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Clara Fuertes: "María Casares fue una actriz vibrante, apasionada y enorme"

La autora castellana, afincada en Zaragoza, publica 'Todas las horas del día' (Plaza & Janés), donde reconstruye su vida y la pasión por Albert Camus

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Albert Camus y María Casares vivieron una intensa relación amorosa y teatral.
Archivo P & J.

¿Qué le ha llevado hasta María Casares? ¿Fue un encargo, una revelación o una apuesta su novela ‘Todas las horas del día’ (Plaza &Janés)?

El destino, estoy segura. Hace años que Cristina Lomba, editora de Plaza & Janes, y yo queríamos trabajar juntas. Ella, con quien contacté para reeditar mi primera novela ‘Agua de Limón’, siempre apostó por mí y por la novela, incluso lo hizo por la segunda, pero no decidía ella sola. En el departamento de lectura había más gente y, al final, no pudo ser. Con el tiempo, yo me centré en otra manera de publicar. Estaba muy a gusto siendo independiente y dejé de enviarle mis manuscritos una vez los terminaba. Sin embargo, ella estaba pendiente de cada una de mis novelas publicadas. Volvimos a retomar nuestra relación a raíz de la publicación de ‘Mi querida Irène’. 

¿Qué pasó?

Pactamos la siguiente novela, ‘Me enamoró una lágrima’, pero estalló la pandemia y al no haber firmado nada de manera oficial, seguí el camino sola. Después de todo aquello, nos sentamos en serio y firmamos. Y la elegida fue María Casares. No por encargo, fue nuestra apuesta, una revelación, una mujer que me enamoró desde el principio. Yo le dije que quería escribir sobre una mujer y me propuso muchas interesantes. Las investigué a todas y lo tuve claro. María Casares (1922-1996) brillaba más que ninguna.

¿Ha querido hacer una novela de voces, muy metaliteraria? ¿Cómo la concibió?

Como concibo cada historia, desde el corazón. Quería recorrer los últimos años de María e ir hacia atrás en el tiempo. Nostalgia, historia, amor y primera persona. Tenía todos los elementos para recordar con ella, su memoria; amar con ella, a Camus, a Dadé (su marido); meterme en su piel.

En la novela hay muchas cosas: el artículo, el perfil, las memorias, la entrevista, la carta-confesión, y todo ello está muy presente. ¿También ha querido hacer un homenaje al periodismo o la novela es el género más libre?

Es cierto que la novela es el género más libre, pero sí, también he querido hacer un pequeño homenaje a ese periodismo que investiga, que se vuelca en lo que busca, que se enamora de su trabajo y se deja seducir. Ese es el periodismo en el que yo creo, un trabajo vocacional como lo es el teatro, actuar, escribir, pintar…

Hay un momento en que se dice que María tenía tres dioses: el océano, el teatro y Camus.

Sus dioses son su fe, sus creencias; y ella cree, por encima de todo, en el mar, lo ama incondicionalmente desde niña, y le sucede lo mismo el día en que se sube a un escenario y el día en que conoce a Camus. Ese mismo sentimiento irracional, y hermoso al mismo tiempo, es su fe.

¿Qué le debe su novela a las memorias de María: ‘Residente privilegiada’?

Sus últimos años. Cuando María escribió su biografía, aún vivía su marido, Dadé, como ella lo llamaba con cariño. Esta novela cuenta todo lo que ella no dijo entonces, cuenta lo que sentía, lo que sintió cuando murió, el amor profundo hacia Camus. Se desnuda ante el lector como la gran actriz y mujer que fue, a través de un soliloquio continuo.

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La escritora Clara Fuertes, tras varias novelas, ha investigado la vida, la obra, las memorias y las cartas de la actriz española María Casares. 
Archivo C. F.

Hablemos del mar, de Galicia, de la infancia. ¿Qué les debe María?

María recuerda su infancia como el periodo más bonito y dulce de su vida y puede que ese fuera el verdadero motivo por el que no quisiera volver nunca. A veces, idealizar algo es la mejor manera de preservarlo.

Decía que solo había hablado de política con su padre. ¿No resulta un poco inexacto eso: hizo frente a su modo a los nazis?

María escuchaba hablar de política a Camus, a su padre, a Negrín, a Azaña… La política no era ajena a su vida, convivía con ella de un modo u otro; pero a ella no le gustaba hablar, no le gustaba que su vida estuviera regida por la política, por los discursos. Intentaba mantenerla al margen, volcarse en su carrera, en sus papeles, en el amor. María hizo frente a los nazis como pudo, como hicieron todos en Francia, sobreviviendo a su existencia, intentando pasar desapercibida, ayudando cuando podía o se lo pedían, pero no fue una mujer activa hasta el final de la guerra, cuando conoció a Camus y le pidió que formase parte de la Resistencia. Aun así, apenas participó. Le daba mucho miedo.

¿Cómo le dolió irse de España y, más aún, la Guerra Civil?

Para ella fue un momento muy triste. La familia se separaba y el futuro era incierto. España le dolería toda la vida.

Camus es determinante en su vida. Está presente todo el tiempo. ¿Cómo resumiría su amor, su convivencia, sus idas y venidas?

Sí, lo es. Camus fue su gran amor. Amante, maestro, padre cuando falleció el suyo, amigo, compañero. Lo fue todo en su vida. También su marido Dadé y sus últimos años junto a él fueron importantes para María, complementaron el amor que sentía.

El teatro lo fue todo para ella. Y lo describe con bellas palabras: «El teatro es el último refugio de los milagros». ¿Qué actriz fue, cómo vivió esa pasión?

María fue una actriz vibrante, apasionada, enorme. Tenía una voz que lo llenaba todo, una energía que desbordaba. Era perfeccionista. Cuidaba al detalle cada personaje, los hacía suyos. Vivía para el teatro, para actuar.

¿Diría que es una mujer olvidada en España, aunque volviese y montase a Rafael Alberti?

Totalmente olvidada. Quizá no tanto en Galicia, donde se le han rendido varios homenajes, pero en el resto de España, fuera del ámbito del teatro, es una auténtica desconocida.

¿Qué representa para Francia?

Es un icono del teatro y de la escena. La quieren.

¿Qué anécdotas, qué instantes le conmueven más de ella?

Uno de los que más me conmueven es el día D. Mientras se producía el desembarco de Normandía, mientras el mundo estaba pendiente de que los aliados acabaran con la locura nazi, ellos, Camus y María, se amaban por primera vez. Otro momento de mucha ternura es cuando María recorre las calles y los lugares donde fue feliz con Camus. Su muerte le dolió tanto que lo viví y me hizo llorar.

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