zaragoza

Dacapo: un lugar "con alma" donde una tortilla y una tertulia curan la soledad y acercan culturas en el Portillo

El local de la organización sin ánimo de lucro funciona como un punto de encuentro para desarrollar proyectos sociales en el entorno de la avenida de Madrid, en los que participan desde mayores a migrantes.

Asociación Dacapo en Zaragoza.
 José Luis Trueba muestra la tortilla de patata que ha preparado para compartirla en un vermú en el espacio de Dacapo.
Oliver Duch

 José Luis Trueba está jubilado y este viernes de enero se acerca a la sede de la asociación Dacapo con un tupper en el que guarda una tortilla de patata que ha preparado para todo el que acuda hoy a media mañana al local, situado en la avenida de Madrid del barrio zaragozano de Las Delicias, casi en el Portillo. No es algo extraordinario. Le gusta pasarse y aportar algo al vermú que se improvisa algunos días entre los vecinos del entorno, en un abanico que va desde mayores como él a familias jóvenes llegadas de otros países que han echado raíces en este barrio zaragozano multicultural. "Hoy me ha salido bien bonita", dice, orgulloso, quitando la tapa y enseñando su obra maestra culinaria.

La organización lleva a cabo proyectos sociales en los que a veces solo con una conversación o un curso de formación ya se están atajando problemas como la soledad de los mayores o el aislamiento de quienes llegan de otros países. 

De clases de yoga para mayores a un taller de español

"Entré la primera vez con un amigo, ya fallecido", recuerda José Luis, nacido en Santander, pero que lleva 60 años en Zaragoza. Vive con su mujer, que llega poco después para unirse al grupo de hoy. Dentro hay ya varios usuarios sentados a la mesa charlando. Dorita Martín es una vecina de 90 años que saluda a todos con mucha familiaridad. "Yo soy muy abierta y decidida y enseguida entré", cuenta sobre su primer contacto con la asociación. Es viuda y va a clases de yoga, pero hoy se ha acercado solo para contar su experiencia en el centro. Siempre le ha gustado apuntarse a actividades como gimnasia o antes cantaba en una coral, pero tras la pandemia de covid se ha quedado sin grupo en su parroquia por las restricciones sanitarias que hubo.

"Aquí me tomo un café o un refresco. Cuando llegas a estos años simplemente buscas que te den los 'buenos días' con una sonrisa" (Dorita Martín, de 90 años, acude a clases de yoga)

"Aquí me tomo un café o un refresco. Cuando llegas a estos años simplemente buscas que te den los 'buenos días' con una sonrisa", dice, mirando a Marisol Aviñó, una de las fundadoras, que le ayuda a quitarse el abrigo y sentarse. Los precios son más bajos, con el café ecológico a 1,35 euros. "Son muy generosas", añade, de Marisol y de su otra socia, María Ángeles Rodríguez, sentada al lado. "Queremos crear un ambiente familiar, aunque en el trasfondo es un proyecto social", explica Marisol. A Dorita le sobra vitalidad y buen humor. "Viejos son los trapos, yo soy mayor", bromea al hablar de la edad. 

Asociación Dacapo en Zaragoza.
Fanny Ordóñez, en la sala de masajes de la Asociación Dacapo en Zaragoza.
Oliver Duch

Fanny Ordóñez es la profesora de yoga y masajista. Lleva ya 23 años viviendo en Zaragoza, ciudad a la que llegó desde Nicaragua. Cuenta con varios trabajos precarios que le ayudan a conseguir un ingreso mensual. "Aquí he encontrado el espacio que necesitaba para dar masajes", explica, poniendo su experiencia en una especie de banco de tiempo donde cada usuaria aporta lo que sabe. Así se encuentra ahora en marcha un taller de guitarra, dos de debate de salud y otros temas de actualidad y de biodanzas que imparte una joven de Mali

"La mayoría saben hablar porque llevan a sus hijos al colegio y estos aprenden en seguida, pero no saben ni leer ni escribir en español" (Adela Civera, profesora voluntaria)

Adela Civera, maestra retirada, da clases de español con otra profesora a varias mujeres de Marruecos, Argelia y Nigeria, entre otros países. Conoció el espacio cuando todavía estaba en activo y pensó: "Cuando me jubile vendré". Y así lo hizo. "Me gusta dar clase", afirma.

Saber francés le ha ayudado a comunicarse al principio con las alumnas que vienen de países francófonos. Su grupo actual tienen entre 30 y 40 años de media y a veces acuden con hijos pequeños que esperan jugando en un lado de la sala, donde hay un pequeño sofá y cuentos infantiles. Para quienes hablan y escriben en árabe, el paso al castellano resulta complicado al cambiar completamente de alfabeto y sonidos. "La mayoría saben hablar porque llevan a sus hijos al colegio y estos aprenden en seguida, pero no saben ni leer ni escribir en español", explica. 

Fundada en 2019

El origen de Dacapo se encuentra en la asociación Natania, fundada en 2009 en Valencia. En ella se trabaja con personas sin hogar. Marisol y María Ángeles eran socias y en 2019 decidieron seguir con su trabajo en Zaragoza. "Lo iniciamos desde cero, con préstamos de gente solidaria y con voluntariado", cuenta Marisol sobre los comienzos, un año antes de la pandemia. El nombre Dacapo significa precisamente "desde el principio", en lenguaje musical. 

"Vienen empleadas de hogar, a veces internas, que viven en habitaciones y no tienen un espacio al que ir"

​"Esto es mucho más que ir a un bar, es alma"
​(Marisol Aviñó, fundadora)

A la hora de centrarse en un tipo de proyectos, hicieron un estudio sobre qué necesidades tenían las mujeres en la zona y tras consultar con profesionales de otras acciones en marcha concluyeron que lo que faltaba eran "espacios de encuentro". Y así empezaron a buscar y acondicionar un local con una gran sala diáfana, pero flexible para llevar a cabo varias actividades. Entre sus usuarias hay mayoría de mujeres y en el caso de las llegadas de Sudamérica muchas "empleadas de hogar, a veces internas, que viven en habitaciones y no tienen un espacio al que ir", pone como ejemplo Marisol.

Isabel, otra usuaria, vivía en un piso tutelado en Castellón, donde conoció a la asociación. Cuando vino a vivir a Zaragoza retomó el contacto. "Cada vez que hay algo nuevo, vengo. Si no, estoy todo el día en casa y llega un momento en el que solo se habla con uno mismo", cuenta. En su caso, no vive cerca de Las Delicias, pero así se obliga a salir.

La asociación se financia con los ingresos que obtiene por la tienda de comercio justo, colocada a la entrada del local, sus socios y donaciones. "En esta zona no había nada de comercio justo", afirma Marisol. Con sus productos de alimentación y camisetas participan en la Lonja de Comercio Justo que organiza la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS) en primavera en Zaragoza en el Parque Grande José Antonio Labordeta.

Las fundadoras buscan ampliar la base de socios. No tienen una cantidad fija para socios, cada un puede aportar lo que puede, sin ningún mínimo. Han recibido estos años subvenciones del Ayuntamiento de Zaragoza de 2.000 euros al año, y apoyos puntuales de Fundación La Caixa para sus proyectos, el mayor, de 5.000 euros en 2020. El año pasado consiguieron 2.000 euros para acondicionar la sala de masajes. Su objetivo es seguir poniendo en marcha actividades que respondan a las carencias de sectores vulnerables del barrio. Aunque quienes pasen por la acera y se asomen a la cristalera solo vean un grupo de personas charlando en torno a un café y una tortilla de patata, a veces al lado de un 'cous cous', Marisol afirma que "esto es mucho más que ir a un bar, es alma".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión