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Jorge Gonzalvo: "Atrapavientos cree en la lectura, en la escritura y en la belleza"

Es escritor, promotor cultural e integrante de la asociación literaria de Zaragoza que está dando la vuelta al mundo con sus propuestas para jóvenes

Jorge Gonzalvo dice que más de 35.000 personajes, de 10 a 100 años, han intervenido en las propuestas de Atrapavientos.
Jorge Gonzalvo dice que más de 35.000 personajes, de 10 a 100 años, han intervenido en las propuestas de Atrapavientos.
José Miguel Marco.

Jorge Gonzalvo (Zaragoza, 1972), antes de nada, se define como un vecino de Torrero. Como el recién finado Violeta, ‘El León de Torrero’, como el fotógrafo José Antonio Melendo, el actor y guionista Luis Rabanaque o los artistas José Luis Cano o Juan Tudela. Es escritor, profesor de escritura creativa, ingeniero de telecomunicaciones, trabaja de Administrador de Sistemas en la CARTV y, sobre todo, es un contador de historias.

¿Empezamos en Torrero?

Muy bien. Soy un ciudadano de Torrero, un niño de Torrero, un paseante a orillas del Canal Imperial. Tuve dos referencias: mi abuelo Lorenzo y mi abuela Pilar. Con él iba a los Pinares de Venecia y descubrí todo un mundo. Mi abuelo me abrió la puerta a un mundo fascinante.

¿Cuál?

El del fútbol, el del mito, en del barrio. Aprendí mucho de él.

Perdone, Jorge, ¿en qué sentido?

En todos. Mi abuelo era especial. Amaba Zaragoza, y Torrero. la Paz y el Canal Imperial de Aragón.

Torrero, entre otras cosas, era el barrio del cementerio y de la cárcel. ¿Qué le marcó más?

El cementerio de Torrero ha sido decisivo en mi vida. Primero porque estaba cerca y allí irían a parar mis abuelos. Y más tarde mi padre. Siempre me ha gustado mucho Torrero. Para mí los cementerios con como museos al aire libre, y no solo eso: yo iba y voy muchísimo por que ahí están enterrados mis abuelos, que tanto me han marcado, y mi propio padre. Cuando voy a una ciudad, siempre voy a sus cementerios. Piense en París, en Montmartre acudo siempre a la tumba de Julio Cortázar, que me encanta. Y en Père Lachaise, a la de Jim Morrison, en Pere Lachaise. Siempre llena de gente, siempre invadida de turista.

¿Es usted mitómano?

Creo que no. Pero con Cortázar me sucede algo especial: lo admiro mucho y me emociona estar tan cerca de él y de sus restos que se convierten en polvo. He adorado siempre a Julio Cortázar.

¿Puedo preguntarle por qué?

Por su compromiso político y por su escritura, en primer lugar. Y por sus cuentos. Pienso en ‘Historias de cronopios y famas’ o en sus textos de ‘Instrucciones de uso’. Cortázar tenía la facultad de coger cualquier texto y hacer de él una obra de arte. Ese libro me ha marcado y, también, claro, ‘Rayuela’, esa novela moderna sobre París. Siempre lo digo, y a mucha gente le parece extraño: «Cuando voy a una ciudad, española o extranjera, siempre voy a los cementerios». Para mí son lugares de tranquilidad y de paz. Y claro, ir a Montmartre y estar cerca de los restos de alguien que admiro tanto como Julio Cortázar, que tanto encanto tenía, me emociona.

¿De dónde le viene esta atracción por la lectura?

Desde la infancia. Siempre me han gustado los tebeos y, en particular, las narraciones de ‘El Pequeño Nicolás’. Me entusiasmó ‘La historia interminable’ de Michael Ende y cuando se ahoga el caballo de Atreyu me eché a llorar como lo que era: un niño sensible y crédulo. Ahí, poco después, aprendí una cosa: la literatura era tan especial que podía provocarte las lágrimas, el dolor, el asombro, el amor, la sensación de realidad.

¿Y qué pasó después?

Hace quince años o más, decidí apuntarme a Cursos de Escritura, y más tarde Julio Espinosa, en sus diferentes proyectos, me pidió que diera clases de Escritura Creativa. Me gusta y tengo claro nuestro objetivo: la clave es que la gente sienta el deseo de escribir y de leer. Y esa es mi verdadera ocupación.

¿A quién le debe esa pulsión?

Creo que, ante todo, a mi padre, era muy especial. Era delineante. Adoraba los tebeos: ‘Mortadelo y Filemón’, ‘El Capitán Trueno’. Era un gran lector de novela histórica, sobre todo de Arturo Pérez-Reverte. Me conmovía que su mesilla de noche estuviese siempre llena de libros. No sé mi contagió o no, pero algo habrá tenido que ver. Siempre me ha gustado leer, investigar, experimentar.

Usted estudió Imagen y Sonido.

Sí. Ingeniería de Telecomunicaciones. Algunos me preguntan si tengo temperamento renacentista. Me interesan la literatura, la televisión (donde trabajo), el universo infantil. Soy un escritor de cajón, sin prisa. Tengo muchos cuentos y hasta tres novelas inéditas.

Jorge Gonzalvo es cuentista, tiene tres novelas inéditas e imparte talleres de escritura creativa.
Jorge Gonzalvo es cuentista, tiene tres novelas inéditas e imparte talleres de escritura creativa.
José Miguel Marco.

¿Y eso, por qué?

Un autor, por pudor o por prudencia, porque es tímido o inseguro, porque se atreve a ser un poco arrogante, duda siempre. Dudo mucho. Con toda el alma.

Usted es conocido por Atrapavientos.

Sí. Es un proyecto literario de lectura y escritura que amamos mucho, que creamos la productora Mamen Delpón, yo y otra gente. Después de que se creasen las ediciones del Laberinto de las Artes, se publicó a Cortázar y a Cristina Peri Rossi, surgió la posibilidad de que pusiéramos en marcha un proyecto más ambicioso como Atrapavientos.

¿Qué hace Atrapavientos?

Difundir la lectura y la escritura. En general trabajamos por la fábula, por el arte de emocionar con las historias a los niños de 10 a 100 años. Llevamos trece años y hemos hecho de todo en un pueblo, en las ciudades, en Zaragoza. Todo nace de nuestra voluntad por defender y promocionar, entre los niños, los adultos y las familias, los propios abuelos, la lectura y la escritura. Hemos hecho actos para más de 35.000 personas, como poco, y ahí seguimos: contagiando, creando, con espíritu de servicio público.

¿De qué se sienten más felices?

Es muy difícil decir algo así. De todo. Hemos transportado nuestros programas a ciudades, países y continentes muy distintos que han disfrutado de nuestras propuestas, talleres, juegos, programas. Y hemos logrado exportarlas. No vendemos humo ni vamos de arrogantes: piense en proyectos como ‘Libros que importan’, ‘Lucha libre’, ‘Los plantadores de historias’ o ‘Los susurradores’. Llevamos trece años, nacimos en Zaragoza, aquí vivimos y trabajamos, y seguimos. Creemos en la lectura, en la escritura, en la ilusión y en la belleza.

¿Dónde han estado?

Nos llaman de la Biblioteca de Aragón, de Centro América, de Argentina, de México, y acabamos de estar en el Instituto Cervantes de Casablanca, Marruecos, y en Estocolmo, donde presentamos el proyecto ‘Libros que importan’ con éxito. Con nuestros proyectos hemos abierto varias veces los informativos nacionales. En Zaragoza somos alrededor de diez personas y tenemos delegaciones en Madrid, Barcelona y Valladolid.

¿De qué se sienten orgullosos?

Nuestros proyectos han trascendido… Tienen público, generan curiosidad, son reclamados, se ofrecen aquí y allá.

Estamos en las Ferias del Libro de Zaragoza y Huesca. ¿Le dicen algo?

Claro que sí. Son una fiesta de la palabra, de los autores, de las editoriales. La Feria del Libro me emociona siempre.

¿Recomiéndenos tres o cuatro libros para estos días?

‘Sostiene Pereira’, de Antonio Tabucchi, un libro estupendo y algo olvidado, una fantástica novela; por supuesto ‘El infinito en un junco’ de Irene Vallejo, un libro excepcional para siempre, y le diría Camilla Läckberg: la leí durante mi estancia en Suecia y al regreso, y me impresionó.

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