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Jesús Rubio Jiménez: "La tierra es nuestra madre y la estamos chuleando"

Nació en Ágreda (Soria) en 1953 y abraza por igual su tierra y Aragón. Publica un vasto poemario, recuerda a Leonor y Machado y retrata a un editor

Jesús Rubio se considera un "aldeano con mirada cosmopolita".
Jesús Rubio se considera un "aldeano con mirada cosmopolita".
Guillermo Mestre.

¿Cómo es y quiere ser el poeta Jesús Rubio Jiménez?

Un aldeano con mirada cosmopolita. La única patria son los lugares donde uno ha vivido, sobre todo los de la infancia, donde se abrió a la luz y al conocimiento; en ellos está lo esencial de la identidad; aunque se sumen otros lugares, no marcan con la misma hondura.

¿Qué le da el catedrático, experto en Machado y Bécquer, entre otros, al escritor de versos?

Cualquier tipo de escritura es una herramienta útil para conocerse y para conocer el mundo, tratando de explicarnos y de explicarlo. En mi caso, la exigencia es la misma, sea un estudio académico, sea un poema, sea un relato: lo fundamental es encontrar la palabra adecuada y justa. Y es ahí donde está el quid de la cuestión. y también el goce, cuando se encuentra la palabra precisa para comunicar lo que se pretende.

¿Cuáles son los ‘Lugares del corazón’ (Olifante): los espacios de la infancia, los que nos acompañan a lo largo de la vida?

Mi visión de la vida es cíclica, nunca he creído en el progreso más que para aspectos superficiales. Como aldeano que soy, el ciclo anual es fundamental y también los cuatro elementos clásicos: primavera (infancia, agua), verano (juventud, tierra/trigo), otoño (madurez, fuego/vino), invierno (vejez, el aire, el infinito). Son la harina y el agua con que se amasa la vida. El fuego con que se cuece el pan, el aroma que impregna el ambiente. Cada uno marca los cuatro lugares o poemarios del libro: El Viñazo, Valdepalomas, Iruelas y el Moncayo.

Defínanos el Moncayo.

El Moncayo es la montaña tutelar de mi territorio: desde niño ha estado enfrente de las ventanas de mi casa. Cuando Marcial volvió de Roma, estoy seguro de que se le saltaron las lágrimas cuando descubrió su silueta inconfundible en el horizonte; a todos los que nos hemos criado bajo sus faldas nos tutela como una clueca sus polluelos; sus bosques nos susurran consejos. Su agua nutre la savia de nuestras raíces.

Publica otro libro muy curioso dedicado a Antonio Machado, a su esposa Leonor Izquierdo y a su amigo José María Palacio: ‘Donde está su tierra’ (Olifante).

Es evidente que Leonor cambió la vida de Antonio y su pérdida lo trastornó; Palacio era de Rasal (Huesca) y estaba empleado en la Diputación de Soria; se casó con Heliodora Acebes Cuevas, emparentada con Leonor por parte de madre... Y Palacio perdió a dos niñas de corta edad; a Palacio y a Machado, aparte de sintonías personales y familiares, los unió el dolor de la pérdida de seres queridos, fueron hermanos en el dolor.

Palacio, al que le dedica un poema Machado, era periodista...

Sí, un notable periodista regeneracionista, seguidor de Costa. Escribió muchísimo y a finales de año saldrá una biografía y antología de sus escritos en Huesca que he escrito tras censar y leer más de 1.500 artículos suyos.

Otro de sus libros ha sido una biografía–catálogo de Daniel Devoto. Resúmanos quién es este personaje que ha editado a tantos grandes escritores.

Daniel Devoto era argentino y llegó a París becado por el gobierno francés casi a la vez que Julio Cortázar, también becario; por entonces eran inseparables. Antes, en Argentina, había sido pianista y compositor, poeta y narrador, y también editor, que es la faceta rescatada en este catálogo. Estuvo casado con una hija de Valle-Inclán. Estamos tratando de salvar una parte de su archivo.

Cada verano se va a Ágreda. ¿Aspira a ser el buen salvaje o a recuperar su alma de campesino?

En realidad, me voy a tierras altas, a Abejar (Soria), donde he tratado de ir sacando adelante unos cientos de encinas. Es mi manera de entender la ecología: con una azada en la mano. Por ahí quizás salen mis genes aldeanos.

¿Cree que hay una llamada de la tierra, una vuelta al paisaje?

La tierra es nuestra madre y la estamos chuleando. Esa es la cuestión. Ella espera solo respeto y caricias.

¿Qué le da a un soriano, que casi se intuye recalcitrante, Aragón, y en particular Zaragoza?

Yo no sé dónde empieza Soria y acaba Aragón para mí; cuando paso la señal entre Ágreda y Tarazona que marca los límites no puedo evitar una sonrisa y recuerdo una vieja anécdota familiar: de niños nos contaban que más abajo del caserío de mi abuelo materno, una vez se juntaron cuatro reyes a comer y cada uno comió en su reino... porque los cuatro se juntan ahí. En realidad, hay un solo reino, la tierra, todo lo demás son enredos interesados de miserables empeñados en comerse ellos solos un pan que es de todos.

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