LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL. oCIO Y CULTURA
Edelvives entrega sus premios en una gran fiesta y quiere exaltar Zaragoza ante el mundo
Ricardo Gómez logra el premio Ala Delta con 'Música entre las ramas', e Inés Garland obtiene el Alandar con 'De la boca de un león'
Javier Cendoya, director general del Grupo Edelvives, estaba ayer feliz y orgulloso por la entrega presencial de los premios de literatura infantil y juvenil (LIJ) de su sello, el Ala Delta y el Alandar, que recayeron en Inés Garland y Ricardo Gómez, y del III Premio de Ilustración Internacional Edelvives, que obtuvo Natalia Martín Ranera. La gala tuvo lugar en el Espacio Ebro, desde las 19.30, con «emociones fuertes y sorpresas»: la actriz Lola Herrera leyó fragmentos de los libros ganadores y el cantante Alejo Stivel interpretó varios temas.
Con ellos estuvieron la ministra de Educación y Formación Profesional Pilar Alegría (ofreció el galardón a Ricardo Gómez), el consejero de Educación, Cultura y Deporte Felipe Faci (entregó el premio a Inés Garland), y la vicealcaldesa del Ayuntamiento de Zaragoza Sara Fernández (dio su trofeo a Natalia Martín Ranera). El acto concluyó con un recuerdo para los ganadores de 2020 Sebastián Vargas y Antonio J. Ruiz Munuera, que también acudieron a la gala. Entre los numerosos invitados, estuvo Paloma de Yarza, presidenta de HERALDO DE ARAGÓN.
Violeta Krahe, jefa del departamento de Literatura de Edelvives y miembro del jurado, condujo el acto y realizó algunas interpretaciones de la obra de los ganadores, en compañía del escritor y coordinador del departamento de Literatura de Edelvives Ignacio Chao. Este recordó, aunque no estaba seguro del todo, que la edición de 2021 fue la más concurrida: se presentaron más de 225 al Ala Delta y casi 125 al Alandar, y que en ellos aparecía el tema de la covid, junto a temas más clásicos: el acoso escolar, los roles de género y la inmigración. Violeta Krahe recordó la importancia de la lectura y la escritura en el combate contra la covid, fueron “un refugio y una fuente de placer”, dijo. Y a continuación entraron ambos a hablar de los libros ganadores.
La argentina Inés Garland firma ‘De la boca del león’, la historia del joven Tadeo, que que vive en una familia de cuatro hermanos y el mayor de ellos lo maltrata. Krahe recordó que la acción transcurre en una atmósfera asfixiante en una novela donde hay un padre autoritario, una madre lejana o ausente, y en la que aparece una joven, Vera, en una familia completamente diferente. Observó que la novela, repleta de conflictos y tensiones, de ricos elementos psicológicos, es también la crónica de un delicado primer amor.
Inés Garland es muchas cosas: es guionista, traductora, da clases de escritura creativa y tiene varios libros a sus espaldas. Recordó que había empezado a escribir la novela en 2014, que al principio era bastante coral, pero que tras la pandemia se dio cuenta de que el joven Tadeo le pedía contar su historia, su drama, en primera persona. Usó la palabra ‘desatar’ para explicar que el protagonista, tal como señaló Violeta Krahe, lleva como un nudo en el estómago y que la novela era un intento de desatarlo. Krahe dijo algo muy bello: ‘De la boca de un león’ de Inés Garland es un novela luminosa y de esperanza con “protagonistas con carisma y muy entrañables”. Inés dijo que había sido dolorosa de escribir, pero que la literatura es eso: “se exorcizan demonios y se encuentra la luz. Y eso me libera. Al fin y al cabo, se trata de conocer más habitaciones de mi casa”, explicó en sentido simbólico.
Ricardo Gomez, con medio centenar de títulos a su espalda, es un clásico de la LIJ que posee el Premio Cervantes Chico. Él logró el galardón con ‘Música en las ramas’, una novela que sucede en el corazón de la selva de África, donde un grupo de taladores o madereros llegan con sus sierras y sus ruidos para cortar los árboles y agitar la vida de los bakayas, la tribu antigua que vive en las profundidades del bosque. Chao le preguntó si había querido enfrentar dos mundos antagónicos: el del silencio y el de un mundo tradicional con el del ruido y la modernidad.
Ricardo Gómez dijo que esa novela, escrita con los olores y sabores de la naturaleza, parte de un hecho que se da en la realidad. Dijo que quizá tuviese algún parentesco con Rudyard Kipling y menos con el Tarzán de Edgar Rice Burroughs. Puesto a explicar si, tras medio centenar de libros, poseía una poética, unas claves de escritura que le definan, acudió a la idea del lector civil, que formuló el editor y crítico literario Constantino Bértolo, y dijo que él se sentía, ante todo, un escritor civil. Recordó en un aparte el gran momento de las letras aragonesas (recordó su amistad con Ana Alcolea, Fernando Lalana, Daniel Nesquens, etc.) y dijo que un premio así le da alegría y a la vez responsabilidad.
La madrileña Natalia Ranera se presentó en el último momento al premio y presentó un trabajo donde rinde un homenaje a su padre, fallecido en 2020 por la covid. Se confesó extremadamente tímida, pero reveló que ya está entusiasmada trabajando en un proyecto que va a ser su primer libro y que saldrá en unos meses. Por ahora se lleva en secreto. Elogió los libros ilustrados y reconoció a algunas figuras: Benjamin Lacombe, Rebecca Dautremer, Ana Juan o, entre otros, Iban Barrenetxea, que es su favorito. “Este premio es un sueño cumplido. Que Edelvives haya confiado en mi trabajo, me hace sentir muy afortunada”, dijo, con la conciencia de que lo mejor está por venir y comenzará con ese primer libro que estará en la calle a la vuelta de unos meses.
