relato

'Una noche complicada': un relato de Felipe Benítez Reyes

Benítez Reyes (Cádiz, 1960) es autor de una obra versátil que abarca poesía, novelas, relatos, ensayos y artículos de opinión.

Ilustración de 'Una noche complicada'.
Ilustración de 'Una noche complicada'.
Tomás Ondarra

La suerte es oscilante, pero la mía oscila de un modo exacto: si me pasa algo bueno, sé que lo siguiente que me pase va a ser malo. Es la mecánica peculiar de mi destino.

El pasado mes de agosto me vino demasiado bueno como para no alimentar la inquietud de lo que estaba por venir. El caso es que me fui a Tarifa, a casa de unos amigos (pan de centeno, Osho…) que mantienen en pie el sueño de una Arcadia compuesta en lo esencial por marihuana de cosecha propia y por relaciones sexuales cambiantes. Trasnoché, bebí, fumé. Madrugué, comí, chingué. Me bañé, canté. (Incluso pesqué, como algunos apóstoles).

La última noche, me brindaron una cena de despedida (no imaginen demasiado: una 'fondue' de queso, que es lo más parecido a comerse una muñeca derretida en medio de una especie de ritual antropofágico, cada cual con su pincho). A esas alturas, yo estaba agotado de tanto entretenimiento, de modo que, después de cenar, les dije que me apetecía dar una vuelta solo por la playa. Así que a la playa me fui.

"Eh, tú", me dijo el Tejera, que siempre anda por donde menos debe. "No vayas más allá. Esta noche no, compadre". Y, claro, ¿quién atiende a las razones de un loco? Así que continué mi paseo.

"Eh, tú", oí de nuevo en una voz que no era la del Tejera. "Quieto ahí". Y quieto me quedé por un instante, pero seguí andando. Daba la impresión de que aquella noche la playa era un guiñol de majaras a pleno rendimiento. "¿Adónde vas a estas horas? ¿Quieres que te peguen un tiro?". Me había fumado unos canutos, de modo que le contesté a aquella voz: "Estoy dando una vuelta, ¿pasa algo?". Y la voz me contestó "Allá tú, colega".

No llevaría ni 20 pasos andados, cuando oí otra voz: "Eh, tú. Ven aquí". Pregunté: "¿Quién eres?", y oí una risa. "¿Que quién soy? Te regalo la playa entera si lo adivinas. Te he dicho que vengas aquí". Pero seguí mi camino. "Eh, niñato, ven aquí". Me volví y vi a un tipo vestido de modo impersonal, pero su vestimenta resultó ser lo de menos gracias a la circunstancia de que el tipo llevaba en la mano una pistola. "No des ni un paso más". Y no lo di, porque las pistolas tienen esa virtud: te paralizan cuando alguien te apunta con ellas, a pesar de que nuestro instinto de comadreja nos urja a salir corriendo. "Siéntate", y en la arena me senté. "Levántate", me ordenó luego. "Ven conmigo", y con él me fui.

Llegamos al chiringuito California, especializado en pescados a la plancha durante el día y en cubatas dudosos durante la madrugada. No había ningún cliente y las sillas estaban ya patas arriba encima de las mesas, lo que daba a aquel establecimiento un aspecto de feria de arte contemporáneo.

"Ya tengo aquí al pringao", dijo mi raptor a uno que trajinaba detrás de la barra. "Pues vamos allá", y sacó de debajo del mostrador una escopeta. "En marcha", y en marcha nos pusimos.

Llegamos a una duna. "Escucha lo que voy a decirte: vas a quedarte sentado aquí. Cada cuarto de hora enciendes esta linterna y la mueves en círculo durante quince segundos, ¿entiendes?". No tuve más remedio que informar de un pequeño contratiempo logístico: no tenía reloj. "Toma el mío. Considéralo tu paga", me dijo mi raptor. "Otra cosa, capullo", me dijo el de la escopeta. "No se te ocurra moverte, porque estaré apuntándote desde lejos, ¿vale? Si te mueves, vas a saber lo que sienten los conejos cuando hay cacería".

Se largaron y me quedé sentado en la cima de la duna con la linterna en una mano y con el reloj en la otra. Allí pasé más de dos horas, encendiendo y apagando la linterna, haciéndole señas circulares al mar. Como es lógico, pensé en huir, porque sabía que nadie estaba apuntándome, pero la verdad es que veía cañones de escopeta por todas partes.

¿Qué significaba aquello? Sobra la explicación: yo era un cebo falso. Y a nadie le gusta sentirse como un cebo, porque sabes que, antes o después, llegará el depredador. Y así fue: llegó la Guardia Civil. "Documentación", y cacheo, y todo el repertorio. Y al talego, desde donde escribo estas líneas.

Mi abogado de oficio dice que todo esto es irregular, que no pueden tenerme aquí mucho tiempo. Pero el caso es que aquí estoy.

Mis amigos han venido a verme. Dicen que van a organizar otra 'fondue' en cuanto salga. Y sueño con ese momento, porque esa 'fondue' será el principio de un nuevo ciclo, una nueva espiral de mi suerte. Y ya veremos.

El autor

Felipe Benítez Reyes nació en Rota (Cádiz) en 1960. Es autor de una obra versátil que abarca poesía, novelas, relatos, ensayos y artículos de opinión.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión