San Benito de Orante, el templo que acaricia el alma y solivianta todos los chacras

Situada a nueve kilómetros de Jaca, esta pequeña ermita atrae a curiosos de toda España. 

Imagen de archivo de la romería a Orante.
Imagen de archivo de la romería a Orante.
Soledad Campo

Antonio Javierre es un hombre tan afable como directo a la hora de hablar. Su querida ermita de San Benito en la diminuta pedanía jaquesa de Orante (donde reside, y de la que ha sido alcalde 50 años antes de pasar el testigo a su hijo) es su ocupación a tiempo completo, que ejerce por puro cariño al lugar. "A mis 80 años, estar al pie de la ermita cada mañana y subir a mostrarla a los visitantes es un placer. A las 9.00 empiezan las visitas, nos quedamos hasta las 13.00 y si hay que esperar un rato más, porque queda alguien dentro, esperamos. Cada quien debe vivir su experiencia a su aire".

Algo hay en San Benito que atrae a gente desde todos los rincones de España, algo que trasciende lo meramente religioso. Se habla de fuerzas telúricas, de presencias palpables, pero Antonio rechaza esas categorizaciones. Lo ideal, según su devoto guardés, es llegar, entrar, quedarse un rato a oscuras y despejar la mente, abrirla a sensaciones indescriptibles que, según dicen quienes las han experimentado, solo puede definirse como maravillosas. "Es un lugar especial, desde luego, que invita a encontrarse con uno mismo. Emociona, eso sí: hay quien sale llorando, pero de felicidad, y lo normal es que se marchen con una sonrisa y ganas de volver", apunta Antonio.

La ciencia dice que la ermita, en lo alto de una loma, registra mediciones sorprendentes en el ámbito electromagnético. El santo al que está consagrada la ermita fue (valga la redundancia) ermitaño, y se distinguió por sus austeridad y rechazo de la fama mundana, ya que su primer milagro documentado por la Iglesia fue reparar un colador roto, llamó la atención de un modo que él no ambicionaba.

Orientación oeste

La ermita de Orante está a 500 metros del pueblo, en lo alto de una colina. El pequeño templo se sale de la norma de orientar su altar al este: es justo al revés. Las vistas son espectaculares: se divisan casi medio centenar de pueblos de Aragón y Navarra. Además, está justo en el punto de división entre las corrientes del río Aragón y del Gállego. Es uno de los cinco los santuarios benedictinos de la zona junto al de Erata (próximo a Yésero), Leyre (Navarra), Ballarán (en Yebra de Basa) y San Juan de la Peña.  

Se cree que el emplazamiento de la ermita, cuya construcción data del siglo XI, fue en la prehistoria un observatorio solar. Actualmente sigue atrayendo curiosos, alentados por el boca-oreja y las historias multiplicadas por los medios de comunicación, entre los que se halla el mismísimo ‘Cuarto milenio’ de Iker Jiménez.

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