Muñecas, feminismo y patriarcado
La existencia de un ‘live-action’ sobre Barbie, muñeca que había originado filmes de animación, resultaba a priori algo desconcertante y temible. Sin embargo, la implicación de dos figuras como Margot Robbie y Ryan Gosling y la aportación creativa de Greta Gerwig, directora de ‘Lady Bird’ y de ‘Mujercitas’, avivaban la curiosidad. La actriz, en un papel que se hará icónico, exhibe su capacidad para el juego cómico con el estereotipado perfil y para la faceta emocional y su compañero, en el rol de Ken, se entrega a lo conscientemente ridículo.
La exitosa película combina la vistosidad paródica del mundo ideal y ‘cuqui’ invadido por el rosa (los saludos continuos, la felicidad extrema, los bailes y momentos musicales) con un cauce expositivo feminista. Su tratamiento y su singularidad (su lado ‘inenarrable’) desprenden atractivo, el cual habría fluido en mayor medida si su carga humorística no tendiera a quedarse en la imagen y si en su interesante discurso no se notara tanto la agenda política.
La historia, con elementos clásicos (la toma de conciencia en medio de la repetitiva cotidianeidad, el viaje), señala que la protagonista, convencida del ejemplo positivo que ejercen las 'barbies', descubre que la sociedad humana no se parece en nada a lo que pensaba. El retrato efectuado remite al patriarcado, sistema que Ken, quien se siente ninguneado, desea replicar al volver a casa. A estas circunstancias se suma el factor, en cualquier caso divertido, de que todos los hombres descritos (los chicos de Barbieland y los trajeados ejecutivos de Mattel) son idiotas.
Dentro de su carácter ‘militante’, el mensaje incluye apuntes integradores y habla más en clave femenina que feminista cuando se refiere a las frustraciones de las madres, reivindica el hecho de ser mujer y aboga por encontrarse a una misma y de la manera en que una crea. No obstante, el subtexto del cierre presenta su parte ‘dudosa’.
