'La huérfana. Primer asesinato': la niña con sorpresa
Dentro de la temática de niños malignos, ‘La huérfana’ (2009), reflejo de los inicios del español Jaume Collet-Serra en la industria estadounidense, se recuerda por la eficacia de sus elementos y muy especialmente por su giro final. ‘La huérfana. Primer asesinato’, continuación en forma de precuela (por cómo acababa no podía retomarse de otra manera), se enfrenta al reto de que el espectador ya sabe el truco, la verdad sobre Esther, y al de lograr que Isabelle Fuhrman, ahora con 25 años, siga pareciendo una menor. Lo que se tiene presente motiva que el juego con la psicopatía y la manipulación ocultadas por el personaje se revistan de un componente distinto, base aplicada sobre la historia de orígenes, en este caso su engaño a una familia anterior al hacerse pasar por su hija desaparecida. No obstante, la sorpresa desde el exceso de serie B reaparece y la película le da la vuelta a su planteamiento, que de por sí funcionaba, para convertirse en una insospechada comedia negra que genera complicidad por su tono cafre.
De partida muestra el intento de Esther de amoldarse al entorno sin cometer fallos, el recelo de la madre (interpretada por Julia Stiles, a la que se le vuelve a ubicar) por los detalles extraños y, al igual que la original, la atracción por el padre y los celos. Camino de la hora de metraje el filme se transforma debido a un viraje inspirado en los trapos sucios que tapa la clase alta. Los diálogos burdos y las tensiones desarrolladas entonces resaltan la autoconsciencia respecto a lo demencial de lo expuesto, rasgos que estimulan la afinidad.
Director asociado por defecto al terror de perfil bajo, aunque de trayectoria con algunos títulos no exentos de interés (‘The boy’, ‘La separación’), William Brent Bell acierta con el tratamiento e incluso deja buenos apuntes. En contraste, descoloca la ‘neblina’ de la fotografía elegida, que transmite una sensación de pobreza formal.
