Paula Labordeta: “Santiago Marraco fue mi héroe”

Zaragoza, 1971. Cineasta. En Madrid estudió Imagen y Sonido y, durante 17 años, trabajó en Antena 3 como reportera gráfica y realizadora. ‘Labordeta, un hombre sin más’, que ha codirigido con Gaizka Urresti, que ya había ganado el Forqué, acaba de conseguir el Goya al Mejor Documental.

Paula Labodeta con año y medio en Candanchú, con sus hermanas Ángela y Ana.
Paula Labodeta con año y medio en Candanchú, con sus hermanas Ángela y Ana.
P. L.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?Claro. Tuve todo lo que una niña puede desear y en cualquier fotografía de mi infancia se ve que soy feliz: estoy todo el rato sonriendo. 

¿Qué le hizo reír por primera vez?Los cuentos que me contaba mi hermana Ángela en nuestro cuarto de Camino de las Torres. Ella se inventaba historias con cuatro tarugos de madera y cuatro Playmobil y yo me reía a carcajadas

¿Qué le hizo llorar?El día que supe que mi tío Manolo había fallecido. Lo recuerdo siempre con sus regalos, enseñándonos la magia del cine y un día, cuando tenía 11 años, me dijeron que había muerto. Recuerdo que lloré mucho y me encerré en el cuarto debajo del pupitre.

¿Qué era en el patio del colegio?Empollona no he sido nunca demasiado. Lo que más me gustaba del colegio era salir al patio a jugar.

¿Se sentía rara, especial, diferente?Bueno, estudiaba en el colegio de mi familia y eso desde luego es raro, especial y diferente, pero lo llevaba con normalidad. Eso sí, hablar de saltarme una clase era imposible, porque te pillaban seguro con llamada a mis padres.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?He recibido muchos castigos a lo largo de mi vida y todos ellos bastante merecidos, pero ninguno me ha dejado huella. Bueno, sí, uno: cuando me solté de la mano de mi Toya y crucé la avenida del Camino de las Torres en rojo; el bofetón todavía me duele. Toya era una prima lejana de mi abuela que mis hermanas y yo sentíamos como otra abuela. Se llamaba Victoria, pero yo no lo sabía pronunciar y la llamaba así, Toya.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?Subir a Villanúa y pedir por favor que nevara.

¿Tenía algún complejo que le amargara?En absoluto. No he tenido complejos.

¿Cuál fue la calle de su infancia?Camino de las Torres, aquí en Zaragoza, y sobre todo el Parque Pîgnatelli, donde me llevaban a jugar mi abuela y mi Toya.

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?Cuando a mi madre, en mi Primera Comunión, se le ocurrió vestirme con el traje típico del Bajo Aragón y yo parecía una cucaracha frente a todas aquellas niñas de blanco.

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?Que mis padres me hubieran llevado a Inglaterra a aprender inglés. Aunque es algo que pienso ahora: en su momento me encantaba pasar el verano en el Pirineo.

¿Tenía mucha conciencia política?No, no demasiada.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?Una foto que las mayores, mi madre, mi prima Ana, mi Toya y mi abuela Sabina, se hicieron con el cartel de Felipe González el día que ganó las elecciones. Ellas estaban felices y yo también al verlas felices a ellas. 

¿Qué fobia forjó claramente en esos años?Fobia absoluta a las serpientes. No las puedo ver ni en dibujos animados.

¿Vivió algún episodio que retrate el clima político de la época?Sí, desgraciadamente el 23 F y el ambiente de mucho miedo que esa noche había en casa.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?No fue mi primer contacto con la muerte, pero sí la que más me marcó: la del hijo de mi prima Rosa, al que llamábamos Piolín, que murió con tan solo tres años. Comprendí lo vulnerables que somos.

¿Cómo ganó su primer dinero?Haciendo unas prácticas durante el verano en la productora de televisión Vídeo Cuarzo, que estaba en el antiguo Cine Torrero de Zaragoza. Tenía 17 años.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?Ingrid Bergman en ‘Casablanca’.

¿Y la primera persona en su vida que le provocó un sentimiento inolvidable?Al tener tanto miedo a las serpientes, ver a Santiago, ‘Tayo’, Marraco con un bastón enroscar la serpiente y lanzarla lejos, me dio mucha tranquilidad. Desde entonces, Tayo fue mi héroe.

¿La primera canción que memorizó?Memorizar memorizar, lo que se dice memorizar, soy incapaz de hacerlo. De hecho, me invento todas las letras e incluso a veces las mejoro, según me dicen mis amigas.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?Libro, ‘Momo’; película, ‘La diligencia’, que la veía con mi padre una y otra vez.

¿Quiénes fueron sus grandes amistades? ¿Cuál es el recuerdo más poderoso que le ha quedado de ellas?
He veraneado toda mi vida en Villanúa, donde tenía una pandilla de amigos maravillosa. Con ellos hacía y hago todas las locuras y algún que otro disparate por los viejos tiempos.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?
La libertad con la que me educaron y cómo me enseñaron a ser una persona muy feliz.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?Mi padre volvió de Alemania con una cámara de vídeo doméstica y, ya en Zaragoza, la única que tocó esa cámara fui yo. Hacíamos muchas películas en Villanúa y lo pasábamos genial y un día le pregunté a mi padre: "¿De esto se puede vivir?". Y él me dijo: "Claro". Desde entonces, me ha dado muchas alegrías.

¿Hay algún defecto o debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?
Sí. Me enamora cantar y bailar y las dos cosas las hago fatal, pero no me doy por vencida. 

¿Cuál fue su gran alegría y su gran tristeza?Imagino, porque me gusta imaginarlo así, que mi primer recuerdo triste sería cuando mis padres me quitaron el chupete. La gran alegría, cuando mis padres me dieron el permiso para que, con 17 años, me fuera a estudiar Imagen y Sonido a Madrid. 

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?
A cualquier día en el Pirineo donde estábamos toda la familia en Villanúa y en el que, al abrir la ventana, disfrutábamos con la gran nevada que había caído esa misma noche.

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