'Fabiolo Connection': La Moraleja también está en los cuentos

Fabiolo, que vive en La Moraleja, está modelado con el barro de la comedia para construir el personaje arquetipo con polo de tenis, gafas de sol y buena situación económica que reboza las palabras con dicción gangosa. Una identidad con muchas papeletas para que los espectadores la reciban con antipatía, por aquello de mostrar tanta seguridad en sí mismo y dividir el mundo entre tu vulgaridad y su fantasía. Sin embargo Fabiolo cae bien porque ridiculiza a todo el mundo con esa pachorra que no le deja ver que el primer ridículo es él y así, con la sensación de que todos estamos sumergidos en la misma salsa, las carcajadas brotan en un cuento donde las mil y una noches se pasan entre jeques, bereberes y deidades de la cultura popular.

La escenografía, aunque también utiliza algunos elementos de atrezo, se construye y transforma constantemente gracias a un espacio sonoro que subraya las acciones de un texto que maneja multitud de referencias, que van desde los ecos de Les Luthiers, a los enredos de Cantinflas, o el estilo de quien recita versos del Siglo de Oro y está pensando en Gomaespuma.

Rafa Maza se mete al público en el bolsillo desde el primer instante, en realidad lo necesita ahí para que el mecanismo de la risa funcione perfectamente. Solo se puede disfrutar de esta aventura si formas parte de ella, si te dejas llevar por una dramaturgia que agita lenguajes narrativos, palabras en avalancha, imitaciones por doquier, juegos malabares y un ramillete musical de copla, pop y cuplé. Todo se concentra y estalla en un trabajo actoral pulcro y perfectamente definido, donde cada puya, chiste o chascarrillo se percibe diáfano, con el tiempo y la atención que necesitan para dejar claro que, después de tanta frivolidad, lo más importante de los cuentos es la moraleja.