DIARIOS DE NATURALEZA. OCIO Y CULTURA

José Pardo Sastrón: 60 años de diarios de un farmacéutico y botánico de la Tierra Baja

El Instituto de Estudios Turolenses publica sus 21 cuadernos, datados desde 1848 a 1909, donde habla de las pequeñas y grandes cosas de la vida

Retrato de José Pardo Sastrón.
Retrato de José Pardo Sastrón.
Archivo Heraldo.es

Aragón ha tenido importantes botánicos de alcance no solo nacional e internacional: ahí están, entre otros, Jordán de Asso, Mariano Lagasca, Francisco Loscos, Félix de Azara, y entre ellos, con algunos otros más recientes, debe figurar el farmacéutico de Valdealgorfa, Torrecilla de Alcañiz, La Codoñera y Castellote José Pardo Sastrón (Torrecilla, Teruel, 1822-Valdealgorfa, Teruel, 1909), que publicó numerosos libros, en solitario y con el citado Loscos. 

Pardo Sastrón alternó la farmacia con la botánica. Inició estudio de Filosofía en la Universidad de Zaragoza, más tarde realizó cursos de Botánica y Agricultura, y se licenció en Farmacia en 1845. Empezó a ejercer al año siguiente en Valdealgorfa, la localidad de Gonzalo Borrás y Julián Casanova. Y dos años después, en 1848, inició sus diarios, que fue recogiendo a lo largo de 61 años, hasta su óbito, en 21 cuadernos que se encuentran en el Archivo Municipal de Alcañiz y que han transcrito Esperanza Miravete González y Teresa Thomson Llisteri, que son las editoras del libro de 600 páginas ‘Diarios de José Pardo Sastrón, 1848-1909. Crónica personal de un siglo’, que publica el Instituto de Estudios Turolenses en su colección de Monografías Turolenses.

MIRADA AL TIEMPO Y A LA NATURALEZA

El subtítulo del libro, pródigo en notas sobre medidas, personajes, palabras aragonesas y otras noticias, es atinado: se trata de una crónica personal, a veces breve, de una frase, los estados del tiempo, viajes, citas o fiestas, que el autor anota casi como un telegrama. O con dos o tres frases. De entrada, a un hombre apasionado por la naturaleza, lo que más le interesaba eran los fenómenos atmosféricos: celajes, truenos, relámpagos, rayos, nublados y nubes, cierzos chaparrones o ‘calamarzas’. Como si fuera un poeta del paisaje y del clima, todo el rato desliza descripciones. Por ejemplo, el 6 de enero de 1848 escribió: “Amaneció calmoso y casi sereno pero con señales de viento a la tarde, esto no obstante se puso a llover al anochecer con apariencia de continuar, pero cesó luego la lluvia. Juego de aduana”. El 18 escribió: “Nevó por la mañana cosa de dos dedos, el viento barrió después el nublado, deshaciendo casi toda la nieve sin que hiciera desmesurado frío. Vine por la tarde de Torrecilla”.

“Aquel día por la mañana mató un rayo al tío Francisco Vallés ‘El Rosariego’ subiendo a las eras altas. Iba al campo y la nube que lanzó el rayo no tenía apariencia de nada", dice Pardo Sastrón

Además de contar el tiempo, algo que hará con esta minuciosidad durante años, a la vez, cuenta todos sus viajes, recuerda que para trasladarse a Castellote invierte ocho horas, desde las tres hasta las once de la mañana; aunque poco a poco, el diario se vuelve más narrativo y algo más extenso. A partir de 1863, va abandonando el apunte de cada día y hace síntesis de cada mes, sin olvidar la temperatura. “El día primero fue muy frío, casi heló. Y así siguió unos días. Después llovió y quedó un magnífico tiempo para sembrar bien”; unas líneas más adelante se fija en sus queridos y sabrosos higos: “Los higos también sazonaron bien, porque apenas han caído aún escarchas”. Eso sí, otra porfía constante del andariego Pardo Sastrón es el número de recetas que extiende. Y eso sucede desde que empieza a ejercer. Las cuenta siempre y escribe el número total de cada pueblo.

En ese año de 1865, narra la epidemia de cólera del Bajo Aragón: “Dícese que en Caspe anda el cólera haciendo de las suyas”. Y en septiembre constata el miedo general de la población: “Alcañiz sigue mal. Hay días que mueren 30, aunque las invasiones son menos, pero las gentes marchan y ponen en alarma los pueblos a donde van. Aquí mismo a Torrecilla vino una familia de Alcañiz y el pueblo en masa, hombres y mujeres se manifestaron en contra de admitirlos, la cuestión llegó hasta sacar la navaja con peligro de cosas graves que felizmente pudieron evitarse”. El confinamiento y la cuarentena no son algo solo del siglo XXI: “La Junta de Sanidad con responsabilidad grave aconsejó al alcalde que se fueran los de Alcañiz a la cuarentena en la ermita de Santa Bárbara por ocho días, mostrando la amenaza de los 25 duros de multa por el señor gobernador de la provincia, multa en la que han incurrido varios pueblos de alrededor”, añade.

ANECDOTARIO: EL RAYO Y LA DEGOLLADA

Tenía buena relación con los curas, y hace crónica de fiestas, de tradiciones religiosas, de reuniones, de los nacimientos de los hijos de los reyes, de la vida política, de los trabajos en las fincas y sus asignaciones, de rogativas, o incluso del fundido de una campana, Blasa, etc. Dice en junio de 1890: “El ilustrísimo Supervía, obispo auxiliar, está visitando el arciprestazgo de Valderrobres, después visitará el de Castellote”. En su ir y venir -“en octubre día 5 subí a Castellote. Volví el 7”- también rescata hechos pintorescos, dramas de aldea. Ese 7 de octubre de 1963 sucedió algo más frecuente de lo que pueda parecernos: “Aquel día por la mañana mató un rayo al tío Francisco Vallés ‘El Rosariego’ subiendo a las eras altas. Iba al campo y la nube que lanzó el rayo no tenía apariencia de nada”. Antes, en agosto de 1963, en Castellote se produjo un crimen: “El 6 apareció por la mañana degollada, a la parte afuera del portal del pósito y contra la pared del mismo edificio, una joven, La Longaniza, con muchas y grandes heridas en el cuello. Vino el juez, se detuvo aquí bastante, pero al parecer con poco fruto”.

“Alcañiz sigue mal. Hay días que mueren 30, aunque las invasiones son menos, pero las gentes marchan y ponen en alarma los pueblos a donde van. Aquí mismo a Torrecilla vino una familia de Alcañiz y el pueblo en masa, hombres y mujeres se manifestaron en contra de admitirlos", escribe Pardo Sastrón

En noviembre de 1886 anotó, lacónicamente, la muerte de su amigo Loscos: “Don Francisco Loscos Bernal murió el 20 (R. I. P.). Era farmacéutico de Castelserás y gran botánico”. Y luego, casi como Kafka en su famoso diario de la I Guerra Mundial, agrega: “El 25 y 26 hielos y escarchas. El [27] llovizna”. En realidad, parece que su distanciamiento y la escisión del “equipo científico” que habían formado se había producido ya en 1869.

José Pardo Sastrón murió el 29 de enero de 1909. Su hermano Mariano continuó por un tiempo el diario. Y anotó. “Febrero, 20. En esta fecha se colocó, en la fachada de la casa en que en Torrecilla nació don José, una hermosa lápida de mármol blanco, sobre un tablero de mármol rojo, con la inscripción siguiente: ‘En esta casa nació, el 15 de abril de 1882, el ilustrísimo señor don José Pardo Sastrón, sabio botánico. Murió el 29 de enero de 1909. Torrecilla rinde este homenaje a su hijo preclaro en febrero de 1909’”.

LA FICHA

‘Diarios de José Pardo Sastrón, 1848-1909. Crónica personal de un siglo’. José Pardo Sastrón. Edición de Esperanza Miravete González y Teresa Thomson Llisterri. Instituto de Estudios Turolenses. Colección: Monografías Turolenses. Teruel, 2022. 605 páginas. 

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