LITERATURA Y PERIODISMO. OCIO Y CULTURA

Luis del Val: "La radio ha sido la emoción auténtica, el sonido de la vida"

El locutor y escritor zaragozano publica un libro autobiográfico, 'Memoria y olvido' (Espasa), donde habla de política, prensa, radio y literatura

Luis del Val publica 'Memoria y olvido' (Espasa).
Luis del Val recorre su vida en un viaje al capricho del azar y de la memoria.
Enrique Cidoncha

"‘Memoria y olvido’ ha sido premeditadamente arbitrario porque no quiero hacer una autobiografía, sino que quería rescatar cosas que se habían quedado por ahí, que en un momento parecieron irrelevantes y pasado el tiempo me he dado cuenta de lo importantes que podían haber sido, como aquella noche en la que Francisco Fernández Ordóñez pudo haber sido presidente de Gobierno, el recuerdo del chico que arrastraba un carro los cinco años y estuvo en la Constitución del Congreso en 1977 y vio allí a Dolores Ibárruri”, dice Luis del Val, a propósito del libro que acaba de publicar en Espasa. Un paseo por su vida, una evocación de personajes, de viajes, de proyectos, y también de días de política y, sobre todo, de días de radio.

Háblenos de esa infancia de la calle Mayor y de los cines de reestreno…

Ja ja ja. Yo era un niño inocente y no sabía que había clases sociales. Los jueves por la tarde no teníamos clase, los sábados, en cambio, teníamos escuela por la mañana y por la tarde. Y mi madre me puso una camisa recién planchada, con un chaleco, y mientras ella se arreglaba le dije: “¿Puedo bajar a la calle, mamá?”. “Sí, pero no te manches”. Bajé a la calle, y en cuanto me vieron mis amigos, peinado y con la camisa planchada, me preguntaron “Adónde vas?”. Y cuando les dije que iba al cine, a ver ‘Capitanes intrépidos’, que proyectaban en el cine Latino, vi la decepción en sus rostros porque yo iba a un cine de reestreno. Había dos clases de cine, los cines de estreno, los cines caros, el Palafox, el Coliseo Equitativa, y los cines de reestreno, de barriada: el cine Latino, el Monumental, el Frontón Cinema. Eso fue un descubrimiento que lo recuerdo vívidamente y que me hizo tomar conciencia de clase.

¿Recuerda el día que su padre le enseñó a montar en bicicleta en el parque de Macanaz?

Claro. La máquina más sofisticada de la era industrial es la bicicleta porque nos permite ir más deprisa con una máquina sencilla que no necesita electricidad ni petróleo, no necesita nada, más que la fuerza de nuestros músculos. Esa es para mí también una sensación que recuerdo con una gran felicidad. Es el momento de la velocidad, del viaje, algo que ha cambiado las relaciones del individuo.

"A mí Adolfo Suárez no me caía bien y fui con prejuicio, sobre todo por su procedencia. Y luego me encontré con una persona tan encantadora, tan afectuosa, tan afable, tan humilde, escuchaba, escuchaba, y te miraba a los ojos como si de eso dependiera todo"

¿Cómo vivía usted Zaragoza? Acabará estudiando magisterio…

Estudié en la Escuela Normal del Magisterio. En mi juventud paseaba arriba y abajo, mirando chicas, por el ‘tontódromo’, el Paseo de la Independencia con su bulevar en medio, con su Tómbola de la Caridad, donde una de las grandes revoluciones tecnológicas era la televisión. En la garita de la tómbola, en el centro, estaba enchufado el televisor, solo se veía el burbujeo en blanco y negro, esa especie de magma de manchas negras y brillantes, no… Bueno, pues esas manchas negras tenían siempre a su alrededor unas 40 o 50 personas que miraban una pantalla donde no se veía absolutamente nada y por donde se suponía que saldrían caras. Aquello me impresionaba mucho.

"La literatura me ha dado la posibilidad de ser un lector. De ser lector. Ser autor es algo que hago simplemente porque no entiendo la vida. La literatura me ha ofrecido la capacidad de imaginar, ha estimulado mi fantasía, y me ayudado a conocer la belleza de las palabras"

Su madre le dijo una cosa: “No te metas ni en líos ni en política”. No le hizo caso.

Sí. Es una de las cosas en las que no le obedecí a mi madre. Mi madre, Luz Velilla Pamplona, nació en le 1913, conoció muy bien la Guerra Civil, se moriría en 2015 con 102 años. Era nacida en Bilbao, fue bautizada en Begoña y vivió en Ateca, y para mí Ateca es un lugar entre real e imaginario porque allí me pasaron las grandes cosas: allí aprendí a bailar con una banda municipal y viví el primer amor absolutamente platónico. Es más, yo recuerdo que una vez, pasados ya algunos años, casado ya, voy por Ateca y veo una cara que es exactamente igual a aquel amor platónico. Supe que era la hija de aquella muchacha de la que me había enamorado con trece o catorce años.

En política se metió un poco por azar, ¿no?

Hablo mucho del azar porque creo en el azar. Yo me metí en líos porque me interesaba la sociedad, me indignaba la injusticia, tenía un espíritu inquieto y un cierto afán reivindicativo. A partir de los 16 años, fui haciéndome compañero de la única izquierda que había entonces, que era el Partido Comunista, bueno, acompañante de aquella gente. Y me metí en política porque me quedé sin tabaco.

Parece un chiste, pero así lo cuenta en el libro.

Te vas a por tabaco y te pasan cosas. Un amigo me dijo que iba a la Institución Fernando el Católico a una conferencia que daba un tal Francisco Fernández Ordóñez, que había sido presidente del Instituto Nacional de Industria, que era antifranquista, y me dijo si lo acompañaba. En el coloquio le hice un par de preguntas, un poco incisivas, y cuando me iba a despedir. Fernández Ordóñez me dijo que por qué no me iba a cenar con ellos. Y así fue. Todo por la casualidad: no iba buscando ni apuntándome a nada.

Luis del Val publica 'Memoria y olvido' (Espasa).
Luis del Val recuerda sus días de radio, la amistad con Fernández Ordóñez, una visita a Suárez...
Enrique Cidoncha.

Ya, pero usted fue diputado en la legislatura constituyente, de 1977 a 1979, por UCD, y director general de Cooperativas y Empresas Comunitarias.

La historia es muy larga, me pidieron que creara un partido socialdemócrata, cosa que no era fácil. Me integré en UCD, aunque tenía mis reservas de todos los que venían del Movimiento, incluido Adolfo Suárez. De pronto, nos encontramos de diputados allí por pura chamba, por el azar.

Háganos un retrato de Francisco Fernández Ordóñez. ¿Qué ha sido ese político en España? Encarna el modelo de la conciliación…

Era muy inteligente y muy culto. Algo que hoy echas muy en falta en los políticos. Era de los pocos políticos que leían poesía y estaba siempre al tanto del último ensayo que había aparecido en Estados Unidos. Era un hombre que se iba a su casa de Santa Pola y le decía a su mujer: “¿Qué vamos a escuchar hoy?”. Elegían tal sinfonía de Mozart, tal de Beethoven que “hace mucho que no la habíamos oído”, Y se iban de concierto en pleno viaje. Era un hombre con un gran sentido pragmático, de buscar soluciones, era conciliador y por eso se llevaba bien con Felipe González y con Adolfo Suárez, efectivamente. Creo que fue el único ministro de Hacienda al que no le hemos tenido manía, porque el ministro de Hacienda es el que te mete la mano en la cartera

¿Cómo era Adolfo Suárez?

Lo narro como lo recuerdo. Yo estuve a punto de salir de la Federación Socialdemócrata porque no quería ir a Unión de Centro Democrático. A mí Adolfo Suárez no me caía bien y fui con prejuicio, sobre todo por su procedencia. Y luego me encontré con una persona tan encantadora, tan afectuosa, tan afable, tan humilde, escuchaba, escuchaba, y te miraba a los ojos como si de eso dependiera todo. Y te hacía sentir que lo mejor que le había pasado en el día era nuestra visita. Me fui verdaderamente encantado.

"Hacíamos botellón dentro de una casa alquilada y para mí aquello no fue el Salón de Versalles, no, pero fue maravilloso. Esos bailes que tuvimos y el roce de su pelo en la mejilla han sido de las emociones más intensas de mi vida.

Me gustaría que nos contase cómo ese fue esa boda en un tranvía y esa historia de amor con María Méndiz.

Nosotros nos conocimos muy jóvenes. Muchos meses después, unos amigos organizaron un guateque… Alquilábamos hasta el tocadiscos y una parcela por Torrero, por el Arrabal o por algún sitio modesto. Hacíamos botellón dentro de una casa alquilada y para mí aquello no fue el Salón de Versalles, no, pero fue maravilloso. Esos bailes que tuvimos María y yo y el roce de su pelo en la mejilla han sido de las emociones más intensas de mi vida. Muchos años después, en una Nochevieja que pasamos en Viena, en el salón del Ayuntamiento de Viena, volví a sentir otra vez el cabello en las mejillas… Y aún me emociona.

¿Cómo se le ocurrió lo del tranvía?

Iban a quitar los tranvías y entonces hablé con la compañía y les dije que me gustaría hacer un viaje de bodas en tranvía por lo menos desde la iglesia de los jesuitas, en lo que es hoy la el paseo de la Constitución, hasta el final de la línea que estaba en las cercanías de la Feria de Muestras, y allí lo hicimos. Hizo un reportaje mi amigo y compañero Alfonso Zapater; en vez del billete normal había uno que ponía 'Enlace Del Val- Méndiz' y lo entregaban a todos los que subían. Ya teníamos aparcados los coches y nos fuimos de pícnic hasta Cariñena. y Alfonso Zapater se encargó de hacer algunas fotos y las envió. El diario ‘Levante’ nos sacó en la portada. Era una broma pero también era un homenaje a ese medio de transporte que es limpio, de energía limpia que es la electricidad.

A la radio le dedica un capítulo. Recuerda Radio Zaragoza y su trayectoria posterior. ¿Qué ha significado para usted la radio?

La radio ha sido la emoción auténtica, el descanso de los ojos y el trabajo de la imaginación para el oyente. La radio es el sonido de la vida. Cuando escribo la necrológica de algún amigo, me emociono pero no me rompo; cuando tengo que leerlo en un micrófono, tengo mucho miedo de romperme porque es tal la emoción del directo y la emoción que te produce la radio que no solo te emociona: te puede conmocionar.

En 'Memoria y olvido' hace un retrato de Iñaki Gabilondo y de Carlos Herrera.

Yo tuve la suerte de trabajar de 8.00 a 10.00 con Iñaki Gabilondo y de 10.00 a 12.00 con Carlos Herrera. Son dos auténticos monstruos, son dos personas impresionantes, pero con un método distinto. Haciendo hipérbole y exagerando, yo casi diría que, con Iñaki Gabilondo, estaba en unos ejercicios espirituales perfectamente organizados, y luego pasaba a una caseta de la Feria de Sevilla donde también todo estaba perfectamente organizado pero en vez de entrar una ráfaga de música clásica entraban unas sevillanas. El método era el mismo, pero el objetivo era distinto. Fue una hermosa experiencia.

¿Qué le ha dado la literatura?

La literatura me ha dado la posibilidad de ser un lector. De ser lector. Ser autor es algo que hago simplemente porque no entiendo la vida. Me ha ofrecido la capacidad de imaginar, ha estimulado mi fantasía, y me ayudado a conocer la belleza de las palabras. Y sigo pensando una cosa que pensaba en la juventud: en el fondo, todos los periodistas somos escritores de domingo.

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