Aragón y las paleolenguas

Opinión
'Aragón y las paleolenguas'
Heraldo

Artes & Letras (27 de mayo) subrayaba el mérito de una colección de folletos sobre lenguas extintas de Europa, que coordinan en la Universidad de Zaragoza Francisco Beltrán y Borja Díaz Ariño (más en: ifc.dpz.es/publicaciones/ ebooks/id/3877). 

El actual territorio aragonés destaca en esas investigaciones, pues Aragón fue tierra de celtas, de iberos y de vascones. ¿Qué dicen hoy los estudiosos sobre las lenguas que hablaron estos pobladores ancestrales del territorio?

El celtibérico

Durante decenios se creyó que el gran yacimiento de Botorrita (en el cabezo de las Minas) guardaba los restos de una ciudad ibérica. Aparecían fragmentos de cerámica ibérica, letras inscritas sueltas del alfabeto ibérico, monedas con letreros ibéricos, etc.

Al excavarlo, acabó por saberse que no era una ciudad ibérica. La prueba, que tardó años en aparecer, fue una serie de textos escritos en bronce con alfabeto ibérico o latino. Cuando se leyeron, no cupo duda: no eran obra de iberos, sino de celtas. Quien habla una lengua celta es celta. Dan igual las características corporales. Contrebia de los Belos era una ciudad que usaba una lengua céltica más arcaica que otras de esa gran familia: se separó muy pronto del tronco común y mantuvo rasgos más antiguos que otras lenguas celtas. A esta lengua se la llama celtibérico. No podemos traducirla, salvo frases sueltas, del tipo "Dirtano de los Abúlocos, hijo de Letondón, de Beligio". Según F. Beltrán y C. Jordán, se habló en la cuenca del Ebro y por grupos afincados en el Duero, alto y medio Tajo y altos Turia y Júcar. Por eso, cuando se habla de ‘música’ o ‘tradiciones celtas’ (con su porcentaje de camelo) podrían incluirse estos territorios, tan célticos, históricamente, como Galicia.

El ibérico

Como en el caso anterior, se llama ibérico a una lengua cuya denominación real se ignora. Según N. Moncunill y J. Velaza, se habló desde el río Hérault (Rosellón) hasta Almería, en la franja litoral y con penetraciones interiores que llegan hasta Zaragoza. Adelantemos que "no es imposible una relación con el vasco antiguo", pero se ignora si fue genética (origen, ya muy remoto, compartido) o de contacto (préstamo de palabras y otros rasgos). Si Antonio Tovar puso el cimiento para identificar el celtibérico en los años setenta, Manuel Gómez Moreno hizo otro tanto con el ibérico en 1923 (sin que nadie, por cierto, le hiciera caso hasta mucho más tarde). Descifró su rara escritura, que tenía signos para sonidos simples (como el alfabeto) y otros para sílabas. Se puede leer el ibérico (y el celtibérico, que usa los mismos signos), pero no traducirlo. Del mismo modo que se puede ‘leer’ un texto en letón, escrito en alfabeto latino, pero no entenderlo. Y en cuanto a si es o no pariente del vasco, puede serlo lejano, pero tanto que no puede traducirse recurriendo a él. A lo más que se llega es a entender expresiones del tipo ‘Fulano lo hizo’ o ‘Tumba de Zutano’.

El vascónico

En fin, queda el antiquísimo ancestro del vasco. No existe, dígase, un ‘misterio del vasco’. Esa expresión es tan boba como la que habla del ‘misterio de las pirámides’. La palabra misterio tiene crédito comunicativo, es llamativa, genera expectativas en los cerebros, curiosos por lo general. Pero a menudo se utiliza como sinónimo de incógnita, que es algo sin esclarecer, pero que puede averiguarse. El misterio, en sentido propio, es un arcano que no se puede entender o explicar. La razón no lo alcanza. En nuestra cultura, los arquetipos del misterio son religiosos, como la Trinidad o la existencia del Mal. Respecto del vasco, nuestra lengua viva más venerable, hay incógnitas y lagunas de conocimiento, pero no es lengua más ‘misteriosa’ que el etrusco o el ibérico, con el que, por cierto, ofrece ‘similitudes muy llamativas’.

En esta serie, la explicación sobre el estadio más antiguo deducible del vasco actual es de Joaquín Gorrochategui, el número uno en la especialidad (ver también). Esta lengua ancestral se habló en el Pirineo central y occidental, al norte y al sur, y se fragmentó a partir de época romana. Su rama vascónica se centró en la actual Navarra y su frontera con el Aragón de hoy. Su rama aquitana, en la región histórica francesa de ese nombre, de cuyos habitantes ya escribió Julio César que se parecían más a los del otro lado del Pirineo que a los otros habitantes de la Galia.

La lengua vascónico-aquitana no se traduce completamente por el vascuence actual, pero puede postularse que le sirvió de basamento y es su antecesor directo.

Otro golpe a las leyendas sobre su origen edénico y demás desvaríos del ideario étnico que el aranismo ya ha maquillado, porque no se chupa el dedo, pero sin desistir de sentirse dueño del tarro de las esencias atávicas y con más prosapia que sus vecinos.

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