'La maldición de los hombres Malboro' llega al Auditorio

La obra dirigida por la coreógrafa andaluza Isabel Vázquez indaga en los estereotipos sociales masculinos

Un momento del espectáculo 'La maldición de los hombres Malboro'.
Un momento del espectáculo 'La maldición de los hombres Malboro'.
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¿Qué es un hombre Malboro? "Un ideal, un estereotipo de lo que se supone que debe ser un hombre, en realidad un concepto en continua evolución" responde Max Arel Rafael. El escritor debutó literariamente con ‘La maldición de los hombres Malboro’ (Editorial Dalya), un texto desgarrado, contundente y muy poético que indagaba en los estereotipos sociales masculinos. En los más tóxicos y dañinos, sin esquivar nada.

"El libro nació como una aportación para montar el espectáculo -añade Max Arel Rafael-. Ambos coinciden en algunos puntos, pero también el libro va más allá en algunos aspectos. Ese ideal masculino en muchas ocasiones no solo es un problema para la mujer, también lo es para el hombre porque entra en conflicto con sus propios  intereses. El libro nace de un intento de reflexión por mi parte de qué ideal tenemos de lo que es o debe ser un hombre y sus rasgos principales, y cómo en muchas ocasiones se adultera todo hasta llegar a límites insospechados".

Con 'La maldición de los hombres Malboro', Max Arel Rafael, que actualmente está a punto de publicar una novela de distinto tono y planteamiento al de su primer libro,  puso texto a un concepto escénico que la coreógrafa andaluza Isabel Vázquez desarrolló y estrenó en 2017 en el Festival Internacional de Danza de Itálica. Desde entonces a hoy el espectáculo ha paseado con éxito por varias ciudades españolas (también ha podido verse en Huesca y Valderrobres). Y llega este lunes al Auditorio de Zaragoza (sala Multiusos, 20.00, entradas a 10 euros).

‘La maldición de los hombres Malboro’ es un espectáculo para seis bailarines y está dirigido por una mujer: Isabel Vázquez, intérprete, coreógrafa y profesora de danza. La obra se mueve en varios registros: desde el humor al sarcasmo, de la reflexión a la sátira.

"Trabajo mucho a partir de textos literarios -señala Isabel Vázquez- y configuré una dramaturgia a partir de los de Max Arel Rafael. En el fondo del espectáculo late una reflexión y una preocupación que tenemos todos, y es el papel que desempeñamos en la educación de nuestros hijos para impulsar o mitigar estos comportamientos nocivos. Creo que ahí reside parte de la clave del éxito que ha tenido el espectáculo. El resto se debe a que, al tener palabra, es muy directo, llega fácil al espectador". 

Y también a la calidad del reparto. No es fácil encontrar a seis bailarines que canten y sepan interpretar.

"No es fácil, pero cada vez resulta más común encontrar intérpretes formados en varias disciplinas -añade la bailarina y coreógrafa-. Y también lo es subir a escena espectáculos más híbridos, que empleen todas las artes". Esos actores multidisciplinares los ha encontrado entre sus exalumnos: David Barrera, David Novoa, Arturo Parrilla, Javier Pérez, Baldo Ruiz, Indalecio Seura, Álvaro Copado y Maximiliano Sandford son los artistas que han dado vida hasta ahora a los seis papeles de la obra, que a finales de junio y principios de julio pasados se ha representado en el Teatro La Latina de Madrid.

La obra une dramaturgia, danza contemporánea y canciones
La obra une dramaturgia, danza contemporánea y canciones
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La obra, con la producción de Elena Carrascal y Excéntrica Producciones, ha sido galardonada como mejor espectáculo de danza y mejor coreografía en los Premios Escenarios 2017/2018.  Allí también Baldo Ruiz recibió el premio al mejor bailarín. Esos galardones, en las mismas categorías, los recibió en los Premios Lorca 2018. Y ese mismo año fue candidato a tres Max.

"Los programadores ya le están perdiendo el miedo a los espectáculos de danza contemporánea -concluye Isabel Vázquez-. Y el público cada día está más preparado para recibir todo tipo de propuestas si en el escenario se le cuentan cosas. Yo siempre tengo muy en cuenta esa comunicación, porque me interesa que los mensajes lleguen. No me gusta llamarme 'coreógrafa'. El movimiento en sí, en abstracto, puede parecerme bonito pero no me sirve para nada. Yo lo uso en la medida en que me sirve para contar y trasmitir cosas. Prefiero definirme como directora de movimiento. Si traduces las palabras en movimiento, todo es mucho más cercano".

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