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Roberto Coromina: "Crezco, maduro y avanzo como artista desde la historia del arte"

El pintor de Remolinos, que trabajó en Madrid, Roma y Estados Unidos, expone en el museo Pablo Serrano y estrena nuevo estudio en Segovia

Roberto Coromina ante la cerámica campaniforme, de 4.000 años de antigüedad, que procede de Granada es el origen y la espiral de su muestra.
Roberto Coromina ante la cerámica campaniforme, de 4.000 años de antigüedad, que procede de Granada y es el origen y la espiral de su muestra.
Francisco Jiménez.

Roberto Coromina (Zaragoza, 1965) expone en la sala 00 la muestra ‘La distancia más corta’, un proyecto que recibió a beca de la IAACC Pablo Serrano y que es un ejercicio de cerámica, pintura mural y pintura tradicional al óleo sobre lienzo: ‘La distancia más corta’. Una muestra que tiene los atributos de un artista que se licenció en Bellas Artes en Barcelona, que amplió estudios durante dos años en la Casa de Velázquez, con una beca de la Diputación de Zaragoza, que ha vivido y trabajado en Roma y Estados Unidos, y que regresó un tiempo a Remolinos, el pueblo de su niñez. Ahora reside en las afueras de Segovia. Si algo define a Coromina, más allá del rigor y del minimalismo, son la sencillez, la economía expresiva, el diálogo constante con la historia del arte y la curiosidad.

¿Cómo podíamos empezar?

Quizá con la cerámica de 4.000 años que viene del Museo Arqueológico de Granada. Esta muestra comienza con esa pieza, campaniforme, de campana, que alude a los restos funerarios.

¿Lo dice por algo?

Esta es una exposición de luto por pérdidas familiares. La última en morir fue mi hermana mayor Pía, de 54 años, que era mi cómplice en muchas cosas. Sufrió un tumor en el pulmón; se lo detectaron en mayo y falleció en diciembre. Fue el año en que yo estaba en Roma. Y entones se descolocó todo porque mi madre lleva más de 20 años mal, enferma.

¿Con alzhéimer?

Con predemencia. Tuvo una fuerte depresión cuando se murió mi padre y todo se ha ido enredando como enreda la vida a las familias. Me gustaba la idea de que fuera una pieza simbólica. Los triángulos y las incisiones que uso en la exposición son los que hay ahí, en esa pieza.

¿Qué más sugiere esa obra?

Todo este es trabajo es manual: las rayas, los círculos, los triángulos, las incisiones. Está hecho a mano. Está hecho con un listón de madera, no uso compás: hay que hacerlo todo muy bien para que encaje y vaya donde tiene que ir. El procedimiento es el siguiente: coloco un clavo en el extremo del listón y el otro extremo tiene el crayón, con el que dibujo.

¿El crayón?

Sí, sí. Empecé con tiza en otros proyectos parecidos pero el crayón que utilizo ahora es de mejor calidad. Tiene más ingredientes: carga de pigmento, cera... Cada barrita vale dos euros y con dos euros te compras dos cajas de tizas en un ‘chino’. He pintando los murales de la Fundación Botín en Santander, de Sol LeWitt (que estuvo más de 40 años pintando murales con gente), y allí vi que utilizaban este crayón. A mí no se me había ocurrido utilizarlo en la pared.

¿Nos quiere decir algo del artista norteamericano Sol LeWitt?

Me llamaron a la Fundación Botín de Santander para hacer ese trabajo mural del gran artista norteamericano, que es una faena muy exigente. Con esa experiencia, todo esta exposición la he pintado ‘in situ’. El reto es que todo encaje.

"Nuestros ojos son redondos. Como la rueda. Los encuentras por todas partes. En algunas culturas la tierra la representaban con un cuadro y el cielo con un círculo"

¿Por qué le obsesionan los círculos?

Nuestros ojos son redondos. Como la rueda. Los encuentras por todas partes. En algunas culturas la tierra la representaban con un cuadro y el cielo con un círculo. La exposición empieza con esa pieza campaniforme de 4.000 años; sigo con una colección de obras de cerámica que he realizado en Bilbao; luego, los murales y las piezas pequeñas, que son óleos sobre lienzo encolado en tabla.

Coromina es un artista de las rayas, los círculos y los triángulos, todo ellos realizado con precisión y belleza y minimalismo.
Coromina es un artista de las rayas, los círculos y los triángulos, todo ellos realizado con precisión y belleza y minimalismo.
Francisco Jiménez.

¿Lo tenía todo bien pensado?

Soy creativo. Todo lo he montado aquí, hice una maqueta y me vine con las pinturas y las cerámicas, en mi coche; tengo un coche pequeño y no hice nada más. En el museo se quedaron como un perplejos pero con un respeto total, claro.

¿Por qué, no lo conocían?

Sí, claro. La cerámica está hecha por mí, yo no soy ceramista, pero te pones y lo haces. He vivido un tiempo con una beca en Bilbao, de la Fundación Bilbaoarte, y allí trabajé con varios maestros. Estas obras nacen de una recomendación de una profesora, que me sugirió que usase barro refractario negro. Así lo hice. Y el espectador puede ver esas piezas de formas tan complejas y a la par sugerentes.

¿Qué conexiones establece entre esa piezas y la campaniforme?

Cuando hacían esas incisiones y esos dibujos parecían que estaban entrenando la mano. Es como si fuese algo que tuviese que ver con el inicio de la escritura seguramente. Ese ejemplo de preescritura con elementos abstractos y geométricos es lo que he intentado representar en esos óleos encolados sobre tabla y divididos en nueve pequeños cuadros que te puede recordar incluso a las lineas invisibles, a una baldosa o un mosaico. Yo me permito el lujo de hacer lo que me dé la gana, para eso soy artista, y establecer un nexo de unión en todos los elementos de la muestra: pieza campaniforme, mis cerámicas, los cuadros y los murales.

¿Por qué su obra tiene un punto de frialdad?

La geometría marca una distancia en el espectador y esa perfección que yo persigo aleja un poco a la gente. A veces me han dicho si hago esto con una máquina, con una impresora. No. Lo hago a mano.

¿Es usted obsesivo?

Sí, creo que como casi todos los artistas. Como Giorgio Morandi, lo tengo en la cabeza, a veces, sí, me gusta mucho…

"La geometría marca una distancia en el espectador y esa perfección que yo persigo aleja un poco a la gente. A veces me han dicho si hago esto con una máquina, con una impresora. No. Lo hago a mano"

¿Se reconoce en su misticismo?

Claro. Cuanto estaba en Estados Unidos y me preguntaban por qué era pintor, cuando mi padre era agricultor y mi madre trabajaba en casa, hubo un de esos momentos en que te preguntan por hacer conversación. Les dije que mi primer contacto con el arte fue con los cuatros cuadros de Goya de la iglesia de mi pueblo. Eso marca. Alucinaban. En el Metropolitan no sé si hay tres ‘goyas’. Vi arte en el edificio más grande del pueblo, que es la iglesia, y ahí percibí el olor a incienso, el silencio. No soy creyente, pero esa parte mística cualquier religión la tiene, y hay artista muy místicos.

Si alguien le pidiese instrucciones para ver su obra aquí, ¿qué le diría?

Que se deje llevar. Que no tenga pereza. A mí, como soy observador, me resulta difícil pensar que la gente pueda no serlo. Lo mejor es mirarlo todo con curiosidad. Para mí la curiosidad es fundamental. Soy un chico de pueblo que fue por primera vez al Museo del Prado con catorce años, cuando ya empezaba a dibujar. La vivencia fue valiosa; crezco, maduro y avanzo desde la historia del arte.

Detalle de uno de los grandes murales, de aire cinético.
Detalle de uno de los grandes murales, de aire cinético.
Francisco Jiménez.

Además de la frialdad y la sencillez, en su obra reina el orden.

Es curioso, eso se da en mi obra, sí. Sin embargo, en mi estudio es todo lo contrario. Necesito el orden. Es muy importante. Es la necesidad de paz, de equilibrio, y no me lo imagino de otra manera.

Viendo su obra sencilla, directa, de grandes formatos, uno piensa si quiere decirnos algo. ¿Lo desea, hay mensaje?

No tengo una filosofía construida. En el fondo, todos somos un poco conceptuales y a la vez artesanos. Trabajo, me entrego y me gusta que se vea que trabajo, que me esfuerzo, que he pensado en la gente. Eso lo aprendí de mi madre.

"Al público le digo que se deje llevar. Que no tenga pereza. A mí, como soy observador, me resulta difícil pensar que la gente pueda no serlo. Lo mejor es mirarlo todo con curiosidad. Para mí la curiosidad es" fundamental.

¿Qué aprendió?

El valor del trabajo, de las cosas bien hechas, el afán de perfección. Como artista contemporáneo no temo esa palabra que parece darnos escalofrío: ser decorativo. Lo soy a veces, es una condición del arte.

Lleva muchos años trabajando, concibiendo proyectos. ¿Ya sabe dónde va?

Voy. Respiro. Me busco. Pero vivo en una completa incertidumbre.

Roberto Coromina ante las pequeñas piezas de óleos sobre lienzo encolado en tabla, dividido en nueve partes.
Roberto Coromina ante las pequeñas piezas de óleos sobre lienzo encolado en tabla, dividido en nueve partes.
A. C./Heraldo.
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