Mariano Bazco: “Suelo desconectar un poco, pero al final puede conmigo el libre albedrío”

El 50% de los Starkytch Pinchadiscos, miembro activo de los ‘vinilovers’ zaragozanos y director de proyectos del estudio Línea Diseño desde 1998 es un enamorado de las vespas, los discos, la ribera alta del Ebro y la ética de la estética estival

Mariano Bazco, a la fresca, tan ricamente.
Mariano Bazco, a la fresca, tan ricamente.
H. A.

¿Qué significa el verano para usted, qué le sugiere? 
Para mí, el verano es luz, calor y movimiento. 

¿Cómo lo vivía en su infancia y adolescencia?
En constante movimiento, precisamente. Lo relaciono a recorrer en bicicleta cientos de veces el pueblo; ya de adolescente, recorría los pueblos de la ribera del Ebro de fiestas en la Mobilette de mi abuelo.

¿Y en la edad adulta?Con calor, y haciendo mover el ‘cucu’ a medio Aragón con los Starktych Pinchadiscos.

¿Tiene o ha tenido tiempo para irse de vacaciones este año? ¿Dónde planea ir?
Sí, fui a San Sebastián a despeinarme, al Peine de los Vientos. También pasaré una semana en Alagón ciudad de vacaciones, para seguir dando vueltas en Vespa por los alrededores.

¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?Formentera, vivida en Vespino cuando no estaba masificada, siguiendo la estela de ‘Lucía y el sexo’. Recientemente, Roma, siguiendo las localizaciones de ‘La gran belleza’.

¿Cuál es su rincón de Aragón favorito para desconectar?
Torla y, en especial, el hotel Villa de Torla, que está en un rincón de la plaza. Siempre doy un paseo a Ordesa por el camino viejo.

¿Qué destino vacacional tiene pendiente? 
Dos: Nueva York y Tokio. 

¿Recuerda alguna anécdota estival vinculada a su profesión o a las vacaciones?
De niños, estando de vacaciones en Peñíscola con mis padres, todos los días paseábamos hasta el castillo y nos compraban un helado de cucurucho. Había días grandes con helado grande, de tres bolas, con montaña de nata y bengalas. Cuarenta años después, aún me permito algún helado con bengalas, y recuerdo a mi padre. De adolescente, el primer beso fue una noche de verano y se oían las cigarras. Con Starktych, una madrugada de verano después de actuar, acabamos comiendo jamón en casa de un concejal que se había venido arriba e invitó a todo el pueblo a su casa. Fue surrealismo aragonés, entre Buñuel, Berlanga y 13 Rue del Percebe.

¿Qué lecturas u otras actividades realiza estos días? Conciertos, teatro, festivales... 
Me gusta leer biografías, estoy con ‘Bowie por Bowie’ un libro de entrevistas a, efectivamente, David Bowie. Y espero que me regalen (ahí lo dejo) ‘Agua y jabón’, de Marta D. Riezu. En cuanto a la música, evito los grandes festivales (cosas de la edad) y disfruto más de cualquier actuación callejera, al aire libre. Bueno, y me gustan los conciertos del monasterio de Veruela.

¿Qué planes cumple de los que se propone cada verano: descansar, desconectar, crear...?
¡Ninguno! Suelo desconectar un poco, pero al final puede conmigo el libre albedrío. Me disperso en relaciones sociales, bares, terrazas y saraos. Escucho más música de lo normal, y me ordeno los vinilos. Suelo sacar algún hueco para escribir proyectos de radio y enredos que nunca salen. 

¿Qué película, canción y/o concierto evoca un verano inolvidable para usted?
‘La Piscine’, sale Jane Birkin de joven: para mí, el verano es afrancesado. También ‘El talento de Mr. Ripley’ donde se ve el disfrute y la estética de un verano que nunca tendré. Mi canción veraniega por antonomasia es ‘El bello verano’ de Family, que canto a las chicas que me gustan sin que me oigan, y ‘Susurrando’ de Peor Imposible, que grito a los chicos cuando pincho para que bailen.

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