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Dino Valls expone en el Paraninfo: un innovador artista del pasado

El pintor zaragozano, reconocido en muchos lugares de Europa, vuelve a Aragón con esta gran muestra

Dino Valls explora la belleza del cuerpo y los conflictos internos del alma.
Dino Valls explora la belleza del cuerpo y los conflictos internos del alma.
Toni Galán.

Edward Lucie-Smith, reconocido crítico de arte británico, escribió que Dino Valls puede ser incluido junto a «los más innovadores artistas del pasado». Una frase que define muy bien su trabajo. Es innovador por restaurar lenguajes anacrónicos a la contemporaneidad y al mismo tiempo afrontar la valentía de instaurar esa facultad de expresión tan personal, en el presente. Su pintura es un brote de silencioso radicalismo que desafía las corrientes estéticas y que nace de la propia pintura para diversificar la complejidad formal, como forma de representación. Su obra no se nutre de apelativos sencillos. Es inquietante, como una taladradora que paulatinamente se sumerge en el espíritu que hay mas allá de la sustancia que da forma a la inmortalidad.

Su interés por la pintura, es muy temprano ya que Dino Valls (Zaragoza, 1959), formó parte de los veintitrés jóvenes artistas que expusieron en La Lonja en 1978. Posteriormente se integró en el Grupo Crómatos, formado por nueve pintores que realizaron dos intervenciones, en el Hogar del Pensionista de Delicias y en el Colegio Cesáreo Alierta en La Romareda, así como un mural a tres manos, junto a Ignacio Fortún y Juan Arpa para la Casa de Teruel. En 1982 recibe el Primer Premio de Pintura del XII Premio San Jorge de la Diputación Provincial de Zaragoza. Después se marchará a Madrid y de allí ha Estados Unidos.

Su obra no se nutre de apelativos sencillos. Es inquietante, como una taladradora que paulatinamente se sumerge en el espíritu que hay mas allá de la sustancia que da forma a la inmortalidad.

En 2001 presentará una exposición retrospectiva (1990-2000) en las Salas del Palacio de Sástago. En la publicación que acompañaba esa exhibición se recogían piezas desde 1985, donde se apreciaba el interés del artista por el prerrafaelismo o la pintura flamenca. Una obra más oscura en sus fondos, que daba predominancia a la luz que emanaba de la piel de las propias figuras, muchas de ellas inscritas en interiores. En la exposición actual, si bien no renuncia a ello en algunos casos, la paleta con los años se ha vuelto mas luminosa, con una policromía mas brillante que semeja en algunos ejemplos a la intensidad que proporciona el esmalte, sobre todo para los fondos y ropajes.

La figura femenina es la protagonista. Un estudio que centra la atención en una aparente mirada impávida que trasmite una pacífica perturbación, a través de rostro angélico que dirige la vista de manera frontal. Una representación que sigue siendo el punto focal de la actual exposición, en la que se repiten algunas obras de la exposición de 2000 y que abarca un periodo que va de 1988 a 2017, con algún dibujo posterior a esta fecha.

La exposición tiene un planteamiento interesante ya que junto a las pinturas –provenientes de colecciones privadas– se colocan en algunos casos los dibujos preparatorios para la obra final o de pequeño formato, propiedad del artista.

En estas obras en papel se respira un aire manierista como en ‘Memento Mori I’ (1989). Dino Valls, es un artista que no causa indiferencia, del que destaca su dominio del dibujo desde joven como queda plasmado en los ‘apuntes’ de sus clases de Medicina, presentes en la exposición. Una carrera que cursó, siguiendo la estela familiar, pero que nunca ejerció. Sin embargo sí que hay un poso que circula silenciosamente por su obra. Es la desnudez de la sustancia espiritual innata a la corporeidad manifiesta. La exploración de la realidad interna del ser humano.

En su obra la psique es la poseedora de la verdad y el artista quien experimenta con ella. Tan solo una pequeña pintura como ‘Hipnagogia’ (1998) sugiere ese estado de transición de la vigilia al sueño, donde el ser humano es mas frágil. Un estudio de claroscuros que le acerca a la mirada de un Goya a quien Dino Valls admiraba en su juventud, ya se sentía sustraído por la magia de los «vuelos de brujas».

Un estudio de claroscuros que le acerca a la mirada de un Goya a quien Dino Valls admiraba en su juventud, ya se sentía sustraído por la magia de los «vuelos de brujas».

Dino Valls es un pintor minucioso, exquisitamente pulcro, con una gran delicadeza y realismo a la hora de tratar la piel o el cabello. Pero también es maestro cuando aborda las distintas materias de los elementos que van componiendo sus tablas. Su obra se compone y descompone en el espacio, como un retablo desgajado y unido con la mirada. Piezas que como la pintura gótica del siglo XIV de los Países Bajos, abre un camino en la concepción del mundo, en el que todo lo que está inscrito en la composición tiene un significado.

Llegados a este punto es necesario destacar ‘Ars Magna’ de 2010. Un cuadro complejo, que reúne una iconografía donde están presentes deidades clásicas y donde hasta el más pequeño objeto tiene un significado. Incluso hasta aparece el propio autor que se asoma esquivamente desde una trampilla. Una exposición que invita a desentrañar secretos que están ocultos en la pintura, como un texto que todos pueden ver, pero solo los elegidos pueden descifrar.

LA FICHA 

'Scientia pictoris'. Pintura y dibujo de Dino Valls. Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Hasta el 3 de julio.

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