Sigue al pie del cañón, en el centro de la gravedad de la creación, interesándose por todo: por la literatura, con el surrealismo, el Oulipo y el movimiento Pánico por bandera, por la pintura (es pintor, dibujante constante y animador de artistas), por el ajedrez, por el cine y, por supuesto, por el teatro: como dramaturgo y como teórico.

No vamos a descubrir ahora a Fernando Arrabal: su rebeldía, su búsqueda, su ironía pertinaz, su inclinación a la poesía y su feroz antifranquismo. Fue procesado y enclaustrado en las cárceles de Franco, no lo olvida nunca, y quizá por ello ha elegido Francia, en concreto París, para realizar una obra personalísima, diferente, que es erudita, divertida, erótica, y por supuesto filosófica. En Zaragoza tenía algunos amigos más que especiales: Antonio Fernández Molina (AFM) siempre se sintió honrado con su amistad y entendía que era un escritor distinto e inclasificable. Y tiene aquí a su principal editor de los últimos años: Raúl Herrero, del sello Libros del Innombrable, donde acaba de publicar ‘Un gozo para siempre’ (Zaragoza, 2023. 163 páginas), que puede definirse como un viaje, un retorno a los orígenes (Ciudad Rodrigo, Salamanca, Extremadura, los lugares de la niñez y adolescencia), pero también como una novela inventario o una novela testamento donde Arrabal recuerda los temas, los autores, las disciplinas y los fantasmas que le han acompañado.

Talante, ternura y eco literario

Raúl Herrero explica para HERALDO: "Suelo ser leal a mis amigos, en especial, si me tratan bien y son personas a las que admiro. La literatura de Fernando Arrabal, para mí, está en primera línea de las que ahora se hacen en castellano. Cada título tiene su historia, su proceso y sus peculiaridades de edición. En todo caso, los libros de Arrabal se hacen siempre aceptando sus sugerencias, al menos siempre que nos es posible". Arrabal, para muchos, merece el premio Cervantes. Herrero define así la novela: "‘Un gozo para siempre’ es una novela iniciática que, al mismo tiempo, puede leerse como una iniciación a la obra de Arrabal y como la culminación de una parte de su obra para sus lectores más veteranos".

Un curioso juego de Arrabal, al que se incorporaban a menudo los surrealistas, entre ellos Antonio Saura.
Un curioso juego de Arrabal, al que se incorporaban a menudo los surrealistas, entre ellos Antonio Saura.
Archivo Heraldo.es

El editor de Libros del Innombrable valora así la importancia de su autor: "Arrabal es una de las personas más sensibles, cariñosas y generosas que he conocido, ahí, en sus obras, está para los que lo quieren conocerlo en profundidad y no dejarse llevar por las caricaturas que algunos le rotulan. En sus obras está todo".

"Precisamente en estos lugares, ahora, hay una casa, desocupada, con una gran mesa para tus croquis, un patio pequeño pero soleado y una higuera preciosa. Ahí podrías vivir para siempre, bien, de los más cómodamente y sin dejar de hacer tus dibujos"

La novela, muy libre, novela de artista en cierto modo, es un buen ejemplo de ello. El escritor, que tiene un gran don de fabulación y no teme a los usos y extravíos de la dispersión, placentera, parte de un hecho que no sabemos si es real e imaginario (con Arrabal, todo es posible): recibe una carta desde Ciudad Rodrigo, «arrinconada en un misal», que habría escrito para él su «maestra de párvulas», la monja Mercedes Unceta, que lo consideraba un sabio y que le marcó su existencia por entero. Criatura de obsesiones, mitómano a su modo, Arrabal le da las gracias por todo lo que le enseñó y por lo que mucho que lo animó, incluso a dibujar el paraíso: «La madre me había preparado también para comprender (inconscientemente) a Louise Bourgeois, o a Marcel Duchamp, o a Tristan Tzara, o al Surrealismo, o a Santa Mónica (bereber), madre de San Agustín", escribe.

Entre otros detalles, que abundan porque la memoria mítica de Fernando Arrabal es selectiva y abarcadora, vemos la carta, que no tiene desperdicio: «Fernandito, amado mío: Me satisface tanto que todo te vaya tan bien fuera, que hasta el convento llegan noticias tuyas. Me pregunto si no el el momento de volver ya a la Sierra de Francia, las Hurdes, las Batuecas. Aquí todos te añoramos y, precisamente, acabo de encontrar lo mejor para ti y tus láminas. Precisamente en estos lugares, ahora, hay una casa, desocupada, con una gran mesa para tus croquis, un patio pequeño pero soleado y una higuera preciosa. Ahí podrías vivir para siempre, bien, de los más cómodamente y sin dejar de hacer tus dibujos». Esos espacios, pregunta el escritor (que también ha hecho poesía y que posee una valiosa trayectoria como cineasta, con siete películas), «¿ya solo aparecen, tras ochenta años, en el torbellino de mis nostalgias».

Fernando Arrabal en un retrato de Juan Barte, con dibujos del propio escritor. La foto está datada el 5 de mayo de 2023.
Fernando Arrabal en un retrato de Juan Barte, con dibujos del propio escritor. La foto está datada el 5 de mayo de 2023.
Archivo Arrabal/Galería Cayón/Innombrable.

Los compañeros de aventura

Fernando Arrabal realizará ese viaje con una joven doctora, Odile Réage, y entre ambos se mantendrá un diálogo en el que el escritor habla de todo un poco: del paisaje, de España, de sus artistas y escritores (el Greco, Picasso y Dalí, especialmente, entre los españoles, a los que suma Cervantes, claro; Warhol y Duchamp, entre los extranjeros), y hace constantes calas en su trayectoria vital y creativa. Su vida en el país, la huella inmensa y luminosa de su madre, la evocación dolorosa de su padre muerto, su estancia en el ejército, el encuentro y amistad con Borges, que lo llamó ‘africano’ y al que le dedicó una de sus películas, su complicidad con Beckett (que estuvo aquí antes de la Guerra Civil y percibió que «en España se puede alcanzar el fracaso»), su relación con John Cage. Tampoco falta el erotismo en composiciones como la dedicada a la rica galerista y musa de artistas Peggy Guggenheim: “Sí, es una depravación que te lama tu falo. /(…) Me siento deseada cuando a tu sexo bajo. / (…) Me enloquece fumar con tu filtro de amor / … por los siglos de los siglos”.  En otro poema se pregunta: "¿Cómo el placer de gozar superó al gozar de placer?".

El libro sorprende y atrapa por su duende, por su ingenio, por su magia, por su frescura, por su insolencia. Y porque detrás está Arrabal, que aún sigue viajando alrededor de sí mismo con ganas de provocar y de comerse el mundo. Y con su inmensa sabiduría y con muchas cosas que contar. La novela también puede ser leída como un testamento: España se desplaza con él allá donde va y en todo lo que escribe.

Portada del libro de Fernando Arrabal.
Portada del libro de Fernando Arrabal.
Archivo Innombrable.
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