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La Piedra del Peruano en Pozondón, un gesto de amor esculpido en rodeno

A las afueras de la localidad de la sierra de Albarracín se encuentra este gigantesco bajorrelieve policromado que realizó hace décadas el artista de Arequipa Mauro Mistiano, residente temporal en el pueblo.

El bajorrelieve que dejó Mauro Mistiano en Pozondón
El bajorrelieve que dejó Mauro Mistiano en Pozondón
Laura Uranga

La llamada Piedra del Peruano a las afueras de Pozondón (Teruel) responde a una de esas casualidades de la vida que dejan huella insólita en lugares inesperados. Las fuerzas de la casualidad o, como en este caso, del amor hacen que la lógica quede a un lado y los resultados de un impulso creativo pasen a formar parte de la fisonomía de un enclave; la naturalidad con la que se asimile tal circunstancia depende de factores muy diversos, pero la calidad en la ejecución es sin duda uno de ellos, además de la adecuación armoniosa al entorno.

La Piedra del Peruano está a tres kilómetros del pueblo, en un paraje conocido como Los Arejos del Barranco Cardoso. Llegar hasta sus inmediaciones no es complicado, ya que puede hacerse por una pista hábil para todo tipo de vehículos. Se trata de un bajorrelieve, delicadamente policromado en piedra de rodeno, la rojiza gema de la sierra de Albarracín que se hace notar en buena parte de la comarca homónima.

La obra se debe al diseñador gráfico e ilustrador Mauro Mistiano, nacido en Arequipa (Perú), donde impartió clases de dibujo en la facultad de Bellas Artes en los años 60. Marchó joven de su tierra natal para establecerse en España (Madrid, Chiva, Pozondón) por más de medio siglo. En Perú dirigió una agencia publicitaria, y en España tuvo su propio estudio de diseño, además de evolucionar como animador y fondista de películas de dibujos animados y trabajar en publicidad y realización 3D.

Esculpir y agradecer

Su pasión siempre fue la escultura en piedra y hierro: al trabajar en esta figura, de seis metros de altura, quiso representar el cuchillo ritual llamado tumi (en quechua), y aunque se especuló con que la identidad del dios reflejado en la empuñadura podía ser la de Inti, el dios sol -también se habló de una referencia al poderoso marino Naylamp-, lo cierto es que el artista reveló al historiador Juan Manuel Berges en una entrevista realizada para la publicación ‘Mayumea’ en 1985 que se trataba de la deidad suprema de los incas, Viracocha. El tumi, por cierto, era un instrumento quirúrgico utilizado para realizar trepanaciones craneanas, usado en las culturas sicán, chimú e inca.

"Por amor en letras grandes, por agradecimiento a la generosidad de estas gentes"

A los pies del tumi aparecen un jabalí y un ciervo, fauna autóctona, y en el izquierdo una serpiente, enrollada a un arbusto. El uso del turquesa, verde y amarillo metálico son propios de este tipo de figuras. El rostro del dios exhibe ojos almendrados y policromados, siguiendo la iconografía del arte precolombino. Remata la figura una corona semicircular formada por varios semicírculos concéntricos, cada uno con una decoración diferente, alternando motivos florales y geométricos.

Mistiano, que estuvo casado con una vecina de Pozondón, pasó años en el empeño de su bajorrelieve, con la ilusión de que su obra resistiera el impacto de la erosión. Colocó un letrero de agradecimiento junto a la imagen, con las siguientes palabras: "Por amor en letras grandes, por agradecimiento a la generosidad de estas gentes". Dicho quedó, aunque el devenir de su vida matizara tan idílico sentimiento.

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