arte

El festival Asalto devuelve el color a las calles de Alfamén tras un año de parón

Seis artistas han desembarcado esta semana en la localidad zaragozana para embellecer su paisaje con diversos murales. 

La ilustradora y muralista vasca Amaia Arrazola trabaja en el colegio Mateo Valero de Alfamén.
La ilustradora y muralista vasca Amaia Arrazola trabaja en el colegio Mateo Valero de Alfamén.
Francisco Jiménez

Alfamén, una localidad de la comarca del Campo de Cariñena que no llega a los 1.500 habitantes, está disfrutando esta semana de unas visitas que se están convirtiendo en tradición. Desde su primera incursión en 2017 y con la única excepción de 2020 por la pandemia, el festival Asalto ha propiciado un revulsivo artístico y social que ha deparado más de 20 obras que embellecen muros y paredes, convirtiéndose incluso en un atractivo turístico. Y, trascendiendo ese legado físico y palpable, resplandecen las conexiones y la convivencia con los creadores venidos de toda la geografía nacional que han dejado su impronta.

En este 2021 son seis los artistas invitados:los gallegos Lidia Cao y Juan Rivas, el canario Txemi, la abulense Marta Lapeña, la vasca Amaia Arrazola y la zaragozana Rebeca Zarza. Todos ellos desembarcaron el lunes con las maletas cargadas de ideas y culminarán su misión el domingo. Conviven en una casa y desayunan, almuerzan y cenan juntos en el Asador Valero. Un escenario ideal para interactuar entre ellos y con los alfamenenses.

"La experiencia está siendo maravillosa. La convivencia con el resto de compañeros es muy positiva y aprendes mucho. Pero es entrañable el trato con la gente. Se acercan, te cuentan qué les parece lo que estás haciendo", explica Marta Lapeña, natural de Ólvega y residente en Madrid. Se halla en la calle de la Jota inmortalizando un bodegón. "Me gusta contar algo en relación al entorno. Reúno elementos del lugar, historias... En este caso he visitado casas, un almacén, una chatarrería... En mi obra aparece la agricultura, el oficio del vidrio, el vino, el agua y el verde porque es el color del escudo de Alfamén", relata.

A escasos 100 metros, en el colegio Mateo Valero, la pareja formada por Amaia Arrazola y Txemi –acompañados por su pequeña Ane, de 2 años– acometen un mural de 75 metros cuadrados en el que plasman la figura de un niño. "Al haber sido padres, estamos muy sensibles con el tema de la infancia, y de ahí este niño salvaje, que coge una máscara con una mano y una rosa con la otra. Nos emociona que los alumnos del pueblo lo vean cada día el próximo curso", asevera Txemi, ilustrador y muralista de profesión.

En la calle Luis García, muy cerca del pabellón La Libertad, Lidia Cao combate el sol con una gorra y dos sombrillas en lo alto de un elevador. "Vengo de Ordes (La Coruña) y estoy muy contenta. Me cuidan mucho, me traen bocadillos por la mañana y no me falta de nada. Lo que peor llevo es el calor, por lo que comienzo muy pronto, sobre las 7.30", indica. Una generosidad que quiere devolver con su obra. "Quiero reivindicar el papel de la mujer en el campo, el agua, el pasado musulmán y el cultivo de sandías. Ojalá guste a la gente y les deje satisfechos", concluye.

Su paisano Juan Rivas, de Pontevedra, escapa de los grandes formatos y se consagra a capturar paisajes de Alfamén en superficies reducidas con sus afilados pinceles: desde el reverso de un cartel al soporte de una señal de tráfico. "Lo concibo como un juego en el que ves lo que tienes delante y en el que trato de capturar la luz", apunta.

Completa el elenco la zaragozana Rebeca Zarza, que está ultimando un ‘collage’ que instalará en las piscinas municipales y otro en 3D que se inspira en la sierra de Algairén y el Cabezo de Altomira. "Quiero mezclar diferentes elementos de la cultura del pueblo y transmitir emociones. Es mi primera vez aquí y me siento como en casa, la gente está siendo muy hospitalaria", agradece.

Una labor a seis bandas que el próximo fin de semana podrá ser admirada por todos los habitantes de la localidad en diversas visitas guiadas por las nuevas intervenciones artísticas de la mano de sus autores.

"Con el festival estamos contribuyendo a transformar socialmente el pueblo. Y también está dejando un poso cultural. Por ejemplo, los autobuses de la Ruta del Vino antes no paraban aquí y ahora sí gracias a los murales", apostilla Alfredo Martínez, de la organización de Asalto.

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