El Museo de Zaragoza conserva instrumentos de castigo y tortura que usó la Inquisición

El centro guarda en almacenes desde el siglo XIX un arca con algunos artefactos punitivos únicos en España

El Museo de Zaragoza guarda tesoros ignorados. Una de las pequeñas colecciones cuya existencia casi nadie conoce es un conjunto de artefactos de castigo y tortura que seguramente usó en algún momento la Inquisición, y que son únicos en España. Se trata de grilletes, mordazas, esposas y jaulas en las que se exponían públicamente las cabezas de los decapitados por la justicia. Todos ellos elementos de hierro y madera, muy pesados, y que ponen los pelos de punta al imaginar su uso.

Las piezas se guardan en una de las áreas de reserva del museo, en las adecuadas condiciones de temperatura y humedad. Llegaron allí en febrero de 1874, y aunque en el centro se los vincula habitualmente a "la Inquisición", fue el ayuntamiento de la ciudad quien los depositó. La clave la da un documento del 9 de febrero de 1874 que se conserva en el archivo del museo. En él, el municipio relacionaba una serie de elementos que entregaba al centro y citaba "una caperuza de pergamino, dos a modo de faroles dentro de los cuales se ponían las cabezas de los ajusticiados, varias mordazas, argollas con sus almohadillas y la veleta que tiene las armas de la Inquisición, grillos y esposas no comunes hoy. Procedían de la cárcel de los manifestados, conocida vulgarmente por Arco de Toledo".

A Luis Sorando López, asesor histórico para distintos proyectos cinematográficos y estudioso de estos temas, le ha sorprendido ver las fotografías de HERALDO con el material conservado en el museo. "No conozco ninguna ciudad española en la que se exponga al público este tipo de material, ni que incluso lo conserve". Pero advierte también de que en este campo «hay mucha fantasía».

"En España hay un par de museos de la tortura y de la Inquisición, en Santillana del Mar y en Toledo –añade–, y lo que se presenta allí no son piezas originales ni en muchos casos artefactos que históricamente se emplearan en España o en época de la Inquisición. Son objetos que despiertan el morbo y el interés general pero que históricamente plantean dudas. Del cinturón de castidad, por ejemplo, aún no se han encontrado pruebas de que existiera en la Edad Media, contra lo que todo el mundo cree. Y en el terreno de los castigos corporales, la famosa ‘Dama de hierro’ es también un invento del siglo XIX, no la usó la Inquisición".

La ‘Dama’ o ‘Doncella’ de Hierro era una especie de ataúd metálico que en su interior tenía clavos que, al cerrarse sobre la víctima, le causaban heridas no necesariamente mortales y, por tanto, proporcionaba una agonía lenta. Un vistazo a la bibliografía sobre este tema saca a la luz ingenios como el ‘aplastacabezas’, la cuna de Judas o la pera anal. Todos especialmente dolorosos y humillantes, pero buena parte de ellos pura fantasía. "Entre la Inquisición española y la pontificia hubo notables diferencias –subraya Sorando–. La de aquí estaba muy regulada y no era tan salvaje como se piensa. Las torturas, que las hubo, no podían causar a los reos deformación permanente, mutilación o muerte. Y las llevaba a cabo un verdugo civil, no la Inquisición. Por eso ese tipo de instrumentos que aún conserva el Museo de Zaragoza yo los veo vinculados más a la justicia civil que a la propia Inquisición, aunque parece innegable que ésta los usó".

Cepo de cuello como el que aparece en uno de los grabados en los que Goya denunció los abusos de la Inquisición.
Cepo de cuello como el que aparece en uno de los grabados en los que Goya denunció los abusos de la Inquisición.
José Miguel Marco

Los artefactos del museo no se han expuesto nunca al público ni han sido estudiados por un especialista. Tampoco están datados. Pero hay detalles que abonan la tesis de que los usó la Inquisición. Entre ellos, el hecho de que en el documento de entrega se menciona un artefacto con las armas del Santo Oficio.

Además, uno de los ‘Caprichos’ de Goya demuestra que al menos uno de los artilugios sí lo usaba la Inquisición. En ‘No hubo remedio’, una de las estampas que el artista de Fuendetodos usó, según los historiadores del arte, para criticar al Santo Oficio, presentó a una mujer con un capirote vergonzante y un cepo de cuello idéntico a dos que se conservan en Zaragoza: un anillo de madera y hierro forjado, con un leve almohadillado en su parte superior para que el reo descansara allí la barbilla. Una vez cerrado el cepo en torno al cuello, el vástago largo de madera conectado a él por la parte frontal servía para afianzar los grilletes de las manos. El reo, así, tenía sus movimientos muy limitados.

Muy significativo es el pasaje del documento que hace referencia a que el lote "procedía de la cárcel de los manifestados, conocida vulgarmente por Arco de Toledo".

Jaula en la que se exponía al público la cabeza del reo decapitado.
Jaula en la que se exponía al público la cabeza del reo decapitado.
José Miguel Marco

La cárcel de manifestados era un establecimiento penitenciario que dependía del Justicia y del derecho foral. Cualquier aragonés que se acogiera al Privilegio de la Manifestación era protegido por el Justicia hasta que se le realizase un juicio justo. Ni el propio rey ni sus oficiales podían entrar en la prisión para llevarse al reo.

La Puerta o Arco de Toledo estaba ubicada en la actual avenida de Cesaraugusto, entre los restos de la muralla romana y el Mercado Central. Su origen se remontaba al siglo I de nuestra era y en 1440 fueron trasladadas a sus torres las cárceles reales, que antes estaban situadas en la Puerta Cinegia, y en 1556 los diputados del Reino instalaron allí la cárcel de la Manifestación.

Acogió al Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, quien en 1591 acabó decapitado en la propia plaza. Y su cabeza se expuso públicamente. Puestos a fantasear, quién sabe si se mostró en uno de los ‘faroles’ que guarda aún el Museo de Zaragoza o en algún otro similar, pero más antiguo.

"Las ejecuciones buscaban ser ejemplarizantes, por eso se exponían las cabezas de los reos. Y solo se decapitaba a los nobles", concluye Sorando.

Mordaza de hierro que inmovilizaba la lengua del reo y le impedía gritar.
Mordaza de hierro que inmovilizaba la lengua del reo y le impedía gritar.
José Miguel Marco

La ampliación del museo, en marcha

Desde que fuera nombrado director del Museo de Zaragoza en 2016, Isidro Aguilera no ha dejado de sorprenderse por la variedad de los fondos del centro. "Eso nos ha llevado a pensar que el museo, cuando se haga la imprescindible ampliación, debería tener un montaje más antropológico y presentar al público piezas que habitualmente no se exponen pero que ilustran muy bien la historia de Zaragoza y de Aragón". Como la colección de artefactos de castigo y tortura. Pero, para mostrarlos, antes hay que ampliar el museo, proyecto en el que ya está trabajando el Ministerio de Cultura, y que integrará el edificio de la antigua Escuela de Artes.

Del inmueble actual quedan obras pendientes, y hace tan solo unos días el BOE publicaba el concurso para acondicionar la planta bajo cubierta del centro por 3,6 millones de euros (4,3 con impuestos) y un plazo de 18 meses. Se estima que la obra podría estar en marcha a principios de año. Pero la duración de los trabajos y la imposible conciliación de la seguridad de los visitantes con las obras, obligará a cerrar el museo esos 18 meses. El centro ya está trabajando pensando en este escenario y en la salvaguarda de sus fondos. M. G.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión