'El agente invisible': El objetivo a eliminar

Comenzaron con comedias (‘Bienvenidos a Collinwood’, ‘Tú, yo y ahora… Dupree’), si bien a los hermanos Anthony y Joe Russo se les ubica desde que sorprendieron con ‘Capitán América. El soldado de invierno’. Una irrupción en el universo Marvel que les llevó a firmar también ‘Capitán América. Civil War’ y las dos películas que supusieron el catedralicio colofón de una etapa del imaginario, ‘Vengadores. Infinity War’ y ‘Vengadores. Endgame’. Los precedentes motivan que sus siguientes pasos susciten interés. Tras ‘Cherry’, más de autor y para Apple TV+, los directores vuelven al despliegue de acción con ‘El agente invisible’, que se estrena en Netflix previo paso por algunos cines. Desarrolla un tipo de historia demasiado transitada pero efectiva como entretenimiento siempre que haya maneras detrás, la del activo que pasa a ser un objetivo a eliminar, en este caso un asesino anónimo sentenciado por la CIA. Los Russo consiguen que lo recurrente funcione una vez más, aunque el empaque con el que la dotan presenta su lado quebradizo y constata que la temática tiene manifestaciones mejores.

Tramos como el de Praga, simbólico por la destrucción escenificada, señalan los medios de producción dispuestos para el filme. Sin embargo, sus dos responsables no logran dar con la tecla en lo que a plasmación se refiere. Bajo lo vistoso subyace un empobrecimiento formal del que resulta difícil sustraerse, derivado de su concepción de espectáculo para plataforma y, en definitiva, del signo de los tiempos.

La parquedad expresiva de Ryan Gosling favorece a su personaje, conectado en lo emocional con la figura del jefe-mentor (se agradece reencontrarse con Billy Bob Thornton) y con la menor enferma, que implican el intento de rescate y protección. La obra, nuevo ejemplo de la instalación plena de Ana de Armas en Hollywood, podría haber sacado mayor partido del duelo con Chris Evans, aquí en modo villano sociópata.