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Joaquim de Almeida: "Me miraban raro cuando marché con 19 años a Nueva York para ser actor"

El intérprete portugués recibirá este viernes (21.30) el Premio de Honor del Festival Saraqusta en la gala que se celebrará en el cine Cervantes de Zaragoza.

Joaquim de Almeida, en el Gran Hotel de Zaragoza.
Joaquim de Almeida, en el Gran Hotel de Zaragoza.
José Miguel Marco

¿Es su primera vez en Aragón?

Yo creo que sí. He estado en muchos lugares de España rodando películas, pero creo que nunca en Aragón.

¿Se acuerda de todos los sitios en los que le ha llevado su profesión?

He filmado en tantos lugares a lo largo de cuatro décadas que es imposible recordarlos todos.

¿Conocer mundo es lo mejor de su oficio?

He rodado en China, en Colombia, en África, en prácticamente toda Europa, en Estados Unidos, en Canadá… Me dieron un homenaje en Osaka y yo no sabía que la gente me conocía tanto en Japón. Lo bueno de esta profesión es que en muchas ocasiones los rodajes duran dos o tres meses y eso te da tiempo para conocer a la gente, haces amigos.

Cuando era adolescente en Lisboa, ¿alcanzó a soñar que su vida sería así?

En absoluto. A los 16 años fue cuando comencé a plantearme ser actor. A los 19 me fui a Estados Unidos para aprender inglés y entrar en la escuela de interpretación. La gente me miraba raro cuando decía que quería hacer carrera en ese país, me veían como un loco. Pero tuve la suerte de que en aquel momento cambiaron las cosas y los directores ya no querían a actores americanos haciendo de extranjeros, querían a auténticos extranjeros. Hasta ese momento los americanos hacían de mexicanos y de lo que hiciera falta.

¿Cómo recibieron sus padres que emigrara con 19 años?

Mi padre me ayudó para que pudiera estudiar en Estados Unidos, que no era fácil. Marché con mi primera mujer, que era una pianista clásica húngara. Nos casamos porque al ser de un país comunista tuvimos que hacerlo para que la dejaran entrar. Mi madre era muy católica y vio que yo creía mucho en aquello. Mi madre me dio siempre mucho apoyo, era una gran admiradora mía. Vino a verme al teatro en Nueva York y en Washington, también en muchos rodajes.

¿Recortaba los artículos que hablaban de usted?

Sí, guardaba todo lo que hablara de mí. Cuando murió mi padre hace tres años -mi madre falleció unos años antes-, mi hermano encontró en casa un dossier con todo ese material. Incluso aparecieron las cartas que yo escribía desde Nueva York. Mi hijo las ha ido leyendo y de vez en cuando me recuerda lo que escribía yo.

¿Qué siente cuando repasa esa crónica de su vida que fue reuniendo su madre?

Es muy bonito tener esos recuerdos físicamente. Hice mi primera película a los 23 años y en la tercera, con los hermanos Taviani, dejé de trabajar en restaurantes para centrarme en la interpretación. A partir de entonces, no he parado de trabajar.

¿Cómo era aquel Nueva York de los 80 en el que aterrizó para hacerse actor?

Era un Nueva York salvaje y lleno de peligro, pero me gustaba. Me acuerdo de la discoteca Studio 54, donde pasaba al menos tres noches por semana. Descubrí el glamur de las mujeres bonitas. Me divertí mucho. Hoy prácticamente no salgo, pero en aquellos años viví muchas cosas.

Pasó de camarero a asistir a las fiestas más exclusivas.

Fui barman durante cuatro años. Ahora se repite con mi hijo. Tiene 30 años, estudió Economía y después marchó a Nueva York a estudiar teatro y trabaja en un restaurante. En esta vida tienes que tener un poco de fortuna. Yo tuve la suerte de que en mis dos primeros cástines me dieron el papel. A partir de ahí, tuve un agente y vino todo rodado. Hay otros actores que hicieron 300 audiciones hasta que comenzaron a trabajar.

¿Llegó a dudar de su futuro?

Siempre tuve claro que si a los 30 años no estaba trabajando como actor, me cambiaba de profesión. No hizo falta.

Ha estado en la cresta de la ola y habrá tenido momentos en los que el teléfono no sonaba tanto.

En 42 años de carrera, entre series y películas, he hecho 150 producciones. No me ha dado mucho tiempo para dudar. Hay años que hago películas muy grandes y otros, más pequeñas. A veces he trabajado en Francia, en Portugal, en España o en Estados Unidos. Debo decir que me gustan mucho las películas más modestas porque el equipo se parece a una familia, todos formamos parte del proyecto. El año pasado hice dos películas de muchos millones, y allí vas del hotel a trabajar y poco más. La involucración es muy pequeña, hay demasiada gente, mucho follón.

Ha trabajado con grandes actores y directores, como con Marcello Mastroianni en ‘Sostiene Pereira’.

Fue un lujo. Marcello era muy especial. Estaba ya muy enfermo pero siempre estaba contando chistes, incluso cuando estábamos filmando. Iba por la mañana al maquillaje y se quedaba dormido roncando y cuando terminaban con la caracterización, se activaba y era una maravilla. También recuerdo la relación divertidísima que mantenía con su hija Chiara. Era un hombre con un talento increíble.

¿Se aprende realmente de otros intérpretes?

Uno de los actores de los que más he aprendido fue con Michael Caine, en mi segunda película, ‘El cónsul honorario’. Yo tenía 25 años y en seguida vi que aquel señor era muy grande, tanto en altura como en talento. En aquel filme estaban también Richard Gere y Bob Hoskins, pero de Michael aprendí, sobre todo, el respeto hacia los demás actores.

Además de cine, también ha hecho mucha televisión.

Eso ha sido en los últimos 20 años. En mis comienzos hice muy poca televisión porque hacer televisión tenía menos prestigio, parecía que no podías compaginar ambas facetas. Hice una excepción con ‘Corrupción en Miami’, que tuvo un éxito extraordinario, fue una de las primeras series famosas en todo el mundo. Recuerdo muy especialmente mi papel en ‘24’.

En estos años ha cambiado radicalmente el paradigma, los grandes estudios están cediendo terreno ante las plataformas. ¿Cómo ve este fenómeno?

Ahora es al revés. Los grandes actores hacen series. Todo el mundo hace televisión por las plataformas. En estos momentos los guionistas están en huelga porque las plataformas no quieren pagar… o quieren pagar poco. También nos sucedió a los actores y al final llegamos a un acuerdo. Pero siempre hay que luchar más para defender nuestros derechos. El ‘streaming’ se ha tornado una cosa difícil de valorar económicamente.

La asistencia a los cines desciende y hay películas que no siquiera llegan a las salas.

Eso no lo entiendo. No sé cómo Netflix hace películas que cuestan millones y las ponen en su plataforma dos semanas después de estrenarlas en el cine. No entiendo cómo hacen dinero. Es cierto que tienen millones de suscriptores, pero no lo comprendo, es muy raro. La gente tiene en casa cada vez televisiones más grandes y piensan, ¿para qué voy a ir al cine?

¿A usted le gusta ir al cine?

Mucho. Hay películas que se tienen que ver obligatoriamente en el cine y otras no tanto. Las sensaciones que tienes en una sala las pierdes si las ves en casa, por muy increíble que sean el sonido o la pantalla. También hay que pensar lo caro que es para una familia con tres hijos ir al cine. En Estados Unidos ahora las entradas cuestan 16 dólares. Si les sumas las palomitas, la bebida…

Ha sido invitado a un festival joven como el Saraqusta. ¿Qué importancia tienen este tipo de eventos para la industria?

Los festivales son fundamentales para llevar a la gente al cine, para dar vida a muchas películas que no tendrían ningún recorrido. He sido jurado de muchos festivales para ver filmes que jamás habría visto. Descubres unas obras y unos directores que no sabías ni que existían. Las distribuidoras cada vez quieren gastar menos dinero en la promoción de películas y prefieren no arriesgar con el cine más pequeño o minoritario. De hecho, cuando me invitaron al festival Saraqusta me di cuenta de la cantidad de películas históricas que he hecho. Lo encontré muy divertido.

Tiene 66 años. ¿Qué le empuja a seguir en activo y no tener un retiro dorado?

Ahora mismo estoy una temporada en Portugal porque tengo una casa muy bonita en Sintra. Lo he sacado todo, solo he dejado las paredes, y la voy a rehacer entera porque con 66 años ya puedo pedir mi jubilación en Estados Unidos. Tras 42 años en el sindicato de actores, tenemos una pensión de 8.500 dólares al mes, que está muy bien. Yo no me voy a jubilar de mi oficio pero sí voy a pedir la jubilación porque he estado todos estos años pagando. Estoy pensando en volver a residir en Portugal y dejar Los Ángeles. En California tengo una casa en la playa que me cuesta mucho dinero y prefiero volver a mi tierra. El contable, al que siempre hay que escuchar, me lo ha recomendado. 

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