Pixar mantiene su estatus en la animación, si bien es cierto que estos últimos años su capacidad de maravillar no se manifiesta de manera tan regular. A la circunstancia se suma la sensación de que su permanente propósito de explorar la esencia emocional le lleva a caer en algunas fijaciones ‘elevadas’. Estas intervienen menos en ‘Elemental’, aunque su eco sí que explica lo que se detecta después en la narración. La película de Peter Sohn, director de ‘El viaje de Arlo’, se inspira en ‘Del revés’, una de las mejores obras del estudio en la pasada década, en cuanto a los personajes y sus colores. Si antes eran estados de ánimo, aquí son los elementos de la naturaleza, con los claros paralelismos entre la joven de fuego y la ira de aquel título. A partir de esta modulación, Pixar despliega una propuesta cuyos aspectos atrayentes no ejercen fascinación pero sí deparan recorrido y entretenimiento.

La historia desborda imaginación en los rasgos visuales de la ciudad mostrada, en los diseños y al describir los estilos de vida de las distintas culturas plasmadas (los elementos). Con este envoltorio, la incipiente relación de la chica de fuego con el chico de agua enlaza con la cuestión de la unión que no puede darse debido a las diferencias instaladas en la sociedad. Una situación de sugerente clasicismo, también presente en la presión interna por las dudas acerca de continuar con el legado familiar y así no defraudar o elegir el camino propio, el que llena de verdad. A su vez, el relato aplica con sencillez e inteligencia un discurso en favor de la integración frente a los prejuicios. Un mensaje revestido de lo que evocan esos padres que emigraron para salir adelante y ese barrio en el que residen los ciudadanos de costumbres más marcadas.

No obstante, los alicientes mencionados se enfrentan a una dinámica expositiva tendente a la redundancia y en la que falta una diversión de mayor ‘enganche’.