La S con pie, una letra sin suerte que desapareció del alfabeto

Especialistas de la Universidad de Zaragoza descubren un signo gráfico hasta ahora desconocido en un bronce de hace 2.000 años encontrado en Novallas

El Bronce de Novallas fue descubierto en 2012
El Bronce de Novallas fue descubierto en 2012
José Garrido/Museo de Zaragoza

Era una S con una especie de pie, un guión en la parte inferior de su cuerpo, y se pronunciaba de forma parecida a nuestra S actual pero con sonido fricativo. Como al chistar. La letra, que hasta ahora se desconocía, la ha identificado un equipo de especialistas de las universidades de Zaragoza (Francisco Beltrán, Carlos Jordán y Borja Díaz) y Valladolid (Ignacio Simón) en el llamado Bronce de Novallas, el fragmento de una inscripción de 2.000 años de antigüedad que salió a la luz en julio de 2012. El estudio de la pieza constituye el último número, monográfico, del ‘Boletín del Museo de Zaragoza’, que publica la editorial Comuniter.

Para entender la importancia de la inscripción y de la misteriosa letra hay que remontarse a la Antigüedad. En el siglo II antes de Cristo los pueblos celtas de la Península Ibérica empezaron a escribir, utilizando para ello el sistema de la cultura más cercana, la de los iberos, y que estos a su vez habían tomado de los tartesios. Cuando un siglo más tarde los romanos fueron conquistando territorios del centro peninsular, mediante la guerra o las alianzas, no impusieron a sangre y fuego el latín. Pero los celtíberos adoptaron el alfabeto latino para escribir su propia lengua y se encontraron con que no recogía todos los sonidos. Así nació la S con pie, presente en muy pocas inscripciones, y en la que los especialistas no habían reparado pensando en que podían ser imperfecciones de la escritura o de su soporte.

"Conocemos mal el proceso de enseñanza de las letras en la Antigüedad -apunta Francisco Beltrán–. En Occidente, por ejemplo, apenas había escuelas públicas, se aprendía a leer o escribir en casa o con maestros particulares. Una vez que estuvimos convencidos de que se trataba de una nueva letra, la identificamos también para escribir nombres indígenas en inscripciones latinas del siglo I de nuestra era encontradas en las actuales provincias de Burgos, Soria, Cuenca, Teruel, Guadalajara, Zaragoza... Eso nos demuestra que entre finales del siglo I antes de Cristo y finales del I de nuestra era hubo un alfabeto latino unificado que servía para escribir en celtíbero".

La S con pie o guión se usó para escribir en lengua celtibérica para transcribir los nombres propios indígenas en las inscripciones escritas en latín. Por eso acabó desapareciendo del alfabeto peninsular cuando el celtíbero dejó de usarse. Los especialistas están intentando ahora delimitar el momento en que desapareció pero no parece que durara mucho más allá del siglo I de nuestra era.

"En el Imperio Romano el latín era la lengua del ciudadano, pero no era excluyente. No podemos abordar el estudio de las lenguas en la Antigüedad con ojos actuales, porque hemos convertido las lenguas en el elemento centro del sentimiento nacional. Lo normal entonces era el multilingüismo. El emperador Septimio Severo, por ejemplo, era de origen africano y hablaba púnico. Y Marcial, que se supone que no tenía ni idea de celtíbero, se mostraba orgulloso de sus raíces. Así que ser celtíbero no implicaba tener como lengua materna su idioma vernáculo. Roma no impuso escuelas para enseñar el latín. En esa época, en la Celtiberia se hablaba como mínimo celtíbero, vascón y latín".

Y Beltrán cita el caso del campesino de la ciudad de Termes que fue apresado en el año 25 acusado del asesinato del senador Lucio Pisón. Según cuenta Tácito, sometido a tortura para que revelara el nombre de sus compañeros, gritaba en su propia lengua que perdían el tiempo interrogándole. Eso demuestra que 200 años después de la llegada de los romanos a la península el celtibérico seguía usándose.

Si actualmente, como hijos de la cultura romana, empleamos el alfabeto latino, cabe suponer, en un ejercicio de ciencia ficción, que la S con pie o guión podría haber hecho que el abecedario español tuviera hoy 28 letras y no 27. Pero los especialistas no conceden ninguna posibilidad a esta hipótesis. Si solo se usaba en las inscripciones latinas para determinados nombres propios, según estos se fueron romanizando, la letra fue cayendo en desuso.

"Los celtíberos llevaban muy poco tiempo utilizando su escritura y solo en un ámbito geográfico reducido –señala  Beltrán–. Y, de repente, el latín les permitía el acceso a la enormidad del mundo, hasta Egipto, porque era la lengua del poder, del comercio, del conocimiento técnico... Les permitía una comunicación mucho más rica y no ponía en peligro su identidad. Ellos, que no tenían literatura, recibían una lengua que les permitía acceder a una cultura enorme. No hizo falta que Roma impusiera su lengua, se impuso naturalmente".

Por lo demás, el celtibérico sigue siendo un misterio y el Bronce de Novallas no se ha podido traducir. "Es un fragmento pequeño de una de las dos o tres columnas que debió tener un texto largo, de carácter normativo o jurídico y en el que al menos hay ya un préstamo del latín, la palabra ‘publicus’. Son apenas 11 líneas de texto, algunas de tan solo 3 o 4 caracteres –concluye Francisco Beltrán–. Hay una palabra que parece aludir a la anchura, otra a los pies como medida de longitud... Es posible que la inscripción regulara los espacios que había que dejar libres entre propiedades o caminos. Pero el Bronce de Novallas es ininteligible, como lo es toda la mayor parte de la epigrafía paleohispánica".

El llamado Bronce de Novallas fue descubierto por un particular en un campo de la citada localidad zaragozana, y entregado al Museo de Zaragoza en 2012. Es un fragmento de 22,5 x 18,1 centímetros de una inscripción más grande que debía contener algún tipo de texto normativo o sentencia pública. En la época (los especialistas lo fechan unos decenios antes del cambio de era) era habitual que cuando el contenido de bronces de este tipo dejaba de estar en vigor, se rompieran y llevaran a fundir para reaprovechar el metal. Tiene once líneas, algunas de tan solo unos pocos caracteres, y se identifican en él unas 40 palabras.

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