De la máquina a la maquinación

El Reina Sofía explora el efecto en el arte del concepto de maquinismo creador acuñado por los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari en 1968.

Detalle de la obra ‘Marionetas de Cartón’, de Taring Padi, en la exposición ‘Maquinaciones’ en el Museo Reina Sofía.
Detalle de la obra ‘Marionetas de Cartón’, de Taring Padi, en la exposición ‘Maquinaciones’ en el Museo Reina Sofía.
Fernando Alvarado/EFE

En 1968, cuando los estudiantes parisinos buscaban la playa bajo los adoquines del boulevard Sant Michel que lanzaban luego a los gendarmes, dos filósofos franceses, Gilles Deleuze y Félix Guattari, acuñaron un nuevo concepto de máquina. Declararon superado el de máquina como objeto físico, crucial en la revolución industrial, capaz de desempeñar funciones productivas y generar beneficios.

Para estos iconoclastas pensadores la máquina pasó a ser una maquinación. Un concepto intelectual, el maquinismo creador, que permitía la acción en muchos ámbitos, de la disidencia y la batalla política a la definición de identidades colectivas y, desde luego, la creación artística.

Este concepto es el que explora la muestra ‘Maquinaciones’, que el Museo Reina Sofía acoge hasta el 28 de agosto. La presentó este martes el nuevo director de la pinacoteca, Manuel Segade, pero es una herencia de su antecesor en el cargo, Manuel Borja-Villel. Una compleja muestra de tesis nada fácil de asimilar y de comprender, muy al estilo del exdirector del museo. Tanto que para algunos es «la penúltima manolada». Una exposición «que no hace falta entender para disfrutarla», según sus responsables.

Para Guattari y Deleuze, la máquina, «alejada de sus funciones instrumentales y alienantes del individuo, constituye un núcleo de infinidad de potenciales relaciones humanas y no humanas donde entran en juego un sinfín de enlaces entre tecnologías, saberes y prácticas». Así lo explican los comisarios de la muestra junto a Borja-Villel: Pablo Allepuz, Iliana Fokianaki, Rafael García y Teresa Velázquez, jefa de exposiciones del museo. Han necesitado cinco años para llevar a buen puerto su propuesta. «Exploramos un concepto filosófico de la máquina y vemos cómo su idea se configura en la interconectividad de elementos heterogéneos, cómo todo tipo de elementos humanos conforman máquinas sin formas, una máquina conceptual que funciona cuando se estropea el mecanismo y que trabaja ‘maquínicamente’», dice Velázquez.

Bajo ese prisma, la muestra explora formas de resistencia, coalición y creatividad en el presente a través de casi medio centenar de artistas. Son creadores procedentes en su mayoría del área mediterránea y de África cuyas obras reflexionan sobre las circunstancias históricas actuales de estos territorios y de otros asuntos que moldean la subjetividad contemporánea y el mundo.

«Es una exposición conceptualmente muy compleja -reconoce Velázquez-, pero no necesita de explicaciones para que el espectador trabe conocimiento a través de unas obras que transmiten ideas e implican reflexión. Se ha dicho que debemos conseguir llegar al público con exposiciones que no se entiendan», recordó Velázquez, que lo asume con una muestra que «puede verse sin entenderse y disfrutarse de manera sensorial».

Liberadora

En su propuesta, «la subjetividad es algo abierto, adaptable y modificable». «Tiene sentido de alteridad y capacidad de ‘autopoiesis’, de autogeneración, y de cambio para unir lo humano y lo no humano», asegura. «Es un conjunto de maquinaciones que nos libera de las camisas de fuerza que nos constriñen intelectualmente, y que tampoco hay que entender por el lenguaje y sí por lo sensorial», insiste.

Algunas de las piezas se encargaron expresamente para la ocasión, otras son de los propios artistas y algunas las prestan museos o coleccionistas. Abarcan una amplia variedad de formatos y técnicas: dibujo, pintura, cómic, escultura, teatro, danza, performance, instalación o vídeo. Se distribuyen por 17 salas agrupadas en tres espacios temáticos interconectados: ‘Máquinas de guerra’, ‘Máquinas esquizo’, y ‘Máquinas de cine y cuidados’.

En la primera hay «propuestas de acción para hallar modos alternativos de organizar el común». Aborda cuestiones como las conexiones entre ideologías nacionalistas, militarismo y memoria colonial, así como entre extractivismo, migraciones forzosas y políticas fronterizas.

‘Máquinas esquizo’ apela al despliegue de las subjetividades fuera de los esquemas psicoanalíticos clásicos de Freud y Lacan. «Partiendo de la noción de ‘psicoterapia institucional’, el ‘esquizoanálisis guattariano’ permite situar los malestares en el espacio social y liberar el deseo reprimido».

‘Máquinas de cine y cuidados’ se centra la imagen en movimiento, con obras que frente al modelo productivo del cine comercial y sus representaciones hegemónicas, «emplea recursos del cine de masas como un medio eficaz de expresión y de lucha al servicio de las minorías» una práctica de suscitó el interés de Guattari».

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