IMÁGENES DE LA CAPITAL DEL CIERZO / 'ARTES & LETRAS'

Mantillas y paños en la calle más comercial de Zaragoza

Cuando un corte de traje valía un dineral y se pagaba, a poder ser, al contado.

Como en la jota de las cerezas, es fácil que mirando una fotografía te vayas de una cosa a la otra y no puedas parar.

Podemos estar en una primavera de finales de los 20 o principios de los 30. Así lo dicen los largos de falda y los sombreros. Las manolas, una al menos, se dejan retratar con moderada impudicia, pues sobre la 'española', incluso sobre la de mantilla, no pesan aún estereotipos. Hasta 1947 no se estrenará la opereta en la que inopinadamente se afirma que “cuando besa es que besa de verdad”.

Primavera o no, no deja de ser cierto que para la confección de la indumentaria masculina y femenina, lo mismo que para los uniformes, hábitos y sotanas, se requerían ingentes metros de paño, forros y entretelas, que precisamente se despachaban en las pañerías que abundaban en la calle de Don Alfonso I y adyacentes. La de los Nuevos Almacenes de Aragón, entre las más importantes, aparece como fondo en la fotografía.

En 1887 y coincidiendo con el día de su santo, el ansotano José López Cativiela hizo bendecir sus Grandes Almacenes del Pilar, comercio de tejidos ubicado en el edificio mandado levantar por él mismo en la plaza del Pilar y que durante más de medio siglo, convertido ya en clínica Palomar, limitará a la plaza por el Oeste.

No hacía mucho que un sobrino de Cativiela había bajado a Zaragoza a ponerse al servicio del comerciante Saturnino Ruíz, propietario de La Moda Elegante. Requerido por su tío para regentar sus almacenes, Pedro Cativiela accederá, no tardando en marcar algunas pautas sorprendentes en el gremio.

«No, señora, no puedo rebajarle más. El precio ya está muy ajustado a la calidad del género» «¿Darle una muestra? ¡No sabe cómo lo lamento! La pieza ha sido muy bien calculada y si le restamos unos palmos al cabo quedan retales inservibles» «Le ruego una vez más, Sr Benedí, que con las clientas no hable de “varas” sino de “metros”» «¡De reales tampoco, hombre! ¡En pesetas, hábleles usted en pesetas!»

Imágenes de la capital del cierzo / 29.
Anuncio publicado en la revista 'Aragón', nov 1929.
Anteayer Fotográfico Zaragozano

Con ello el joven Pedro deseaba distanciar a su oficio del casticismo centenario que ya no tenía nada que aportar. Negocios como el de su tío eran llamados a ocupar los centros neurálgicos de las capitales, como aquí lo era desde su apertura en 1867 la citada calle Alfonso. Entendiendo que en la plaza del Pilar el negocio de su tío se encontraba desplazado del epicentro comercial, Pedro convenció al patriarca de la necesidad de mudarse. Lo cual hizo en 1901 a una esquina tan principal como la de Fuenclara con la cotizada Alfonso. Allí, según proyecto de Ricardo Magdalena, reabrieron los Grandes Almacenes del Pilar.

José López Cativiela falleció al poco de iniciar esta etapa. Pedro mantuvo durante una década el vínculo con su familia, al cabo de la cual, “el comerciante comercio quiere”, arrancó por su cuenta.

Así, en 1913, enfrente casi de los almacenes regentados por sus primos abrió los suyos propios, a los que bautizó como Nuevos Almacenes de Aragón. Dice Moneva en una crónica que decoró la fachada con una suerte de friso con la bandera de Aragón, que por desgracia no podemos ver en esta fotografía.

Dice Moneva en una crónica que decoró la fachada con una suerte de friso con la bandera de Aragón, que por desgracia no podemos ver en esta fotografía

Audaz siempre, Cativiela hizo habituales campañas como las de la 'Exposición de blanco', en las que durante varios días consagraba el establecimiento a ese tipo de ropa, realizando ofertas especiales a colegios, asilos y hospitales. No sólo innovó en lo comercial sino también en lo laboral, cuentan que antes de que estos se hiciesen obligatorios Cativiela ya proporcionaba a sus empleados seguros médicos.

Para acabar, es en el parque grande donde podemos hallar la postrera huella de este comerciante. Acabada la Exposición Hispano Francesa se instaló en la planta baja del Palacio de las Artes el Museo Comercial, idea avanzadísima imitada de París, Barcelona y Londres, pues Zaragoza nunca fue menos que estas villas. Fue también en días de la finiquitada exposición cuando se plantó el germen del que en 1925 nacerá como Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón (SIPA). Citando a Martínez Soria, “el turismo es un gran invento” y estos prohombres estaban ya seguros de ello.

De ahí el que clausurada esa primera muestra partiese de Pedro y Eduardo Cativiela, padre e hijo, la idea de recrear allí mismo el interior de una de las casas tradicionales de su pueblo, Ansó. Bajo su dirección se reprodujeron una cocina, una alcoba y una escena de boda, detalladas con rigor con las ropas, aderezos y objetos conseguidos por sus benefactores. Éstos, detalle curioso, quedaron retratados en las cabezas de los maniquís expuestos.

Cuando las artes plásticas exigieron mayor espacio en el Museo Provincial, las habitaciones de esta casa ansotana se mudaron a la recreación que de 'ex novo' se levantó a orillas de Huerva, insertas en el parque e inauguradas en 1955.

Pedro Cativiela falleció a principios de 1939. Sus almacenes para entonces ocupaban también la contraesquina de la calle 4 de Agosto, y en su tienda, como bien se anuncia en los rótulos, ya se vendía ropa “confeccionada”. Aunque con cierto estigma, se trataba de otra modernidad llamada a ser la pauta en el futuro. Que nadie presuma de sagaz, sólo un buen sastre podía distinguir un traje de confección de otro hecho a medida.

Imágenes de la capital del cierzo/29.
Anuncio publicado en la revista 'Aragón', abril 1930.
Anteayer Fotográfico Zaragozano

*link: "agrandar imagen": 

https://photos.app.goo.gl/bZBoxjEiCP1Qv5TP9

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