cultura

El adiós de Manolo Escobar a Zaragoza

El patriarca de la canción española cantó en la capital aragonesa a finales de 2012, semanas antes de su retirada. En el Marpy coincidió con el cantaor Paquito de Guadix

Manolo Escobar, en el Marpy, entre los trajes y las monteras de los matadores Roberto Bermejo y el Molinero.
Manolo Escobar, en el Marpy, entre los trajes y las monteras de los matadores Roberto Bermejo y el Molinero.
Diego Rodrigo

Fue un viernes de noviembre de 2012. Habíamos quedado con Manolo Escobar. Actuaba el día siguiente en la Sala Mozart, en su despedida de la capital aragonesa. Uno de sus últimos conciertos. Se retiró definitivamente el 9 de diciembre en Gerona. La cita era en El Real a las 19.30, en la plaza del Pilar. Escobar ya tenía que ayudarse de una muleta para caminar. Junto a él, siempre atento a lo que necesitara, su sobrino Gabriel García Escobar, y el promotor zaragozano Félix Cartagena, también representante de Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina e Isabel Pantoja, entre otras figuras máximas de la canción española. Llegó puntual el patriarca de la canción española. Pero en vez de responder a las preguntas de la entrevista concertada, pidió media hora para ir a ver a la Virgen del Pilar. Sin mentarlo, Manolo Escobar se sentía en las postrimerías. Se estaba despidiendo. Quedamos una hora después en el Marpy, en la plaza de Santa Marta. Manolo y su sobrino se fueron a rezar, y Cartagena, el apoderado taurino Antonio Castilla Pino ‘Antoñín’, el fotógrafo Diego Rodrigo y el abajo firmante nos fuimos ya a ver a Jorge García Mora al Marpy.

A las ocho y media en punto (20.30) hizo entrada Manolo Escobar en el Marpy. Jorge y Rosa echaron esa noche la casa por la ventana y abrieron la Puerta Grande del entonces local de referencia de la tauromaquia en Zaragoza. Y entre vino Ribera del Duero y jamoncito del barbi, Diego Rodrigo tomó una de las últimas imágenes en vida de Manolo Escobar, pues su enfermedad se agravó semanas después hasta fallecer en octubre de 2013. Posó sentado, entre los trajes y las monteras de los matadores de toros Roberto Bermejo y Ricardo Aguín ‘el Molinero’. A un lado también, el cartel con todas las puertas grandes de Las Ventas: de Paco Camino a Palomo Linares, pasando por Curro Romero y, por supuesto, la del 72 del maestro aragonés Raúl Aranda. Antoñín sacó el capote y recibió a porta gayola. "Tres Manolos hay en España que nadie más puede tener, Manolo Escobar se llama, Santana y el Cordobés", recitó Castilla. Ya sobre mesa y mantel, además de contestar a las preguntas de la entrevista, Manolo Escobar accedió a hablar por teléfono con la hermana de Antoñín, Soledad, extasiada seguidora del cantaor.

En la entrevista, respondió a todo. Hasta a peliagudas cuestiones sobre Cataluña, entonces y ahora presentes. El cantaor, confeso seguidor del Barça, mostró una defensa apasionada de España. Ya en la puerta del local, le dije que no estaba dispuesto a morirme sin haber cantado el ‘Viva España’ con Manolo Escobar. Él me corrigió puntualizando que el oficioso himno nacional español se llama ‘Y viva España’ y no ‘Viva España’. Y después de decirle que jamás una conjunción copulativa estuvo tan bien puesta, entre vivas y entre oles, ‘Y viva España’ se cantó. Y cuando ya se hacía tarde, apareció por allí Paquito de Guadix, cantaor andaluz radicado en Zaragoza recientemente fallecido, habitual en el Marpy y en otros escenarios de tronío de la inmortal ciudad. Ciertamente, esa noche solo faltaba el inefable Juanjo Facheli. Se excusó argumentando que se encontraba cerrando un par de importantes operaciones inmobiliarias en Madrid...

Volvamos con Paquito, con el encuentro con Manolo Escobar. Venía de desayunar en Gregorys, en la calle Costa, donde Isidro Moliner Berné le había puesto su cafecito con leche. Sí, sí, Guadix desayunaba entonces a las ocho de la tarde y se acostaba a las ocho de la mañana. Después, en el Marpy, coincidieron por última vez Manolo Escobar y Paquito de Guadix. Sin monstruos como Fernando Saló, Jesús Gareta o Jorge Berges que tomaran el mástil de la guitarra, Guadix se atrevió esa noche a navegar a capella. Paquito cantó a pecho descubierto. Se arrancó con ‘Siete bandoleros’, de Antonio Salazar Barrul ‘el Zíngaro’. Tres cancioncitas más, hasta rematar con su preferida: ‘Yo te lo digo cantando’, curiosamente del hermano del Zíngaro, Luis Salazar Barrul ‘el Luis’. Como Morante de la Puebla toreando de capa: tres y una media de Guadix, y aquello ardía por los cuatro ‘costaos’… Unos lloraban, otros se pegaban con la cabeza en la pared... Imperdible. Imborrable. Al otro día, Manolo Escobar llenó a reventar la Sala Mozart. Con muleta, con evidentes signos de la enfermedad, demostró una vez más que le sobraban tablas, que seguía siendo el número uno. Incluso acudió a cantarles a los abuelicos del Hogar San José, de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, aunque Félix Cartagena rogó discreción con esta última comparecencia.

Escobar, como decíamos, se despidió definitivamente de los escenarios el 9 de diciembre de 2012 en Gerona. La foto que sostiene gráficamente esta página se tomó menos de un mes antes, en su adiós a Zaragoza. Paquito de Guadix cantó en los últimos años solo para muy amigos, en fechas muy elegidas. Hace dos años, dos fuera de serie, los Raúles (Raúl Aznar y Raúl Falo), le convencieron para que le cantara a Vicente Sola en el restaurante Riskomar de Zaragoza. A la guitarra acompañó otro monstruo, el malagueño Rafael Huertas Guerrero ‘el Soleá’. Apenas una docena de amigos de verdad fueron testigos. Los vídeos de esa velada, capturados con teléfonos móviles, se cotizan a precio de oro. Era el adiós de otro grande, Paquito de Guadix.

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