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Niño de la Capea: "Soy un torero de 70 años con los sueños de uno de 20"

Pedro Gutiérrez Moya se vestirá este domingo de luces en Guijuelo para celebrar el cincuenta aniversario de su alternativa.

El Niño de la Capea, en una foto en Zaragoza en 2009.
El Niño de la Capea, en una foto en Zaragoza en 2009.
Carlos Moncín/Archivo Heraldo

El que fuera famoso matador de toros salmantino Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea, que se vestirá este domingo de luces en Guijuelo para celebrar el cincuenta aniversario de alternativa, dice sentirse un día antes "como lo que soy, un torero de 70 años pero con los sueños y las ilusiones de uno de 20".

El gran torero charro hará el paseíllo en dicha localidad salmantina para matar dos toros de su propia ganadería y acompañado en el cartel tanto de su hijo, Pedro Gutiérrez , El Capea, como de su yerno, el extremeño Miguel Ángel Perera, en un acontecimiento que, más allá de lo familiar, supone todo un hito en la tauromaquia.

Nacido el 17 de septiembre de 1952 en el barrio de Chamberí de la capital salmantina, Niño de la Capea toreará, por tanto, a falta de solo tres meses para cumplir los 70 años, conmemorando el medio siglo de esa alternativa que Paco Camino, en presencia de Paquirri, le concedió en la plaza de toros de Bilbao el 19 de junio de 1972.

"¿Que por qué lo hago? Pues porque de alguna manera había que celebrarlo -responde a EFE la veterana figura del toreo- y porque Dios me ha dado una salud magnífica que, con esta edad, me va a permitir matar dos toros sin hacer el ridículo. Y, sobre todo, tengo el apoyo de mis hijos y de mi yerno, que son los que lo van a pasar peor esa tarde".

"Realmente, el esfuerzo -insiste Pedro Moya- lo van a hacer ellos, que van a tener que superar un momento emocional por el que nunca han pasado, como es verme jugarme la vida a su lado. Y van a tener que hacer un esfuerzo para sobreponerse y arrimarse ellos también como yo voy a hacerlo".

Aunque ya reapareció puntualmente en 2004 para confirmar la alternativa a su hijo en la Plaza México -"tenía 18 años menos, eso no fue tan raro"- Niño de la Capea cree que la corrida de mañana, más que un compromiso de riesgo y responsabilidad, "es una suerte, un golpe de fortuna".

"En estos meses de preparación -explica- he mirado para atrás y me he dado cuenta de la cantidad de compañeros de mi época que no podrían hacer esto, o bien porque han muerto o porque su físico ya no se lo permite. Yo, ahora mismo, me siento igual que en aquellos años 70, la ilusión por torear me ha rejuvenecido, algo que hace seis meses no me hubiera ni creído".

Precisamente en cuanto a esa preparación para poder torear una corrida de toros en púlico con casi 70 años, el salmantino asegura no haber hecho "nada especial, sólo lo de siempre: torear en el campo y andar, andar mucho. Si no corría ni cuando tenía veinte años, no lo iba a hacer ahora".

"Lo más decisivo -continúa- es que mi hijo Perico y Miguel Ángel me han hecho salirme de lo que ahora se llama 'zona de confort', y me han llevado a tentar y a enfrentarme a toros de ganaderías con mucha movilidad y temperamento, para que me acostumbre a la velocidad de un tipo de animal que no salía en mis tiempos. Por eso creo que mañana me voy a sentir fortalecido".

Niño de la Capea, que se ha encargado para la ocasión un vestido nuevo y con bordados típicos de los 70 -"no he reparado en gastos, porque cumplir los sueños no tiene precio"-, cree que durante la corrida se le agolpará nen la mente "millones de recuerdos", pero aun así dice que se va a sentir "como el rey del mambo: un hombre de 70 años con la ilusión de uno de 20".

"Creo que todo esto tiene que ver -considera- con la gran fortaleza mental que tenemos todos los toreros de mi generación, que gracias al toro pudimos salir de la miseria pero obligados a relevar a una grandiosa generación de figuras en una época muy convulsa social, política y taurinamente hablando. Aquellas pruebas fueron muy duras, y estamos acostumbrados a hacer esfuerzos".

"Sí, me siento muy orgulloso de todo aquello, de como remonté las agrias críticas que se hacían a mi forma de torear en los primeros años, pero que me fue tan rentable. Si tengo que hacer balance, lo mejor que me queda es el respeto de los aficionados hacia lo que he sido en el toreo. Eso es lo más bonito que puede tener un torero, y no creo que mañana me lo vayan a perder", finaliza riéndose el maestro salmantino.

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