La niña que sabía de olores
‘Los cinco diablos’, segundo largometraje de la realizadora francesa Léa Mysius, comienza con una escena de impacto: cinco jóvenes contemplan un incendio. Es la manera que tiene la cineasta de llevarnos hasta el universo que desea recrear para el espectador, un universo familiar que aparenta normalidad pese a las turbulencias que se producen en ellos, físicas y mentales.
La actriz coprotagonista es una niña, Sally Dramé, y se convierte en el elemento más importante de esta película, y no solo por su personaje, sino por el estupendo trabajo interpretativo que realiza. Mysius cuenta la historia de una cría que vive entregada al amor de su madre y que, al mismo tiempo, posee una capacidad especial: detecta todos los olores, y también es capaz de conservarlos, lo que la lleva a otra dimensión, entrando en juego el pasado y el presente, hechos oscuros y algún secreto inconfesable.
Hay en ‘Los cinco diablos’ tantas virtudes como defectos, tantos aciertos como errores. Yo quiero achacar estos últimos a la inexperiencia de la joven directora y coguionista, que le ha llevado a sumar varios géneros y a multiplicar los frentes narrativos. Quizás, si se hubiera centrado más en el personaje infantil, que es el que de verdad acaba por importarnos, más allá de las circunstancias de los adultos, la película de Léa Mysius hubiera crecido mucho más, habría podido ser una obra impecable. Pero su afán por dar protagonismo a tan variados personajes, sin terminar de cuadrar aquellos que pueden resultar mucho más atractivos cinematográficamente, lleva a la dispersión.
Hay momentos en los que el misterio y la intriga, la sensación de que algo perverso acecha a las criaturas de este filme, es muy potente, lo que sirve a ‘Los cinco diablos’ para crecerse. Lástima que ese encanto quede roto cuando el guión entra en algunas de sus partes más deslavazadas. En cualquier caso, una historia novedosa y muy interesante.
