El cierre inesperado
Tocar los clásicos entraña riesgo por las suspicacias cinéfilas y por la dificultad de estar a la altura. David Gordon Green y Blumhouse, ahora inmersos en ‘El exorcista’, se atrevieron con una secuela directa y con espíritu de reinicio de ‘La noche de Halloween’, ‘slasher’ fundamental y uno de los títulos icónicos de John Carpenter. Aunque irregular, la película, respetuosa, desprendía significado e interés, rasgos mantenidos, con más problemas, en ‘Halloween Kills’, entrega que arriesgaba por su énfasis en el subtexto político y por dejar en segundo plano a Laurie Strode. ‘Halloween. El final’ constituye un salto al vacío (y sin red) por su manera de concebir el último acto del enfrentamiento entre Michael Myers y la superviviente original, interpretada durante décadas por Jamie Lee Curtis. Se detecta enseguida por dónde va a ir (el nuevo personaje, su situación, cierto detalle de indumentaria, la posición de la nieta) y al principio molesta que vaya a reducirse a eso y que encima abra otra etapa. Sin embargo, después se aprecian las intenciones y cómo este reivindicable cierre de trilogía rompe el canon a varios niveles sin perderlo de vista.
La historia señala que la culpa, el dolor, la mala suerte y el estigma construyen monstruos, proceso con alicientes dentro del excesivo detenimiento sin apenas muertes. Más sugerencia despiertan las dos relaciones que se establecen en ese marco, extrañas pero con su sentido, y la intuición de Laurie, aquí en apariencia recuperada del horror y de la obsesión, acerca de la oscuridad. Cuando empieza a materializarse lo anunciado, agrada comprobar que se trataba de un sendero narrativo previo, de un amago que no se pretendía desplegar del todo, y que el filme vuelve a la esencia y a lo que sí se esperaba. El epílogo, que hace pensar en la propuesta previa, atrae por lo que tiene de particular (y literal) procesión de ratificación de que sí, es el final.